De Brasil, de la llegada de Jair Bolsonaro al poder, se pasó rápidamente al análisis de los errores y aciertos de los progresismos latinoamericanos y a imaginar qué puede suceder en Uruguay a futuro. La mesa realizada en la noche del miércoles en la Facultad de Ciencias Sociales, coordinada por el docente del Instituto de Ciencia Política Diego Sempol, se tituló “Brasil, crisis y ultraderecha”, y estuvo signada por el pesimismo sobre el futuro de la región.
El historiador Gerardo Caetano afirmó que Brasil es motivo de preocupación por varios motivos. En primer lugar, porque los impactos de los “errores” del Partido de los Trabajadores (PT), entre ellos su involucramiento en esquemas de corrupción, “van a ser muy fuertes para los progresismos y para la izquierda latinoamericana”. “Lula es muchísimo más importante que Chávez”, graficó Caetano.
En segundo lugar, el historiador señaló que Bolsonaro es “un extremista, un ultraderechista”, “una figura extremadamente peligrosa” que ha afirmado principios antidemocráticos y ha propuesto una “arcadia regresiva en donde se combatan todos los derechos”. “Hoy nosotros tenemos instalada en nuestra frontera la posibilidad de una ruptura de régimen, de que haya una dictadura autoritaria civil-militar con un programa absolutamente regresivo, que además va a afirmarse en un pronunciamiento popular”, afirmó. “Hoy, la hipótesis de dictaduras cívico-militares, de autoritarismos de nuevo signo, de arcadias regresivas sustentadas en la violencia está arriba no sólo de la agenda del continente, también de la nuestra”, insistió.
En materia de política exterior, Caetano consideró que la asunción de Bolsonaro implicará una reorientación radical de las alianzas en el continente que romperá con pautas históricas de la política de inserción internacional de ese país, impulsando vínculos bilaterales con Estados Unidos. Consideró que el gobierno uruguayo debe manejarse con cautela, pero sostuvo que “con seguridad”, la administración de Bolsonaro “será un peligro permanente para Uruguay”.
El historiador alertó que Uruguay no es una “isla” en este contexto. “Bolsonaro expresa la gran tentación de todas las derechas en este momento, que es volverse ultraderecha. Y que nadie advierta que hay islas en el mundo que están liberadas de esta situación. Nosotros vivimos en sociedades en las que eventos que nunca imaginamos que podían ocurrir, ocurren”, advirtió. Consideró que uno de los aprendizajes que deja lo sucedido en Brasil es que la democracia es “un valor supremo, no un instrumento para”.
Caetano afirmó que las izquierdas deben, “hoy más que nunca”, volver a la idea de internacionalismo, porque “nadie se defiende solo” y porque además la derecha “hace décadas que tiene orientaciones internacionalistas”. Asimismo, el historiador llamó a defender la laicidad como un valor progresista. “Cuando el fundamentalismo religioso se mete en política, los peores monstruos se desatan. Hay que afirmar los derechos conseguidos; los derechos solamente son irreversibles cuando las sociedades se apropian de ellos”, sostuvo.
El vínculo con las bases sociales
Federico Graña, director de Promoción Sociocultural del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), evaluó que en Brasil hubo un “alejamiento total” del PT de sus bases sociales. Opinó que un error común en los progresismos de la región fue vaciar las organizaciones de base (porque los cuadros políticos se trasladaron al gobierno) y dejar de hacer un “trabajo capilar en el territorio”.
Como diferencia con la situación en Brasil, Graña consideró que en Uruguay los movimientos sociales son “muy independientes” del gobierno, y que en ese sentido “la tradición histórica de la izquierda uruguaya es un diferencial grandísimo respecto del movimiento social brasileño”. Puso como ejemplo todos los paros que el PIT-CNT le hizo al gobierno en este período en comparación con la ausencia total de paros generales en Brasil. “Y eso no es responsabilidad del PT, es responsabilidad en todo caso de los militantes del PT de la CUT [Central Única dos Trabalhadores]”, apuntó.
Graña consideró que la izquierda debería profundizar los intentos por crear “un nuevo universal” y evitar segmentar las luchas. La cuestión, evaluó, es “cómo pensar un ser político que sea consciente de que en realidad hay tres ejes de desigualdad: género, raza o etnia y clase social, y que no tengo que ser mujer para acompañar demandas de las mujeres, ni tengo que ser un trabajador organizado para darme cuenta de que existe desigualdad de clase”.
El director del Mides llamó a generar un proyecto político “que pueda combatir el discurso del neofascismo, que es un discurso que va a atacar la diferencia y que va a utilizar la diferencia entre sectores sociales, porque una persona que no es afro y de un asentamiento se preocupa porque alguien ingresó con una cuota o no, y ahí pega el racismo”. Graña remarcó que si bien hay dirigentes del Partido Nacional que adhieren a discursos antiderechos como el de Bolsonaro, otros en ese mismo partido no lo hacen. En ese sentido, llamó a generar “un frente amplísimo que pueda detener estos procesos”.