Julio Boffano estuvo 17 años vinculado a la iglesia católica. Recuerda que en los primeros años después de la dictadura, “la iglesia uruguaya era una iglesia muy comprometida”. Vivió 13 años en Roma, donde estudió teología y se desempeñó como sacerdote. Un día se alejó de la iglesia porque sintió que ya no era “funcional al sistema”. “Hay muchas cosas de la iglesia católica con las cuales yo no podía comulgar, entonces decidí que no era feliz con eso”, explica. Hoy es militante por los derechos humanos, docente universitario y comunicador institucional. Además, milita en el sector frenteamplista Participar, Articular, Redoblar, que lidera la diputada Cristina Lustemberg. Con él conversó la diaria sobre los puentes y cortocircuitos entre religión y política.

En diciembre volvés a Roma para acompañar un retiro de diversidad sexual y religiosa. ¿En qué consiste?

Consiste en algo muy simple: hay muchas personas vinculadas a la diversidad sexual que tienen una fe religiosa y una militancia estructural en alguna religión. En Italia, 98% eran católicos, y hacíamos un acompañamiento para que se sintieran mejor consigo mismos. Cuando alguien se iba a confesar y decía que era gay, homosexual o lesbiana, yo les decía: “Bueno, ¿y por qué eso sería un pecado?”, como pregunta para ayudar a la reflexión. Tuve denuncias por salirme de la ortodoxia, pero también a partir de eso conocí a muchas personas, algunas de las cuales siguen siendo mis amigos y amigas. Hacíamos un acompañamiento a personas que por ser de la diversidad sexual se sentían mal, se sentían con culpa, para liberarlas. Porque la religión es eso, o tendría que ser eso, sobre todo el cristianismo. Es libertad, es liberación. Y si vos creés que las personas son hechas a imagen y semejanza de Dios, ¿por qué tenés que sentirte mal, con culpa?

¿Hasta qué punto tienen autonomía los sacerdotes sobre estos aspectos? ¿Hay muchos sacerdotes que se salen de la línea ortodoxa?

Hay muchísimos, muchísimos. En la iglesia católica hay muchos curas y monjas con los que hay que sacarse el sombrero, con militancia y compromiso con los derechos humanos, que tienen otra interpretación. Porque la Biblia... el texto tiene su contexto histórico. Se puede justificar cualquier cosa con algo de la Biblia, pero es sacarlo de contexto. Entonces, decime dónde en la Biblia Jesús discrimina a las personas más vulnerables. Al contrario, es todo lo contrario. Si Jesús estuviera hoy aquí estaría militando por la ley para las personas trans, porque son las que tienen sus derechos más vulnerados. Y eso es lo que yo siempre dije, lo decía en mis homilías y en todos lados. Claro que tenía dificultades, pero también tenía dificultades cuando hacía bendiciones a las personas divorciadas. Pero la iglesia católica es muy amplia, no hay una sola visión de nada. Lo que pasa es que nosotros generalmente vemos la cuestión jerárquica, y si bien creo que en algunos temas, por ejemplo en los vinculados a los derechos humanos, en algunos aspectos han dado pasos para atrás, en otros se las han jugado en muchísimos lugares.

¿Cómo dirías que está hoy la correlación de fuerzas al interior de la iglesia católica entre las tendencias más progresistas y las más conservadoras?

El problema de responder a esto es que la iglesia es muy grande. Tenés a las monjas y a los curas comprometidos en los barrios populares, que son para sacarse el sombrero, y después tenés algunas de las jerarquías totalmente alejadas y con discursos que para mí tienen poco que ver con el ser cristiano, entonces hay una dificultad ahí. Hay una dificultad que también tiene que ver con que la iglesia católica ha ido dejando espacios, ha ido minimizando todo este movimiento de los neopentecostales. La iglesia católica, que dice que hace una opción por los pobres, en la práctica no lo está pudiendo hacer, pero tampoco lo está pudiendo hacer el sistema político. Incluso hay un bache en las políticas públicas que lo están ganando estos sectores. Considero que la iglesia católica se ha cerrado en algunos aspectos, siempre demora mucho en sus procesos, pero si se hace una lectura desde el Evangelio y con el corazón, creo que no le queda otro camino que volverse hacia las personas que más sufren.

¿La iglesia católica, como institución, estuvo en algún momento al lado de las personas más vulnerables?

Si vos estás hablando del Vaticano, te diría que no. Si estás hablando de la Conferencia Episcopal uruguaya, creo que sí, que ha estado y sigue estando, con más dificultades, porque considero que hay como una ola conservadora que está volviendo, también dentro de la iglesia católica.

Participás en el grupo de ex curas de Uruguay, ¿cuál es el objetivo de ese grupo?

Dentro de los ex curas hay de todo: hay quien sigue creyendo, quien no cree más, quien está enojado, quien está con más paz. Hay algunos con los que discutimos mucho por la cuestión de la diversidad. Lo único que tenemos en común es que somos ex curas, pero desde allí tratamos de construir una unidad para poder ayudar a los que siguen dejando. Porque dejar es un duelo, y al duelo hay que vivirlo, y a veces solo no podés. Yo no soy un tipo que esté criticando a la iglesia; al contrario, le debo mucho. Mucho de lo que soy es gracias a la iglesia católica. En este momento en el grupo estamos teniendo una gran discusión a raíz de los grupos neopentecostales, que tienen en algunos temas una rigidez y un uso político. Ellos buscan incidir donde encuentran espacios, porque quieren canalizar una disconformidad, un vacío que hay desde las religiones más tradicionales, pero también desde las políticas en la cuestión religiosa. Los neopentecostales hablan de la teología de la prosperidad, del Dios aquí y ahora. Es como muy elemental, muy simple el mensaje, pero es tan simple que termina siendo perverso. Porque es: si a vos te va bien es porque Dios está contigo, pero Dios está contigo a través de la intermediación de los pastores; si a vos te va mal algo habrás hecho para que te vaya mal, o estás pagando menos plata. Es una gran multinacional económica, no sólo desde la comunicación, y están llegando a las personas más pobres, que tienen los derechos más vulnerados, que tienen menos capacidad crítica. Están llegando desde hace mucho, ya desde la década del 90, a los lugares a los que la iglesia católica no ha podido llegar. El problema fue que la iglesia católica durante mucho tiempo minimizó a estos grupos, y ahora estamos viendo el poder que tienen. Pero también el sistema político los ha minimizado y dejó ese espacio. Ellos parten de todo lo que te da seguridad, y lo que te da seguridad es la familia tradicional: el papá, la mamá, los nenes. Todo lo que se salga de eso, toda la agenda de derechos, no sólo la diversidad sexual sino todos los avances de los derechos de las mujeres están siendo cuestionados, todo lo que los desacomode un poquito. Y como funciona mucho la autoridad, si vos sos un poquito crítico no está bien, entonces Satanás te está haciendo pensar determinada cosa. Es un discurso que es muy emotivo, y lo emotivo es fundamental, porque todos nos sentimos inseguros en distintos momentos de nuestras vidas, y si alguien te da toda la seguridad de que acá te va a ir bien si hacés lo que nosotros decimos y si pagás... Con esa base se explota a mucha gente. Ahí las políticas públicas tendrían que meterse, habría que pensar cómo. Es muy difícil porque aparentemente es voluntario, pero hay grandes estafas que se han hecho. Hay gente que ha perdido todo, entonces quizás hay que buscar el modo. Yo mismo hice el ejercicio de ir a la iglesia del pastor Márquez y a la nueva catedral de 18 de Julio a decir que era gay y que como era un pecado, a ver cómo me podían curar. Y pregunté por qué era un pecado, si éramos hechos a imagen y semejanza de Dios. Después de un ratito, me terminaron invitando a retirarme. No podés ser crítico.

¿Cómo ves la incidencia de los neopentecostales en política en Uruguay?

No es que se propongan directamente tener una bancada evangelista, pero sí se unen a personas que tienen algunos poderes para poder incidir desde distintos lugares, y eso lo están haciendo en muchos lugares de América Latina y en Uruguay está empezando a pasar, y va a pasar cada vez más. Y no sólo con algunos sectores de los partidos tradicionales, también con algunos sectores dentro de la izquierda.

¿Cómo se recuperan esos espacios que la política ha perdido?

Es algo que tenemos que pensar como sistema político, y en eso estamos muy lejos. Hay una gran ignorancia respecto de todas las cuestiones religiosas, prejuicios, y se minimiza el problema. Y el trabajo en el territorio y las políticas sociales son fundamentales, por supuesto. Hay que reflexionar mucho más y hay que empezar a integrar, porque mientras sigamos con esa tesitura de que somos laicos y lo religioso queda en lo privado nos van a seguir comiendo los espacios que dejamos, y está pasando, como en muchos países, que hay bancadas evangelistas que ejercen una gran presión y tienen una gran incidencia, violentando los derechos humanos.