El pedagogo canadiense Michael Fullan fue uno de los principales invitados del Plan Ceibal en su Foro de Innovación Educativa. Conversó con la diaria sobre su mirada al programa luego de diez años de aplicación, los desafíos de cara al futuro en el tema pedagogía y el nuevo aprendizaje profundo que pregona desde la Red Global de Aprendizajes, de la que Uruguay es miembro junto con otros seis países. Se trata de un referente en materia de educación y nuevas tecnologías al que Uruguay está mirando desde hace algunos años.

-¿Cómo observa el desarrollo del Plan Ceibal en sus diez años?

Estuve involucrado en el Plan Ceibal los últimos siete años. Empezó pensando que la tecnología tenía que causar el cambio, pero nosotros sabemos que la tecnología sola no lo puede lograr, por lo que tuvimos que cambiar la pregunta y pensar cómo podemos construir el cambio en el aprendizaje. Y se ha logrado. El gran cambio se ve en la participación, pasar de tener 100 a 400 escuelas en el programa [Red Global de Aprendizajes].

-¿Cómo va la integración del Plan Ceibal con la Red Global de Aprendizajes?

En la red hay siete países, cada uno con 300 o 400 escuelas. Nosotros presentamos un marco de seis competencias globales, las seis “C” [ciudadanía global, colaboración, carácter, comunicación, creatividad, pensamiento crítico (critical thinking) y construcción de conocimiento] y las herramientas de cómo se debería ver la enseñanza que tiene que ser apoyada por la escuela. Pero era solamente una guía, no un protocolo que había que seguir paso a paso. Esto significa que todos, los siete países, se involucraron de igual manera, porque dijeron: “Esto no nos dice qué tenemos que hacer: nos da la oportunidad de definirlo”.

-¿Cómo se aplicó particularmente en Uruguay?

Uruguay tenía y tiene una estructura muy tradicional, la currícula es muy tradicional. No es relevante para el futuro, no es interesante para los alumnos porque la ven como algo fuera del tiempo. El problema que enfrentan [las autoridades educativas] es que lo único que conocen es lo tradicional; no la quieren tirar porque no hay otra, pero a su vez saben que no funciona. Uruguay viene usando el programa como un catalizador para cambiar la enseñanza a medida que se mueve hacia el futuro.

-¿El desafío actualmente es cambiar la currícula?

No, el desafío hoy es cambiar la forma de enseñar. Cuando cambiás la forma de enseñar, podés usar la currícula de distintas maneras. Cambiar la currícula que está demasiado fija para ponerle unas pruebas nuevas relacionadas a las competencias sería lo más fácil, porque es cambiar el papel. Lo que es más difícil es cambiar la forma de enseñar. Si cambiamos la forma de enseñar, la currícula también va a ir cambiando; las dos cosas deberían ir juntas hacia el futuro.

-Entonces, ¿la nueva forma de enseñar por medio de competencias?

Sí, la forma de enseñar es por medio de las competencias. Las competencias cubren mucho, porque tienen creatividad, colaboración, comunicación, muchas de “las seis C”, sin dejar de tomar en cuenta a la literatura, la matemática. Simplemente es una forma más moderna de trabajar con esas materias.

-¿Cómo está Uruguay en comparación con los otros países de la Red?

Creo que en varios países la calidad de la enseñanza se ha desarrollado más pero a lo largo de más tiempo, entonces son más fuertes. Por ejemplo, Finlandia, Holanda o Canadá son más fuertes; en Australia y Nueva Zelanda también se ven buenos niveles. Estados Unidos varía un poco. Vemos que el profesionalismo entre los educadores tiene mayor camino por recorrer para alcanzar estos países.

-Uruguay se dirige hacia una posible Universidad de la Educación. ¿Esta sería una forma de igualarnos con los demás?

La universidad de preservicio de educación es una incorporación natural, pero no va a ser una solución por sí sola. Tienen que suceder dos cosas a la vez: la universidad tiene que ser buena, enfocarse en las cosas correctas, y al mismo tiempo interactuar con las escuelas. Cuando tenemos programas de educación, los educadores pasan mucho tiempo haciendo prácticas, entonces las escuelas tienen que ser buenos lugares para aprender. La ventaja de cómo lo han hecho aquí es que el Plan Ceibal ha tenido muchas escuelas que podrían asociarse con la universidad, para que haya una doble relación; así, las escuelas se hacen cada vez mejores y tenemos mejores educadores.

-¿La formación debería tener un fuerte énfasis en nuevas tecnologías?

La respuesta corta es no. Casi todos los alumnos y docentes jóvenes ya son buenos con la tecnología, y los que ingresan al sistema son cada vez más jóvenes y mejores. El problema es cómo utilizar la tecnología en la pedagogía. No necesitan dar capacitación en TIC [tecnologías de la información y la comunicación], el mercado lo hace solo; tienen que capacitar al usuario para la enseñanza.

-En uno de sus libros, decía que las grandes inversiones en lo digital no han sido capaces de mostrar su potencial. ¿Por qué?

Cuando escribí sobre eso [2015] la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos] escribió un informe que dice que encontró que los países que invirtieron más en tecnología tuvieron peores resultados que aquellos que invirtieron de forma más cuidadosa. Aquí hay dos temas: dado que las TIC parecen ser el futuro, a los políticos les gusta tenerlas como símbolo de la modernidad. A los padres también les encanta, y por eso hay una tendencia de tomar el camino fácil y comprar tecnología. Mi crítica es que no se puede comprar tecnología para el aprendizaje. Pero si cambiamos la ecuación y ponemos a la pedagogía como motivador y a la tecnología como acelerador, si se da vuelta y se usa la tecnología de forma más específica en la relación con “las seis C”, vamos a lograr un impacto. El hallazgo es que la tecnología no tiene resultados importantes cuando hay demasiadas cosas involucradas, pero cuando somos más precisos y decidimos desarrollar nuestra enseñanza, sí logra tener impactos.

-¿El Plan Ceibal está logrando esos objetivos?

Sí, están progresando mucho con esto.

-En su conferencia habló sobre los próximos cinco años, ¿qué objetivos específicos le gustaría lograr?

Hasta ahora di el ejemplo en mi presentación de los alumnos que tenían la tecnología y no la usaban. Cuando la empezaron a usar inventaron aparatos para ahuyentar a las aves que les comían el alimento. Es decir, ya está claro que el programa funciona, está sucediendo. En los próximos cinco años la idea es que esto siga ocurriendo en mayor medida, pero para eso los educadores deben aprender de otros educadores, tienen que aprender entre ellos y de otras escuelas. Y cuando logramos cosas específicas, para que la innovación no quede en una sola escuela, hay que poder diseminarlo, y esa es una prioridad para los próximos años. En el primer período se produjeron nuevas ideas, y en el segundo hay que diseminarlas más rápido.

-¿Cuál es el nuevo rol del educador?

En el viejo papel era el centro de atención, el que tenía todo el conocimiento, el que hablaba todo el tiempo durante la clase. El nuevo rol es ayudar a los alumnos a definir qué es lo que tienen que buscar; el papel es más de facilitador, de alguien que los ayuda a trabajar juntos. Eso es algo nuevo. También incluye a “las seis C” de forma explícita.

-¿Y el de los alumnos?

Los alumnos lo están asumiendo. Vemos dos objetivos en nuestra definición. Que trabajen más juntos. Ha habido un gran cambio en la forma en que lo hacen. Allí el educador tiene que ser muy bueno en lograr que trabajen juntos, por eso también es importante que los educadores trabajen también entre ellos. Debemos generar el alumno “agente de cambio”, que les da consejos a los educadores sobre cómo cambiar la pedagogía, qué es lo que funciona, qué no. No están a la par pero están casi a la par, tienen más equidad, están más juntos.

-¿Cómo cambia la evaluación?

La evaluación está en transición en la mayoría de los países, incluyendo el nuestro. Algunos países han tenido evaluaciones negativas: Estados Unidos, Inglaterra. Pero Canadá, Finlandia y Holanda no han tenido una mala historia. Lo que hay que hacer es evaluar las nuevas pedagogías. Nosotros estamos ayudando a evaluar “las seis C”, ese es un cambio. Además, el país necesita tener un nuevo sistema de evaluación. Hemos visto que es mejor disminuir los castigos si no trabajan bien; por el contrario, se mejora viendo lo que funciona y fomentando eso. Uno de los puntos que más solemos evaluar en los países de habla hispana es la enseñanza del inglés, y en eso, que para ustedes es una prioridad, van bien.

-¿Y en cuanto a la evaluación de los alumnos?

Los cambios que se generaron indican que es mejor hacerles comentarios a los alumnos y a sus padres acerca de cómo están haciendo su tarea, en vez de dar un número. Eso es un cambio. No sé cómo lo hacen aquí; si siguen usando la forma tradicional, tal vez va a ser difícil cambiarlo.