El lunes, un nuevo actor se sumó a la escalada diplomática entre Estados Unidos y Venezuela: Rusia. Ese día, el gobierno de Vladimir Putin envió dos bombarderos con capacidad para transportar armas nucleares al país caribeño. Fuentes del Kremlin explicaron que la idea no es “provocar un enfrentamiento con Estados Unidos”, sino “apoyar al gobierno del presidente Nicolás Maduro, algo que en casi todo el mundo hacemos mediante la manipulación de elecciones. Pero en el caso de Venezuela, como las elecciones ya de por sí son bastante turbias, tenemos que recurrir a la ayuda militar”.

El apoyo ruso llega prácticamente en el mismo momento que las denuncias de Maduro sobre un complot de Washington para asesinarlo. Según el mandatario, “los yanquis tienen una plan vil y cobarde para acabar con mi vida, que consiste en presionar a los poderes del Estado para que aprueben una norma mediante la cual el presidente deberá cobrar el salario mínimo durante dos meses”. Los expertos coinciden en que en Venezuela una persona que perciba el salario mínimo puede sobrevivir un mes y medio como máximo, por lo que recibir esa remuneración durante más tiempo es prácticamente una condena a muerte.

Desde Amnistía Internacional advirtieron: “De ser cierta la denuncia del presidente Maduro, estaríamos ante un hecho gravísimo. Porque no se trata sólo de que asesinen a un mandatario, sino de que lo hagan de una manera extremadamente cruel: su muerte sería una combinación de hambre y falta de medicamentos para enfermedades curables”.