El doctor en Filosofía dio una conferencia en Montevideo en la que planteó los problemas que giran en torno al aumento en el acceso a los bienes culturales y cómo se debe investigar esta nueva realidad. Además, reflexionó sobre el rol de la participación ciudadana en miras a una democracia real.

A Néstor García Canclini no hay que presentarlo: su prolífica obra habla por él. Problematiza múltiples temas en sus vastos trabajos; entre ellos, la hibridación cultural, lo urbano, el rol de los medios de comunicación y del Estado, así como las juventudes, lo popular y las redes sociales. Este último tema lo convocó a Montevideo para dar en la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Universidad de la República una conferencia titulada “¿Emanciparse en redes vigiladas? La vida social de las comunicaciones”.

El lunes de noche, en el Aula Magna de la FIC colmada de espectadores (incluso algunos estaban sentados en el piso), el filósofo argentino comenzó su conferencia planteando lo difícil que puede ser convertirse en un individuo autónomo en un “escenario tan interconectado y complejo, donde se disputa lo público y lo privado con fronteras mucho menos claras que en otros tiempos”.

Para García Canclini, lograr la emancipación se volvió un desafío cuando las esferas de la vida privada comenzaron a interconectarse con las esferas públicas en el ámbito virtual; mencionó como ejemplo a Alemania, “uno de los países con mayor nivel educativo, donde empresarios espían a sus empleados por Facebook y los despiden por lo que publican en la red social”.

En una sociedad en la que se incorpora tanta información, el autor propone “problematizar la vigencia de los postulados anteriores y volver a investigar”; se pregunta qué cambió en la articulación entre la oferta de bienes culturales, la comunicación de los productos y el acceso de los sujetos consumidores.

García Canclini decidió enfocar su conferencia en este último punto y planteó que en la década de 1990 “el acceso era uso del territorio físico: ir a librerías, cines, teatros o disquerías. Hoy hay otras vías que expanden los accesos a los espectáculos y a la información, la circulación digital es transterritorial; no se habla de comunicación desterritorializada, sino que trasciende las fronteras nacionales sin eliminarlas”.

En el intento de reproblematizar los resultados anteriores, el filósofo lideró en México una nueva investigación antropológica sobre la lectura, en la que participó la docente de la FIC Rosalía Winocur, moderadora de la conferencia. “Encontramos que la pregunta era sobre cuánto se lee en papel, cuánto tiempo se le dedica a la lectura. Incluso los pocos estudios que incluían la lectura digital en pantallas también se preguntaban por el cuánto. Decidimos hacer una serie de estudios etnográficos suspendiendo la pregunta cuantitativa y tratando de averiguar cómo se lee, cómo se organizan los lectores y en qué tipo de pantallas lo hacen”, explicó García Canclini.

Remarcó que “los soportes para leer son usados como centros de operaciones para múltiples tareas, y así hay que estudiarlos. Se mezclan no sólo los textos de distintas índoles, sino las herramientas para gestionarlos; las múltiples tareas ya no son ruido, son lo cotidiano”.

Sostuvo que esta nueva investigación fue útil para ver que esta forma de acceso casi ilimitado, “en el que coexisten formas antiguas de consumo con interacciones virtuales, sirve para abrir las redes de una densa interculturalidad. Al acceder a los bienes mediante las redes se expande el horizonte de apropiación hacia otra sociedad y hacia los diferentes de la propia sociedad. Se acentúan así las contradicciones nacionales y transnacionales”.

Zona resbalosa

Para García Canclini, definir qué impacto tiene el aumento del acceso a la información en los problemas de la ciudadanía como “la corrupción política y económica, el desempleo o el agravamiento de la inseguridad” es una “zona resbalosa”, ya que “los partidos y votos importarían cada vez menos en cuanto pareciera que los cambios se logran en las redes”.

En la conferencia de prensa que brindó antes de su ponencia, el filósofo se detuvo en ese punto y habló sobre la relación entre la participación ciudadana y el rol que juegan las redes sociales y los medios de comunicación.

Las redes sociales facilitan una “mayor participación”, pero se ha visto “una obsolescencia de la participación. Hay un sentido comunitario en las redes, pero es más evanescente, más frágil que el que se acumulaba cuando había una participación directa en los espacios públicos por medio de partidos políticos, de sindicatos o de movimientos estudiantiles”, aseguró García Canclini, y agregó: “Hay causas importantísimas, como las que defienden los derechos de las mujeres o de grupos indígenas, que motivan mucho apasionamiento y de pronto son reemplazadas por otras. Es una dinámica que tiene que ver con el ritmo del mundo virtual”.

El acceso a tanta información mediante las redes sociales implica una serie de desafíos para la democracia; “se duda si la democracia es posible o si realmente existe en muchos países, donde supuestamente los gobiernos son elegidos”, sentenció.

Destacó la complejidad de los algoritmos de las redes, que no permite que la mayoría de los ciudadanos pueda “discernir lo que se está manipulando”. En este sentido, el autor se preguntó si realmente se puede ser ciudadano cuando se induce por medio de múltiples estímulos a tomar decisiones ajenas a la voluntad o cuyos resultados no es posible prever.

En cuanto a las opciones que les quedan a los ciudadanos para utilizar las herramientas a su favor, el doctor en Filosofía comentó que lo principal es “no mostrar toda la información”, aprender qué conviene compartir en las redes y qué es mejor comentar sólo en ámbitos de confianza, como la familia.

Luego agregó que otra forma, más compleja, consistiría en “desarrollar mecanismos de control de esa información que se roba, así como los usos que se hacen de ella”. García Canclini explicó que hasta el momento “los gobiernos no han podido controlar a los organismos internacionales como Facebook o Yahoo, que manejan más información y más dinero que muchos estados”.

Los gobiernos latinoamericanos están “ausentes de los debates de organismos internacionales como la OMPI [Organización Mundial de la Propiedad Intelectual], se retiran de las regulaciones de las comunicaciones, y se pliega el sentido de lo público, el acceso y uso de los contenidos en manos de corporaciones internacionales, como las grandes televisoras”, sentenció García Canclini.

La educación estancada

García Canclini sostuvo que la reforma en los programas educativos deberían de encararse con “muchísimos cambios que no se ven todavía o que apenas se asoman”. El más importante es el acceso generalizado a los recursos tecnológicos desde la educación primaria; en este sentido, mencionó la “importante experiencia con el Plan Ceibal” que se desarrolla en Uruguay, que esta semana cumple diez años. A su vez, destacó el carácter significativo de enseñar a utilizar las herramientas, más allá de otorgarlas. Considera que la educación “puede modificarse” y que ya no es necesario mantener “la relación profesor, alumno, tiza, pizarrón”. Propuso pasar a la relación no presencial o, al menos, utilizar en las situaciones tradicionales recursos virtuales. Con respecto a este punto, mencionó los debates que se generan entre los docentes sobre permitir o no el uso del celular y de otros dispositivos móviles. Dijo que está “a favor del mayor uso posible [de estos dispositivos] en clase, así como del desarrollo de formas de educación a distancia que ya existen y se han expandido gracias a estas herramientas digitales”. El doctor destacó la importancia de que las políticas educativas pasen de ser cuestión de “un gobierno” a programas del Estado y que sean “suficientemente importantes para que existan acuerdos interpartidarios que garanticen eso”.