A lo largo de su historia, Cinemateca Uruguaya (CU) exploró las infinitas posibilidades expresivas del cine y fundó un nuevo orden alfabético con los nombres más impensados, a la vez que rescató, conservó y facilitó el acceso a un invaluable universo cinematográfico. Desde este horizonte que ensaya mutaciones constantes, hoy CU inaugurará sus tres salas en el edificio de la Corporación Andina de Fomento (en Bartolomé Mitre y Reconquista, detrás del teatro Solís), con tres funciones especiales para invitados: el estreno local de Roma, del mexicano Alfonso Cuarón (que se mantendrá en cartel), La noche de 12 años, del uruguayo Álvaro Brechner, y Nuestra hermana pequeña, del reconocido director japonés Hirokazu Koreeda. Mañana abrirá sus puertas al público con un ciclo de evocación a Ingmar Bergman (cada película será presentada por un crítico, y el jueves 20 le dedicarán una mesa redonda), la muestra de cine Radical, vinculada a producciones que se desvían de las corrientes principales, y el festival Márgenes, dedicado a las nuevas narrativas audiovisuales. En paralelo, la nueva sede también albergará al Centro de Documentación Cinematográfica, que, además del acervo, contará con una biblioteca y préstamos a domicilio, renovando sus múltiples modos de comprender y expandir el cine. Sobre estas novedades y la nueva programación conversamos con su directora, María José Santacreu.
Hace unos años, el mexicano Fernando Osorio nos decía que una entidad privada como CU le había resuelto al Estado el problema de la preservación, la educación y la formación, y se preguntaba qué estaba esperando para apoyarla. ¿Es una deuda saldada?
Creo que lo que hizo el Estado fue sacarnos de las condiciones de precariedad de la exhibición y posicionarnos en un lugar muy distinto. La pregunta es difícil de responder, porque CU parte de un modelo inusual de cinematecas; depender del mercado de la exhibición para preservar es una ecuación difícil.
¿No hay cambios en ese modelo de sustentabilidad?
No hay cambios, pero ahora estamos en mejores condiciones para competir en el mercado de la exhibición. Además, varió el apoyo del Estado: en la época de Manuel [Martínez Carril, su fundador] no existía, y ahora contamos con un apoyo votado en la Ley de Presupuesto, y trabajamos mucho por él. Esperamos que después de los cuatro años se mantenga.
¿Cuál es el apoyo?
A CU se le designan cuatro millones de pesos para que haga sus actividades de preservación, y también para las contrapartidas (por ejemplo, les guardamos los nitratos [de celulosa] al SODRE). Históricamente, tuvimos que pensar cómo sobrevivir, y eso generó una adrenalina que siempre apuntó a captar la atención del público. Eso es bueno porque reactiva y evita lo usual, pero sigue dependiendo de que la gente se asocie y la apoye.
En ese sentido, ¿piensan sumar actividades complementarias?
Tenemos muchos proyectos, y en la medida en que nos vaya bien con la exhibición y nos posicionemos en un lugar un poco más solvente, podemos invitar a realizadores y pensar otras actividades. Es circular: que la exhibición sea relevante, que la gente responda, que haya recursos para reinventar actividades... Nuestra intención es transformar a CU en una suerte de centro cultural en el que siempre haya una película que te interese, y que también haya una presentación de libro en el café, un director dando una charla, o un curso de formación de crítica de cine en la tarde. Ahora, por ejemplo, habrá una muestra fotográfica de Bergman. Nuestra intención es transformarla en lo que fue. Uno de los momentos instalados es cuando llega el boletín y vos mirás qué viene. Ya estamos pensando en eso que te sorprende o te entusiasma de la programación o los invitados; sólo nos falta estar en las nuevas sedes y ver realmente cómo se responde a las cuatro funciones con trasnoche, y, en la práctica, hacer los ajustes necesarios. Tenemos un modelo de Cinemateca en mente, y ahora haremos la prueba de campo: veremos si es verdad que va a ir gente a las 16.00, veremos cómo funciona un trasnoche en Ciudad Vieja. Estamos ansiosos por verlo, porque las salas son increíbles y la gente va a quedar contenta. Hay una alegría que va más allá de la Cinemateca, y tiene que ver con que la ciudad tenga estas salas. Es un regalo, una ofrenda increíble a la gente para que diga “puedo salir e ir de nuevo al cine”. El hecho de que sea CU te permite un tipo de cine, y, siendo socio, con precios accesibles: la posibilidad de ver un ciclo de Bergman, la muestra Radical, el festival Márgenes y todo el BAFICI [Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente] itinerante gratis, y después ir a los estrenos y pagar 50 pesos, justifica la existencia de las salas.
Cafetería
A las tres salas de última tecnología, proyección en fílmico y digital se sumará una cafetería, que comenzará a funcionar a horario continuo en marzo, y hoy, a partir de las 13.00, obsequiará café. El local será parte del mismo colectivo que está a cargo del café La Farmacia y, según adelantó a la diaria, se propone ayudar a reconstruir la identidad de la CU. Junto al servicio de cafetería habrá ofertas gastronómicas, y se apostará a la posibilidad de trazar un circuito, mediante una red social no virtual, que también abarque a La Farmacia y otros locales, ofreciendo –por ejemplo– promociones cruzadas.
¿A esto se referían cuando en el último boletín planteaban la posibilidad de que “el mejor cine” fuera accesible para todos?
Nosotros vivimos una instancia bisagra: tenemos una CU que viene del modelo creado por Manuel, que es muy valorado por gente de determinada edad, pero creo que falta un paso para que esto mismo que nosotros agradecemos y valoramos les pase la posta a las generaciones siguientes. Es preciso que eso que fue CU para nosotros vuelva a serlo para los más jóvenes, que no vivieron aquel modelo, en el que salías del liceo y te ibas a Cinemateca a ver algo que seguramente era bueno, porque confiabas en el criterio de programación y porque te había dado a conocer algo que te había interesado. Eso que nos sucedió a nosotros y nos llevó a conocer tantos directores es lo que falta ahora. Hay que alcanzar a esas generaciones que, por ver cine de otra manera, terminan accediendo a lo mismo de siempre. Sobre todo ahora, que pueden encontrar un lugar más acorde a lo que están acostumbrados, porque cuando antes daba charlas a chiquilines de secundaria tenía que explicarles dónde estaban, por qué era así la sala, qué era ese cine de 800 butacas. Lo que nos da esta nueva Cinemateca es la posibilidad de llegar a estos jóvenes de la misma manera que llegó a nosotros. Eso es una alegría extra, porque creo que la tarea de formación de espectadores, tan importante para nosotros, puede adquirir mucho más impulso. Creo que esto es parte de la apuesta que hace el Estado al darnos estas salas, y lo hace porque cumplimos esa función y porque hay un interés en que la siga cumpliendo, además de la conservación y la democratización del acceso.
Hablando de estas generaciones, ¿creés que es posible conquistar nuevas complicidades?
Tenemos claro que la relevancia de la Cinemateca de los 80 excedía lo cinematográfico. Ser socio implicaba que te gustaba un tipo de cine, pero también implicaba cierta postura respecto de las libertades, de la cultura. Pero es un poco triste que el momento en que mejor le fue haya sido la peor época del país. Lo que se puede recuperar es esa idea de que el cine que se exhibe tiene que ver con un cine que te permite salir de una narración, de un esquema mental. Que hay otras cosas.
Otros hábitos de consumo.
Claro, del hábito de ver lo mismo, porque en la industria los relatos se producen de una manera automática con mecanismos muy repetidos, y existen otras maneras; lo único que hay que tener es voluntad de salir de la caja y decir: “Esta es una película un poco más lenta”, o “más fragmentada”, pero que seguro se recordarán más que las estándares. Creo que lo que está oculto ahora, y que es lo que pretendemos sacar a la luz, es que, más allá de que seamos Cinemateca y más allá de que esta sea una puerta estatal a la formación de espectadores, lo central es que las películas están buenísimas, y que te abren un universo, como lo hizo con muchas generaciones anteriores. Lo que queremos es que tengan la posibilidad de verlas. ¿Por qué voy a elegir escuchar la voz de una sola persona cuando puedo escuchar a muchas que cuentan distinto, hablan de diferentes experiencias y pueden ver las cosas desde otro lugar? Hay mil historias que merecen ser contadas. Eso es lo que queremos poner a disposición, y las nuevas salas nos dan la posibilidad de hacerlo mejor. Lo hacemos con la esperanza de que haya mucha gente dispuesta a verlo, gente que además tenga paciencia, porque no es algo inmediato. La hiperdisponibilidad provoca que la gente consuma lo que le sea más fácil, porque cree que no tiene tiempo. Hay tanto para hacer y tantas películas para ver, que, si no se le da tiempo, todo se vuelve más mediocre. Así, siempre te vuelve a gustar lo que ya te gustaba. Esta otra actitud es la que nosotros queremos recuperar y propiciar en el nuevo público; esa función es la que pretendemos recuperar.
Más allá de que cambió el rol del boletín, ¿cómo se traslada esto a la programación?
El modelo de programación era muy rígido para las posibilidades de hoy, porque se programaba con un mes de anticipación y eso no te permitía reaccionar ante nada. Ahora gestionaremos ciclos con una fecha fija, porque es necesario armar un calendario, pero con los estrenos queremos poder reaccionar a lo que sucede: se anunciarán estrenos, pero con la flexibilidad de que puedan surgir otros, porque no queremos negarnos a que aparezcan otras posibilidades, y queremos responder más rápido a lo que sucede. Seguimos dependiendo de la exhibición, y no está bueno que una película se mantenga tres semanas si a la gente no le interesó. Acá tenés la posibilidad de mantenerla en un horario, y en otra sala estrenar una nueva. Y si hay una buena película en el circuito comercial y se queda sin sala, puede pasar a Cinemateca. Hoy en día, los [hermanos Jean-Pierre y Luc] Dardenne y los [hermanos Mika y Aki] Kaurismäki estrenan en el circuito comercial. Volviendo a la función histórica de CU, hay directores que estrenaron sus seis primeras películas acá, pero la séptima pasó a ser distribuida en el circuito comercial, y esa no debe quedar fuera de Cinemateca, porque tenemos un tipo de perfil que puede trabajar en combinación con el circuito comercial, sobre todo cuando este tiene menos pantalla para ese tipo de producciones. Es una situación en la que todos ganan.
Cine Nacional
¿Qué lugar ocupará la producción nacional?
Hoy al cine uruguayo lo ves en el estreno. Antes también estaba la posibilidad de acceder al DVD, pero ahora casi dejó de editarse. Entonces, si querés ver El ingeniero [2012], por ejemplo, no podés. Queremos que se pueda conocer la historia del cine uruguayo y, si es posible, volver a pasar aquello que esté en 35 mm, además de hablar con los productores para reestrenar películas que se vieron en su momento y que después se volvieron inaccesibles. También pensamos hacer una sección de archivo que no necesariamente incluya ficciones o documentales: pueden ser noticieros, la filmación del entierro de José Batlle y Ordóñez, las huestes de Aparicio Saravia, o las carreras de bicicletas. Queremos que se sepa de qué hablamos cuando hablamos de cine uruguayo, que se conozca su recorrido.
¿Cómo pensaron la apertura, entre el ciclo de Bergman, la muestra Radical y los estrenos?
Como apertura pensamos en una película. Pero después, hablando con Gerardo Grieco, que está trabajando con nosotros, de parte del MEC [Ministerio de Educación y Cultura] y la Intendencia [de Montevideo], él propuso por qué no comenzar ya con la nueva Cinemateca. Nos gustó la idea de mostrarla en funcionamiento.
¿Qué implica volver a contar con un proyector de 35 mm?
Abre una discusión dentro de Cinemateca. Porque hay muchas escuelas con respecto a la exhibición: hay que determinar qué películas pasamos en 35. Si está rayada, ¿va o no? Hay gente que defiende que sí. Por eso, comienza un proceso que va a llevar tiempo, porque volveremos a trabajar con el archivo, y a considerar que algunas no están en condiciones, y muchas otras, sí. El tema del 35, de que la película se dañe y tenga problemas físicos por ser exhibida; es una decisión que ya tomó Martínez Carril: ahora hablamos de Cinemateca porque él tomó la decisión de pasar estas películas. Guardarlas ni siquiera garantiza la preservación, porque dos películas de la misma época tienen comportamientos distintos; depende de muchos factores. Manuel optó por que el archivo de Cinemateca se exhibiera hasta el cansancio, y por eso vos supiste lo que había. Fue una actitud muy consciente de Manuel, no sólo porque de ahí surgían los recursos, sino porque era un modelo que dividió a la Federación Internacional de Archivos Fílmicos, entre unos que decían que un archivo debía exhibir, y otros, guardar. Podés no estar de acuerdo, pero esta es una manera de entender la Cinemateca.
¿O sea que esto también se convierte en un homenaje a Martínez Carril?
Obviamente. La Cinemateca que tenemos nos importa porque Manolo demostró lo que era el archivo. Nosotros continuamos esa idea. Claro que hay películas que se rompieron, pero las rompió para que vos las veas. Conseguir, comprar y exhibir las películas fue su homenaje a los demás. Así formó a una generación de espectadores. Ahora volveremos a trabajar el archivo, y ojalá se generen discusiones.
Nuevos socios
Hasta el 30 de diciembre hay tiempo para convertirse en socio refundador (390 pesos por mes): en la pantalla de la sala –y la web– habrá un roll con los nombres de estos socios, como un modo de homenajear a los asociados de siempre. Luego, la cuota individual será de 520 pesos y la entrada general de 220 pesos.
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