Tanto el soporte como los rasgos y la lógica del presente condicionan a la escritura en un proceso recursivo y dinámico, también ligado a cuestiones de espacio y reglas de mercado. El martes a las 19.00 en la Facultad de Información y Comunicación (FIC) se desarrollará un encuentro sobre Escrituras de la prensa de Brasil y del Río de la Plata: lectura comparada, edición y traducción. “Esta mesa propone una mirada que articula dos tradiciones, la brasileña y la rioplatense, que siguen dialogando muy poco”, dice la escritora, periodista y traductora Rosario Lázaro, y explica que quisieron analizar las mediaciones textuales en las que se inscriben las “escrituras de la prensa” –amplia forma de denominar a las crónicas, columnas y otros textos que tensionan lo fáctico y lo ficcional– y pensar cómo se leen, editan, traducen y circulan estos relatos: “Nos interesaba trabajar el vínculo que tienen con el soporte mediático en que se publican, ya sea el diario o la revista, y qué marcas deja el pasaje de un soporte a otro”.

Esta mesa se enmarca en la cooperación entre el Posgrado en Estudios de Traducción de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y la revista Pontis-Prácticas de Traducción (www.revistapontis.com), vinculada a la FIC. Esta actividad, además, recoge el trabajo que se inició en el curso “La crónica en Iberoamérica: cronistas y textos claves desde el siglo XIX hasta la actualidad”, que dictó Lázaro el año pasado: a su presentación sobre “Las Irrupciones de Mario Levrero en Pontis en portugués: nuevos parentescos cronísticos”, se suma la de Leonardo Cabrera sobre la experiencia de editar las Crónicas de melancolía eufórica, de Mário de Andrade (Alter, 2016, traducido por Lázaro), y la de Iván Fernández, que realizará una lectura comparada entre dos cronistas contemporáneas, como la brasileña Eliane Brum y la argentina Leila Guerriero, a partir de sus libros A vida que ninguém vê (2006, Brum) y el conmovedor Frutos extraños (2009, Guerriero).

Hace unos meses se publicó en Brasil La novela luminosa (2005), de Mario Levrero (O romance luminoso, editada por Companhia das Letras), y, en paralelo, Pontis la había invitado a producir un número de la revista en la UFSC. En este contexto, Lázaro se propuso acercar otra obra de Levrero a los lectores brasileños, y optó por la crónica. Al releer Irrupciones (Criatura, 2013) descubrió que estos textos eran más próximos a la “moderna crónica brasilera”, como Antonio Cândido define “a lo que hoy conocemos como crónica en el Río de la Plata”. La traductora recuerda que Levrero escribió estos textos determinado por el espacio y la periodicidad de la revista Posdata, a fines de los 90, y que “oscila entre lo absurdo, lo poético e incluso lo epifánico. Por eso, en esta ponencia voy a hacer un puente entre Levrero y cronistas brasileños como Rubem Braga, Clarice Lispector y Luis Fernando Verissimo, que comparten algunos de esos rasgos. Quiero explorar ese parentesco que surge gracias a la traducción, al trasplantar un texto de una tradición a otra”.

Traducción

Para ella, traducir es reescribir. Interesada en el detenimiento de la lectura para llevar un texto a otra lengua, plantea que, si bien los editores o correctores comparten un trabajo similar, en la traducción “eso que vos estás leyendo fue reescrito en un 100% por un traductor. Y para hacerlo primero se debe leer con atención, entrega y respeto. Así, el traductor termina conociendo los textos en un sentido diferente a los propios autores. Se ven repeticiones, cambios de textura, omisiones, innovaciones sorpresivas, en una lectura que debe ser productiva, porque genera un texto nuevo. Acá me interesa plantarme en la traducción como crítica, siguiendo al teórico brasileño Haroldo de Campos y su relectura de Walter Benjamin. Hay otra dimensión que Campos promueve: traducir es poner en circulación. Ese diálogo vía traducción es una manera de importar textos que te parece que serían relevantes en el presente de una tradición literaria, como pasó cuando publicamos la antología Crónicas de melancolía eufórica, de Mário de Andrade. Es más, no sólo es relevante leer las escrituras de la prensa de Andrade en San Pablo de los años 20, sino también, por ejemplo, las excelentes crónicas de Eduardo Muñoz en Montevideo a fines del siglo XIX”, sugiere.

En este proceso, reivindica la necesidad de la traducción y de establecer diálogos. Cuenta que en las últimas décadas se ha intentado derrumbar la idea de que la traducción es la “transmisión unívoca de un contenido de una lengua a otra”, y se incorporaron cuestiones como el contexto, la lengua, los traductores, los lectores y la ideología, entre un largo etcétera. Pero esto, dice, no sólo se dio en el ámbito de la traducción, sino también en la comunicación en general. Sin embargo, “tecnologías como Google Translate hacen creer que todo es traducible, que la ambigüedad debe ser erradicada para facilitar la comunicación como algo transparente. Por eso, debemos reivindicar que la divergencia entre dos traducciones no va en contra de la validez que tengan (y digo validez para no restringir el sentido de esta reivindicación a ‘ser apropiadas’)”, ya que todos estos insumos se convierten en “motor para la retraducción. En un sentido literario, puede haber varias traducciones de una misma obra, y todas ser válidas y necesarias”.