En Argentina es muy fácil delimitar una fecha para hablar de “tango nuevo”, aunque la categoría seguramente quede chica y sea injusta, porque hablar de la forma “nueva” de un género, cualquiera que sea, implica una cantidad de complejidades que vuelven discutible cada parámetro usado para establecer la etiqueta. En 1969, por ejemplo, tenemos un hito del tango “nuevo” con el estreno de “Balada para un loco”, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Ahí hablamos de tango nuevo porque la forma de crear el género muta, se adapta a sonoridades nuevas para la época, expande sus límites entre lo que es y lo que no es tango (una discusión que viene desde un artículo aparecido en el diario La Crítica a principios del siglo XX) y aparece una creación nueva, una canción del género tango que resulta novedosa. Ahora bien, esa aparición, de la mano del trío compuesto por Piazzolla y Ferrer con la voz de Amelita Baltar, hace visible otra cantidad de obras nuevas que andaban dando vueltas o que nacieron posbalada. Así encontramos a Eladia Blázquez, a Héctor Negro, a Juanca Tavera, a Osvaldo Tarantino, a Raúl Garello, a Chico Novarro, a Julio Martín, a Mario Iaquinandi, a lo que luego se definió como “la vanguardia” del tango de los 70.

Salteando algunos puntos que podrían resultar más o menos relevantes en la historia del tango, podemos decir sin duda que el género, pasados los años 70, sufrió un congelamiento estético al estilo Grandes valores del tango, se detuvo a nivel popular y se volvió símbolo de una música pasada, de una nostalgia por lo que había sido. Claro que, como en secreto, siguieron sucediendo cosas en ambas márgenes del Río de la Plata, entre tangos de pura cepa y tangueces de las que la canción popular nunca pudo despegarse. Pero es en 1998 cuando algo vuelve a sacudir las cosas como en 1969 las sacudió el estreno de “la balada”, y es la aparición del tango “Pompeya no olvida” en el Festival Sadaic de la canción. Con autoría de Alejandro Szwarcman en letra y Javier González en música, contó con la primera voz de Patricia Barone. Y se reproduce el fenómeno de lo inédito: un tango nuevo que, además, trae un tema de la historia reciente: una abuela que busca a su nieta, desaparecida durante la última dictadura argentina.

Que la historia contemporánea atraviese el tango es algo que se ha dado poco; mientras los poetas del 22 en Buenos Aires hablaban de rascacielos, los tangueros impostaban una voz de barro y pampa que ya casi no existía. El tango padece demasiado el ubi sunt –en realidad, es su esencia–; ahora bien, a partir del estreno de “Pompeya no olvida” no sólo sucede que aparece un nuevo tango sino que, como en la década del 70, trae consigo a la luz todo un movimiento de tango joven: bailarines, poetas, compositores, arregladores, directores de orquesta. Se hace visible la idea de que hay, de que existe un tango de aquí y de ahora.

En Uruguay, sin embargo, es difícil delimitar una fecha exacta para el “tango nuevo”. Quizás una pueda ser el año 2000, cuando la Orquesta de Tango de la Ciudad de Buenos Aires, a través de la embajada argentina en Uruguay, regala a la ciudad el estreno del tango “Montevideo (Al sur del sur)”, con música de Raúl Garello y letra de Andrés Tulipano, que se estrenó en la voz de Gustavo Nocetti y que ya es un clásico de la Filarmónica de Montevideo. Sin embargo, lo cierto es que, muy discretamente, la creación tanguera nunca paró en Uruguay, y eso incluye a las tangueces de Bonaldi y de Amaro, las canciones urbanas del canto popular, al grupo Camerata y las obras de Manolo Guardia, algunos nuevos temas en la voz de Mariana García Vigil, temas de Leo Maslíah o de Fernando Cabrera con aire a tango, los tímidos primeros temas de Malena Muyala en el disco “Temas pendientes”; con mejores y peores resultados, siempre hubo, subyacente, una tanguez montevideana.

Hoy, otra vez, existe el tango nuevo en Montevideo. Y desde hace un tiempo se hace cada vez más visible: grupos, cantantes, orquestas, tríos, todos proponen, ya casi como un rito necesario, alguna composición propia. Quizá atravesamos una época en que las letras de los tangos tradicionales quedaron demasiado lejanas y necesitamos acercarnos al género por nuestra cuenta. Lo cierto es que todo esto se va a hacer visible el viernes 7 y el domingo 9 de diciembre en El Chamuyo, cuando tenga lugar Cambalache XXI, el primer festival de tango de compositores uruguayos de la actualidad. Organizado por el cantautor Andrés Pardo di Nardo, el festival contará con la presencia, el viernes 7, de Álvaro Caraballo, Jorge Alastra (Malajunta), Adriana Filgueiras, Andrés Deus, Sebastián Rey (Ricacosa), Giovanna, Hugo Rocca (Proyecto Caníbal Troilo), Pablo Fagúndez y Fabricio Panky Breventano. El domingo 9 estarán Estefanía Melonio, Brian Alfonso, Martín Tejera (Ricacosa), Giovanna, Valentina Estol, Lucía Merico & Eduardo Mauris, Pardo Di Nardo, Carlos Gómez, Gabriela Morgare y Fabián Arocena (Tatango Orquesta).

La idea es dar cuenta de un nuevo repertorio de canciones ciudadanas que adscriben al género tanguero, mostrar las nuevas estéticas del tango que aparecen en las generaciones más jóvenes y que lo ponen como protagonista eterno, y ofrecer aportes y canciones que, ya sea que pasen o que queden, son necesarias para la movilidad del tango, como lo fueron desde el principio. De aquí en más, cada época tendrá el tango que se merezca.

Cambalache XXI tendrá lugar hoy (21.00) y el domingo 9 (20.00) en El Chamuyo (25 de Mayo 591, ex Espacio Guambia). Las entradas tienen un costo de $ 250 y el abono para ambos días es de $ 400. Se pueden hacer reservas al 099719120.