La Universidad de Educación (Uned) es un proyecto que comenzará a discutirse este año. Uno de los ejemplos internacionales a los que mira Uruguay es la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe) de Argentina, con la que el Consejo de Formación en Educación ya tiene una estrecha relación (de hecho, en diciembre se inauguró la primera maestría en formación docente que dictarán profesores del vecino país (ver la diaria 8/12/17). En esa casa de estudios, que se creó en 2006 y logró en 2015 el estatus de universidad nacional, se forman los futuros maestros y profesores con un fuerte énfasis en la investigación; además, para los que ya habitan las aulas se ofrece una serie de maestrías, especializaciones y diplomaturas que atraen a las autoridades de este lado del río. En entrevista con la diaria, el rector de la Unipe, Adrián Cannellotto, defendió la creación de una Universidad de Educación en Uruguay, la formación universitaria sobre la de institutos, y dio su visión sobre la importancia de “formar ciudadanos y no sólo futuros trabajadores para el mercado”.

–¿Por qué es necesaria una universidad pedagógica? ¿La formación de docentes no podría estar radicada en una facultad dentro de otra universidad?

–En general es necesario porque hay muchas facultades que se dedican a las cuestiones educativas, más vinculadas a las ciencias de la educación y menos relacionadas a cosas más específicas como puede ser la enseñanza de las distintas disciplinas, los problemas de política educativa, incluso hasta temas vinculados a la historia de la educación; eso es siempre más marginal para una facultad o instituto de educación. La universidad tiene más recursos y la posibilidad de concentrar.

–¿Por qué un futuro docente debería buscar una formación universitaria?

–Creo que los docentes se tienen que formar en una universidad por tres razones. Primero: tenemos que salir del viejo legado de la escuela moderna que escindía la transmisión del conocimiento de producción. Está la idea de que la universidad construye el conocimiento y la escuela lo transmite, y en ese esquema dilemático los docentes se limitan a transmitir el saber que otros produjeron. Necesitamos juntar las dos cosas, porque es una ficción que estén separadas, hay que vincular el conocimiento de la pedagogía de la disciplina con la producción de conocimiento sobre ella; eso hace la Unipe.

Segundo: la formación universitaria democratiza la educación superior. En Argentina, cuya tradición ha sido la de formación en institutos, muchos eligen eso porque no tienen opciones económicas, sociales y a veces hasta culturales –creen que la universidad no es para ellos–. La posibilidad de construir un vínculo con la universidad para formarse desde el inicio o para terminar con un posgrado es un elemento democratizador.

Tercero: la vida universitaria no es sólo aprender cosas, sino una construcción política que tiene que ver con el desarrollo de la universidad, con los vínculos internacionales que genera; es una apertura cultural mucho más importante.

–En otras oportunidades hablaste de que la educación no debería sólo ajustar las desigualdades del mercado. ¿Qué objetivos tiene la universidad en cuanto a la educación?

–En el esquema actual en el que se viene pensando la educación, hay un problema con el sentido: viene siendo definida en relación con la productividad, con la empleabilidad y con consumo, porque se piensa que la educación resuelve un problema de mercado laboral, se la ve como una extensión de la política social, que –en la famosa idea de igualdad de oportunidades– va a compensar las deficiencias que el mercado le produce a la gente. Yo no estoy muy a favor de eso porque instrumentaliza automáticamente la educación: si esa es la partida, la meta es el mercado de trabajo en sus campos más demandantes. Lo que tenemos que hacer es formar ciudadanos y no sólo futuros trabajadores para el mercado; ciudadanos que luego tendrán que trabajar y desarrollarse, pero ese ya no es un problema sólo de la educación. En la Unipe la preocupación es brindar herramientas para resolver situaciones de aula y hacerles entender que no es sólo una herramienta, porque la complejidad que tienen que enfrentar no se resuelve desde ahí.

–Pero los educadores van a formar futuros trabajadores. ¿Cómo trabaja la Unipe pensando en el docente que va a enseñar para el futuro mundo del trabajo?

–Eso es un problema de siempre. El mundo cambiaba más lento, capaz, pero siempre fue una incógnita cómo será el futuro; es una incógnita, pero no es una incertidumbre. Hay ciertas capacidades que siguen siendo las mismas: leer, escribir, comprender textos, entender matemáticamente. A veces el futuro está muy relacionado con lo ornamental y eso es lo menos complejo, porque a las herramientas uno se acostumbra rápido. Lo más difícil es tener disciplina para poder ordenar un pensamiento lógico. Si lo vemos como un entrenamiento, le estamos bajando el precio al desafío que tenemos.

–¿Cómo incorporan la enseñanza de la tecnología en la educación?

–No está claro qué rol formativo tienen las TIC: son tecnologías de información y la comunicación, no del conocimiento. Creo, sí, que hay que trabajar usando esas herramientas para ver qué potencial tienen; lo que no le pondría es una exagerada expectativa a algo que también tiene su costado de mercado: ahí hay un mercado que puja por salir.

–¿Cómo ves desde la Unipe la creación de una Universidad de Educación en Uruguay?

–Lo veo bien, es un proceso natural; entiendo que va a haber una negociación política que no se da en Argentina, porque convivimos con los institutos. La ventaja es que se incorpora una oferta más, es una boca más donde ir a buscar una oferta formativa que no decrece. El proceso de incorporación de los institutos lleva un trabajo político y un desgaste que puede terminar bien o mal y es parte del desafío. Generalmente está muy vinculado con elementos pedagógicos y administrativos, el docente quiere saber qué pasa cuando se va a la universidad, qué pasa con el rector de un instituto, todas cuestiones que Uruguay tendrá que saldar.