El fiscal general de Brasil, Rodrigo Janot, acusó formalmente al presidente de ese país, Michel Temer, por varios cargos de corrupción. La acusación se basa en declaraciones de imputados por el mismo caso, hechas en el marco de la figura jurídica de la delación premiada. Fuentes del Supremo Tribunal Federal dijeron que es “casi seguro” que el presidente decida a su vez acogerse a este beneficio y acuse a alguien más, pero también reconocieron que es “muy difícil” que la propuesta sea aceptada, ya que “las personas a las que podría acusar ya acusaron a otros a cambio de reducción de penas, y si permitimos que los políticos empiecen a acusarse entre sí, van a terminar todos libres”. Luego de que se conociera la decisión del fiscal, varias voces se alzaron para pedir la salida de Temer, quien accedió a su cargo luego de la destitución de Dilma Rousseff como presidenta, también acusada de corrupción. De todas maneras, también hay quienes consideran que si bien el actual presidente “es corrupto hasta la médula”, destituirlo no tendría sentido, ya que “el que venga después también va a ser corrupto. Si dejamos al mismo corrupto en lugar de cambiarlo por otros, por lo menos nos vamos a ahorrar el dinero de las ceremonias”. Otra de las posibilidades que manejan desde el gobierno es no recurrir al sistema actual de sucesión, y explorar “métodos alternativos” para elegir al presidente.
Uno de ellos sería organizar un sorteo entre los 130 millones de ciudadanos brasileños e investir como mandatario al ganador. Un legislador oficialista reconoció que se trata de una maniobra “arriesgada”, aunque aclaró: “Ya hicimos consultas con especialistas en estadística, y es muy improbable que el ganador sea peor que los posibles presidentes”. Además, recordó que en el sorteo “también entrarían los niños menores de cinco años, que serían igual de ineptos que cualquier político, pero por lo menos tendrían el alma pura”.