“Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma...”.

41 años después de que Alfredo Zitarrosa escribiera los versos de “Guitarra Negra”, una muestra fotográfica lo homenajea en la Fotogalería del Prado, el barrio en el que vivió hasta irse al exilio en México. La muestra, organizada por el Centro de Fotografía (CdF) y el Archivo Zitarrosa, presenta 74 fotografías que recorren casi toda la vida del cantautor desde 1940 hasta 1988. Martín Monteiro, coordinador del Archivo Zitarrosa, cuenta que no querían que “quedara afuera ninguna etapa de la vida de Alfredo, que hubiera cosas de la niñez, de su vida profesional anterior a ser un cantante reconocido, de cuando era locutor, de la transición entre su veta como escritor, periodista y cantor, y después, por supuesto, de su época como cantor. De esa etapa es de la que hay más documentación, tanto de la época anterior al exilio como en los diferentes exilios: Argentina, México, España, etcétera, y su regreso a Uruguay. Además de cubrir diferentes épocas nos interesaba cubrir diferentes registros de su vida: el Zitarrosa más íntimo, con su familia; el Zitarrosa de vacaciones, con su perro; y después el Zitarrosa en el escenario, con el público, sus colegas, artistas”.

La muestra comienza con un retrato de Jorge Vidart de 1988 en el que se ve a Zitarrosa de perfil, la guitarra de fondo y el humo de un cigarrillo. Después vienen tres fotos de su niñez con su familia adoptiva, y enseguida que vuelve el Zitarrosa adulto, reaparece el humo hasta el final de la muestra. El cigarrillo es una constante en casi todas las fotografías: jugando con unos perros en Treinta y Tres, cantando en una de sus presentaciones en el SODRE en 1967, en el estudio, en entrevistas, escribiendo, en los encuentros con sus amigos, con sus hijas; sacando fotos, cámara en mano, con el cigarro sostenido entre los dedos.

En la muestra se incluyen fotografías que todos conocemos, pero la inmensa mayoría son muy poco conocidas o inéditas: las fotos de su niñez; la de su casamiento con Nancy Marino en 1968; una de sus presentaciones en el SODRE en 1967, con los cuatro guitarristas rodeándolo y él parado, sobre una tarima, con ese porte tan Zitarrosa; una de 1970 sacando una tira de asado del parrillero para sus invitados, entre los que estaba Joan Manuel Serrat; una con todo el atuendo de turista: pantalón claro, chaleco, pañuelo al cuello, gorro de explorador y cámara, en las ruinas de Tulum, México; rodeado de niños en la Nicaragua sandinista de 1980; el regreso a Montevideo, en 1984, cuando lo esperaban 100.000 personas para darle la bienvenida; actos del Partido Comunista. Y muchas de diversos encuentros con esa generación de músicos hispanoamericanos de fuerte compromiso social: Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Washington Benavides, Los Chalchaleros, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Amparo Ochoa, Tania Libertad, Naldo Labrin, Mario Carrero, Eduardo Larbanois, José Pepe Guerra, Héctor Numa Moraes.

La muestra surgió como iniciativa del Archivo Zitarrosa. “El año pasado hablamos con el CdF para proponerle una muestra y estuvieron encantados con el proyecto”, dice Martín Monteiro. El Archivo Zitarrosa cuenta con más de 5.000 fotografías del acervo del músico, “de las 5.000 fotografías, nosotros hicimos una preselección de algo más de 200 fotos. Esas 200 fotografías fueron trabajadas luego con el CdF, seleccionando desde el punto de vista documental y visual cuáles eran las más interesantes, para terminar con una selección 60, 70 fotos para la muestra”.

La mayoría de las fotografías son de este archivo y otras se recibieron a través de un llamado abierto del CdF. Casi todas las fotografías tienen fecha exacta y lugar, pero muchas no tienen autor. María Girard, una de las encargadas de trabajar con el archivo de Zitarrosa en el Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas (CIDDAE), cuenta que a “la descripción de las fotos las hicimos acá, y fuimos foto por foto en las más de 5.000 capturas, en papel, negativo y diapositiva. Falta mucha información y esa es una parte del trabajo que nos resta hacer con la familia”.

Entre las que sí cuentan con autoría reconocida se ven los nombres de Jorge Vidart, Jaime Niski, Mario Bonavita, Antonio Massa, Alejandro Stuart, Modesto López, Susana Pastor, Lilián Castro, Carlos Contreras, y una foto que pertenece a Nacy Marino (que fue su esposa), en la que Zitarrosa le señala algo a su hija Serena en el Delta del Tigre (Buenos Aires, 1976). A excepción de esta foto con su hija y otras dos, el resto de las fotografías son en blanco y negro o sepia. Y siempre con uno de sus 60 cigarrillos diarios.

Archivo personal

Las 5.000 fotografías son tan sólo una parte del enorme acervo del artista. “Estoy en el archivo desde hace más de 20 años, y este es el archivo personal de Alfredo. Él fue el encargado de ir recopilando los miles de documentos, cartas, fotografías, diapositivas, negativos, grabaciones, cientos de grabaciones en carrete abierto, casetes. El archivo es inmenso”, dice Monteiro. A fines de 2014, Nancy Marino y Moriana y Serena Zitarrosa –hijas del músico– entregaron a la Intendencia de Montevideo (IM) cerca de 100 cajas de registros sonoros, fotográficos y audiovisuales que el músico guardó durante años. Ese archivo lo tomó para su custodia, catalogación, archivado y mantenimiento el CIDDAE, que funciona en el teatro Solís.

Alfredo Zitarrosa, 1971.

Alfredo Zitarrosa, 1971.

Foto: Mario Navarro

En 2015 el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), la IM y el Archivo General de la Universidad de la República (AGU) firmaron un acuerdo para que el MEC financiara la digitalización de todo el archivo. María Girard cuenta: “Con el AGU estamos trabajando todo el material sonoro y visual. Están sus objetos, además de todo lo que él produjo como artista, como persona, como padre de familia. Por ejemplo, están las filmaciones en súper 8 de cuando se iban de vacaciones, toda su producción musical, másters en casetes, cintas, dat, VHS.” Por su parte, Monteiro dice que “ese proceso tuvo además otros ingredientes; el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes [IENBA] estuvo encargándose de digitalizar las fotografías. Y todo esto forma parte del proyecto último de mantenimiento y digitalización del archivo”.

Además de las fotografías hay recortes de prensa, ensayos, cartas, servilletas con anotaciones, películas en miniDv y U-matic, la biblioteca personal de Zitarrosa y hasta un tucán embalsamado. Daniela Bouret –directora del teatro Solís– dice que “en las cintas de carrete abierto, por ejemplo, hay horas y horas en las que graba pajaritos, hasta escuchar el canto exacto y poder identificarlo. Era muy perfeccionista y además tenía una conciencia histórica; sabía que estaba generando un material para ser guardado. A todo le ponía fecha, lo clasificaba... sabía que estaba generando historia”.

Monteiro, en cambio, admite que no sabe “si era una cuestión para el futuro o era simplemente que él necesitaba tener eso cerca, pero era un documentador cabal: todo trataba de guardarlo. Están todas sus agendas, los contratos, las cartas, conversaciones. Por los temas musicales que grababa es clarísimo que detrás de eso había una intención personal, él componía de esa manera, se ayudaba con las cintas, silbaba una idea, tocaba algo con la guitarra. Muchos procesos de las canciones están en el archivo –como ‘Guitarra Negra’, ‘Violín de Becho’ y tantas otras–, desde la semilla inicial hasta el trabajo con sus guitarristas, cómo le transmitía sus ideas a los guitarristas, cómo interactuaba con ellos, silbando, tarareando, marcando cuando quería que entrara una guitarra u otra, qué le gustaba y qué no”. Girard dice que la vocación documental de Zitarrosa les allanó el camino. “Todo está identificado, todo fue guardado con un propósito”.

Desde el Archivo Zitarrosa, Monteiro cuenta que “en los 90 su familia se hizo cargo de cuidar el archivo, y hacia el fin de la década empezamos la primera etapa de mantenimiento serio”. Pero aún queda mucho trabajo por hacer. Monteiro recuerda que esta muestra “es parte de nuestra intención de que el archivo se acerque a la gente, darlo a conocer; y eso requiere mucho esfuerzo. Hemos buscado canales: hace muchos años, por ejemplo, editamos una serie que contenía fragmentos del archivo sonoro con la revista Posdata. Fue una serie de CD que contenían algunos recortes de ensayos, temas inéditos, preparación de canciones”. Por su parte, Daniel Sosa –director del CdF– cuenta que desde el centro están trabajando con particular interés en este tipo de archivos: “Desde hace tiempo nos estamos dedicando al tema músicos: organizamos la muestra sobre Hugo Fattoruso, hicimos Músicos con el Centro de Documentación Musical Lauro Ayestarán, y ahí nos vinculamos con otros archivos entre los que también hay fotografías. Nos pareció muy interesante que eso se difundiera y se exhibiera. Por ejemplo, estamos trabajando con la Fundación Mario Benedetti para hacer una muestra el año que viene sobre él, porque también cuenta con un acervo muy importante y su archivo personal pasa a ser patrimonio por el contenido que tiene, y por cómo uno se acerca a la vida de estas figuras y referentes”.

Detrás de escena

Además de la fotografía de Zitarrosa con la cámara, en las ruinas de Tulum, hay otras fotografías en las que el músico aparece con la cámara colgada al cuello. En una de ellas, que no tiene datos de autor, fecha, ni lugar, sostiene la cámara y mira con atención hacia su derecha como concentrado; en una de las últimas placas que cierra la muestra hay una copia de una plancha de contactos del fotógrafo Mario Navarro, de 1971, con cinco fotogramas en los que Zitarrosa toma fotos con una cámara réflex, con un teleobjetivo. Respecto de esto, Monteiro recuerda: “Él era muy aficionado a la fotografía, y de hecho muchas de las diapositivas que tenemos en el archivo están tomadas por él. Incluso antes de ser el Zitarrosa que todos conocemos, era cronista, y muchas veces él era el que tomaba las fotografías de las notas que cubría. Le gustaba mucho. Algunas fotos se nota que eran experimentales, o fotos que tomaba por el placer de la imagen”. Para Sosa se comprueba que a Zitarrosa le interesaba esta disciplina a partir del “valor que les daba a las fotografías; guardaba muchas fotos, bien cuidadas. Además de cómo estaba su archivo fotográfico y la cantidad de imágenes que contiene”.

Después de la plancha de contactos del Zitarrosa fotógrafo, la muestra cierra con 22 portadas de discos, una nota con algunos apuntes manuscritos que acompañan la cinta magnetofónica de una de sus grabaciones de “Guitarra Negra”, y termina con dos artículos que publicó en Marcha; el último, sobre Juan Carlos Onetti y Gardel. “El impacto de la muestra fue muy fuerte. Fue la que más se replicó en las redes sociales, y nos han escrito de otros países para llevarla. Además, este año se inauguran fotogalerías en Capurro y la Unión, y en Goes se inauguró una hace poco. La idea es que después la muestra sobre Zitarrosa, en una versión más reducida, pueda recorrer esas fotogalerías”, adelanta Sosa. En el Prado, la muestra se puede visitar hasta el 2 de diciembre.