Resignada a que los ómnibus accesibles no pasen o no paren, Lucía Barboza, de 14 años, transita tres kilómetros de ida y tres kilómetros de vuelta en su silla de ruedas para poder ir al liceo todos los días. Lo hace acompañada de su madre o de su asistente personal y el trayecto le lleva entre media y una hora; no puede hacerlo cuando llueve, por lo que esos días se queda sin ir a clase. La historia no es en el interior del país, es en Montevideo y en una zona relativamente céntrica: su casa es en Belvedere y va al liceo 54, sobre Agraciada, en el barrio El Prado.
Lucía tiene 14 años y está cursando primer año de liceo; al comienzo del año le dieron a elegir seis materias, en todo este tiempo solo tuvo una baja que ya subió y ahora, por su buen rendimiento, le dijeron que rinda cuatro exámenes libres para pasar a segundo año. “Como que subestimaron que podía hacer todas las materias”, concluyó entrevistada por la diaria. El liceo le gusta. Dice que al principio pensó que iba a tener “bastantes problemas porque soy medio antipática con los gurises, pero no, nada que ver; la verdad que bien de bien”. Si llega tarde y hay alguno de sus compañeros sentado en su lugar, se lo dejan y con los profesores, si bien reconoce que al principio “para ellos fue raro y no sabían cómo ayudar, después se fueron acostumbrando”. El liceo 54, de Ciclo Básico, se inauguró en 2014; es grande, acuden unos 550 estudiantes y tiene cuatro pisos, pero cuenta con ascensor y rampas, por lo que es accesible para Lucía y su silla. “Está todo adaptado para silla de ruedas; si bien faltan cosas, por ejemplo ascensor tiene, entonces no tienen que bajar la clase”, comentó.
Cuando iba a la escuela tenía el mismo problema con el transporte, pero solo cuando el micro de la escuela 200 se rompía. Pero al pasar al liceo, este año, ir en ómnibus empezó a ser un problema diario. Lucía tiene artogriposis, un síndrome que le afecta las articulaciones de la cadera, pero puede escribir y moverse con mucha autonomía con su silla. De hecho, una de las actividades que más le gusta es ir al fútbol: juega al powerchair.
Sobre ruedas
Como otros adolescentes, Lucía se entusiasma cuando empieza a hablar del deporte que practica. Desde los nueve años es jugadora de powerchair o fútbol en silla de ruedas, un deporte que enfrenta a dos equipos de cuatro integrantes cada uno (tres en cancha y un portero); como en el clásico fútbol, el objetivo es meter goles en el arco contrario, y los jugadores mueven la pelota con una barrera especial que tienen las sillas, delante de sus piernas. Si bien el juego es mixto, era la única niña cuando empezó y es la única adolescente del equipo ahora. “Los gurises se adaptaron a que no son solamente varones”, comentó. Su equipo, Deportivo Montevideo, entrena todos los sábados, entre tres o cuatro horas, en la Plaza 7; un compañero la pasa a buscar para ir a las prácticas.
Los primeros días de clase pensó en tomarse dos ómnibus: uno hasta el Viaducto en Agraciada, y otro desde allí hasta el liceo. “Pero las rampas estaban rotas o directamente no me paraban porque tenían que bajarlas. Siempre te metían algo y me terminaba yendo caminando”. En el liceo averiguaron presupuestos por camionetas que fueran accesibles, pero “casi no hay”, y la posibilidad de ir en taxi le implicaba “un dineral”.
Con su madre, que está acostumbrada a caminar con ella, van rápido y ponen unos treinta minutos. Hay tramos en los que tiene que ir por la calle, porque “si bien han mejorado, hay veredas que no están para la silla”. Cuando tiene que bajar a la calle –todas las cuadras por Molinos de Raffo hasta camino Castro las hace por la calle–, su madre también baja a ponerse a su lado; los autos, de todas formas, “a veces se te mandan por adelante o te tocan bocina”.
Cuando llueve los profesores no le ponen la falta, “porque saben que con la silla no puedo ir. Me pasan los apuntes o las clases después los profesores”, contó. Lucía concurre a una maestra particular, que paga con recursos estatales, para hacer el seguimiento de las clases.
Con las seis materias que cursó encaminadas y con tutores para llegar a salvar libres las otras cuatro asignaturas, Lucía está determinada, en el corto plazo, a pasar a segundo año. Piensa seguir estudiando y terminar el liceo, y tiene ganas de estudiar la carrera de abogacía, que siempre le “llamó la atención”.
A la cancha
En estos días habrá dos competencias importantes para Lucía: el 30 de noviembre se juega la Copa Sudamericana, en la que jugará con la selección uruguaya, y el 1º y 2 de diciembre la Copa Powerchair Libertadores, en la que jugará con Deportivo Montevideo. Ambas serán en el Polideportivo de Las Piedras, con entrada libre y gratuita.
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