“El auténtico coraje consiste, por tanto, en admitir que la luz que hay al final del túnel probablemente es el faro de otro tren que se acerca en dirección contraria”. Slavoj Žižek

Hace un año y unos días, en la sala Acuña de Figueroa del edificio anexo del Palacio Legislativo tuvo lugar una presentación titulada “La educación pública, sujeto de desarrollo”, a cargo de la doctora Ema Julia Massera. En formato de debate, la presentación planteó las siguientes preguntas de investigación: “En el actual contexto histórico de posmodernidad, ¿cómo abrir paso a la concepción de transformaciones?; ¿cuál es el papel de la educación pública?”. A partir de estas preguntas, Massera desarrolló el problema investigado, que se encuentra descripto por quien escribe en otro articulo publicado por este medio.

Dichas preguntas, además de vigentes y sin repuestas, se hacen visibles –entre otras cuestiones– con el posible advenimiento de la Universidad de la Educación (Uned). Los artículos que fueron publicados por diferentes actores educativos evidencian que la educación pública se halla determinada por una forma “analítica” que da origen a lo que la autora denomina “partes parciales autónomas”; a saber: Universidad de la República (Udelar), Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP, Consejo de Formación en Educación, Consejo de Educación Secundaria, Consejo de Educación Inicial y Primaria, Ministerio de Educación y Cultura, Plan Ceibal, Instituto Nacional de Evaluación Educativa, entre otras. Dicha forma analítica tiene origen en las diferentes teorías educativas enmarcadas en determinados contextos históricos y en instituciones educativas concretas; en Uruguay comienza con la pedagogía escolanovista (Escuela Nueva), continúa con la pedagogía tecnicista, sigue con las teorías críticorreproductivistas y con las teorías críticas, y en este momento estamos dentro de lo que se denomina pedagogía de la inclusión (o compensatorias). Esta última, manifiesta Dermeval Saviani (1983) en su post scriptum, es una respuesta no crítica a las dificultades educacionales puestas en evidencia por las teorías críticorreproductivistas; una vez que se acumulaban las argumentaciones de que el fracaso escolar se debía a factores externos1 al funcionamiento de la escuela, se trató de actuar sobre dichos factores, por lo tanto decir educación inclusiva significa pensar en que la función básica de la educación continúa siendo interpretada en términos de igualación social. Es decir, que para que la escuela cumpla esta función debe “compensar” las deficiencias cuya persistencia acaba sistemáticamente por neutralizar la eficacia de la acción pedagógica. No es casualidad que se encuentren buenas acciones pedagógicas aisladas, disgregadas, producto de esfuerzos a veces individuales y a veces colectivos, pero aún no se ha pensado en interpretar dichas acciones en conjunto, sino que estas son entendidas en función de tal o cual pedagogía, de tal o cual actor/a o comunidad o en función a su procedencia, es decir de tal o cual subsistema educativo o parte parcial autónoma (Udelar, Codicen, etcétera).

Esto hace que cada parte incaute y limite en su “supuesta autonomía” la posibilidad de transformaciones a la concepción especializada y analítica de cada parte. Ello muestra cómo cada parte produce regulaciones para sobrellevar los problemas, y a la vez hace de la educación un espacio regulador pasivo, adaptativo y reproductor de la sociedad y del sistema capitalista extractivista en el que estamos subsumidos.

¿Por qué cuando se plantea la posibilidad de creación de la Uned brota la autorreferencia desde el ámbito educativo de pertenencia y la necesidad de protección de un espacio considerado por algunos/as propio? Porque la mayoría de los actores educativos se encuentran posicionados desde y en la lógica de la forma analítica.

Si la Uned se concibe bajo la misma forma, está destinada al fracaso o a la reproducción de regulaciones. En uno de los artículos se menciona que la creación de la Uned implica “pensar una nueva institucionalidad autónoma”; esta acción, además de ser gigantesca, es muy importante, ya que debería ser capaz de hacer lo que otras instituciones –autónomas o no– no están haciendo, y es crear condiciones de transformaciones superadoras del capitalismo que nos está absorbiendo. De lo contrario vamos a continuar trabajando como hasta ahora, con autonomía prescripta, cada uno en su lugar de confort, desde la academia, desde la formación docente, desde la escuela o desde el ámbito que sea.

Para crear condiciones de transformaciones superadoras a las existentes hay que investigar, de lo contrario se puede fracasar, aclarando que la enseñanza no es investigación. Esta idea también se hereda de la Escuela Nueva, que buscó considerar la enseñanza como un proceso de investigación; se suponía que los asuntos que trata la enseñanza son problemas, pero estos eran desconocidos tanto por el docente como por los estudiantes (Saviani, 1983).

En este sentido, la enseñanza en la actividad áulica era comprendida como un proyecto de investigación. Esta forma de comprender la enseñanza (en puja con la pedagogía tradicional) termina diluyendo la diferencia entre investigación y enseñanza, empobreciendo a la enseñanza y, como dice Saviani, invisibilizando a la investigación. A su vez, vale decir que en Uruguay el ámbito destinado a la investigación es la Udelar, y en educación hay inflación de producciones socialmente pertinentes.

Este aspecto es central para pensar en esta nueva institucionalidad, porque nadie puede investigar si no domina los conocimientos ya existentes en el área en que se propone indagar; asimismo, la investigación no puede ser definida en términos individuales sino sociales, lo que significa que esta debería generar conocimiento de lo desconocido para la sociedad y no para inflar currículos personales. Este aspecto permitirá distinguir las investigaciones relevantes de aquellas, en palabras de Saviani (1983: 52), “seudoinvestigaciones de mentirillas, de la investigación en broma que, en buena parte, me parece [que] constituyó el manantial de los procesos nuevos de enseñanza”.

La propuesta de creación de la Uned debería analizar y debatir cuáles son las condiciones de base con las que parte, y hacer la diferencia con otras instituciones que reproducen políticas prescriptas.

Nada impide iniciar un nuevo camino y, si es posible, crear nueva institucionalidad, así como nuevas formas de economía, u otra sociedad, tratando de responder a una de las preguntas iniciales: ¿cuál es el papel de la educación pública en el actual contexto histórico? De lo contrario, se trata de la construcción de otra parte dentro del sistema educativo subordinado a la misma forma analítica, por lo que no se podría hablar de creación sino de reproducción de lo ya existente con algunas variantes.

El epígrafe de Žižek con el que iniciamos este artículo alude a que para abrir paso a la concepción de transformaciones, como puede ser la creación de la Uned, el sistema educativo público uruguayo y quienes trabajamos en él debemos tener el coraje para asumir que corresponde revisar la forma desde la que nos posicionamos y no seguir in eternum trabajando por separado, aferrados al lugar de pertenencia esperando ver otra vez la misma luz al final del túnel.

Massera, EJ (2017): “Autonomía y capacidad de concepción”. Disponible en emamassera.uy.

Saviani, D (1983): Escuela y democracia. Editorial Monte Sexto SRL. Montevideo, Uruguay.

Andrea Cantarelli es profesora de Ciencias Biológicas, licenciada en Ciencias de la Educación, magíster en Gestión Educativa y en Educación, Sociedad y Política, así como docente en el liceo Héctor Miranda y en el Instituto de Formación en Educación.


  1. Partes parciales autónomas: espacios especializados autónomos, separados y exteriores en relación con las demás instituciones; la educación pública se configura entonces como la suma de ese tipo de partes.