Pocos lugares hay en el país mejores que el Centro Universitario de la Región Este (CURE) de Rocha para dar el curso Arqueoastronomía y Astronomía en la Cultura: si bien están esparcidos por buena parte del territorio, es en el departamento rochense donde se concentra buena parte de los cerritos de indios. De hecho, la llegada del docente César González-García, del Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela, España, está vinculada a una investigación que relaciona al cielo con las construcciones que nuestros antepasados elevaron en Rocha.
Al ver los títulos de González-García podría pensarse que alguien cometió un error y que su visita a Uruguay no debería tener que ver con los constructores de cerritos: es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Astrofísica por la Universidad de Groningen, Holanda. Sin embargo, la arqueoastronomía es justamente una disciplina que une al cielo con las culturas y en la que conocer la mecánica de los cuerpos celestes es tan pertinente como desenvolverse en la antropología. Al intentar definir la disciplina de una forma no académica, González-García comienza diciendo que si uno toma un libro de divulgación de astronomía, “seguramente diga que le hemos dado la espalda al cielo, pero eso no es del todo cierto”. “Ahora mismo se mira muchísimo más el cielo de lo que se ha mirado en cualquier otro momento, lo que sucede es que se mira con otros ojos, con otra mirada”, agregó. La arqueoastronomía pretende desentrañar esa otra forma de mirar el cielo, así como la influencia de esa mirada en las sociedades del pasado.
Escrito en las estrellas
Uno no deja de pensar que, de alguna manera, seguimos mirando el cielo en busca de respuestas. Al medir la radiación de fondo, al capturar las ondas gravitacionales y al apuntar nuestros radiotelescopios intentamos determinar cuándo y cómo empezó el Universo, de dónde venimos, si somos el único planeta que alberga vida. Pero para González-García, “cuando miramos al cielo para encontrar las ondas gravitacionales o las primeras señales tras el Big Bang, lo hacemos de acuerdo con un modelo que predice que tendríamos que encontrar determinadas señales en ciertos rangos del espectro”, y eso es casi lo opuesto a lo que sucedía antes, cuando “lo que hacía buena parte de las culturas del pasado era proyectar en el cielo las imágenes de su propia cultura”. “Es decir, veían en el cielo aquello que veían en su vida cotidiana, o proyectaban en él sus mitos y sus leyendas. Incluso interpretaban lo que veían de acuerdo con sus vivencias del día a día”, explicó. Claro que ese mirar al firmamento no se limitaba a eso. González-García, que ha estudiado desde dólmenes de los celtas hasta la orientación de las iglesias de Galicia, también afirmó que “en muchas sociedades ha servido, por ejemplo, también para marcar orientaciones que nos dicen por dónde van a salir los astros en cierto momento, lo que permite fijar ciclos de tiempo y calendarios, para organizar las actividades cotidianas y rituales o para organizar el propio territorio”.
El curso que González-García dicta en el CURE de Rocha está dirigido a profesionales y estudiantes avanzados de arqueología, antropología, historia, diseño de paisaje y turismo, además de a profesionales, docentes y aficionados a los que les interese la temática. Es que la arqueoastronomía surge como una disciplina interdisciplinaria, y uno se pregunta si no hay puntos de fricción entre astrónomos y arqueólogos. González-García entiende de que esas fricciones son deseables: “Si no hubiese tensión, no habría avances. Esas fricciones posibilitan que haya puntos de encuentro, porque si se dan es porque no compartimos un lenguaje común que hay que construir en el camino. Esas discusiones facilitan que uno explique lo que el otro no entiende, ya sea un antropólogo explicándoselo a un astrónomo o viceversa”. De hecho, entiende que la disciplina implica cierto cambio de mentalidad al abordar los fenómenos: “Cuando comencé, el docente Juan Antonio Belmonte me dijo que uno tiene un montón de técnicas cuando es astrónomo, pero que tiene que cambiar la forma de pensar. Uno tiene que entender que lo que está midiendo no son galaxias que se formaron de tal o cual manera, no son planetas en torno a una estrella, sino, por ejemplo, iglesias o monumentos monolíticos que ha construido alguien que tenía una motivación para construir aquello”. Este cambio de mentalidad implica aportar información que, sumada a otra brindada por arqueólogos, antropólogos e historiadores, “permite construir una imagen que te da un contexto para lo que estás investigando”.
Los mercaderes del templo
A la astronomía le llevó tiempo y esfuerzo despegarse de la astrología, al punto de que aún hoy se les pregunta a los astrónomos por las superlunas. Eso, sumado a un resurgir de la espiritualidad y mirar a los pueblos del pasado para solucionar el vacío existencial del presente, puede hacer que la arqueoastronomía tenga que lidiar con charlatanes como los que interpretaban que los calendarios mayas predecían el fin del mundo para 2012.
González-García afirma que si bien “el auge de las seudociencias es un problema muy grande, sobre todo si sus conclusiones son que esos calendarios te indican que se va a acabar el mundo”, por otro lado “eso también es una parte de la astronomía que nosotros tenemos que investigar, porque es parte de una imagen de la astronomía que tenemos en la sociedad actual”. También reconoce que se produjo el fenómeno opuesto: “Durante mucho tiempo la arqueoastronomía ha tenido muy mala prensa entre la arqueología por pasarse de frenada, por intentar explicar de más algunos de los datos que se proponían”. Esto lo lleva a establecer una escala del tipo de trabajo “que se puede aplicar a cualquier investigación” en la que haya distintos grados de especulación (ver recuadro).
La conexión local
González-García ha estudiado la relación entre construcciones humanas de distinta índole –celtas, mayas, romanas, de la cultura del hierro– y la astronomía. Por eso el Laboratorio de Arqueología del Paisaje y Patrimonio del Uruguay (LAPPU) lo convocó para participar en un proyecto de investigación y desarrollo sobre los procesos de monumentalización y los cerritos de indios, financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República. La arqueóloga Camila Gianotti, que investiga en el CURE de Rocha y forma parte del LAPPU, maneja la hipótesis de que los cerritos podrían tener una orientación relacionada con el cielo, y la visita de González-García permitirá comenzar a investigar en esa dirección. “Desde que llegué hemos hablado de cómo son estos cerritos, dónde están, cómo se disponen en el paisaje. Me han enseñado las cosas que han encontrado en las excavaciones y sus hipótesis de por qué están allí, quiénes los construyeron, cómo cambian con el tiempo”, contó el experto español. Con toda esa información, los arqueólogos del LAPPU visitarán los cerritos de indios rochenses junto a González-García luego de que termine el curso: “Iremos y tomaremos medidas en el terreno. Una vez que tengamos medidas y ciertos patrones, podremos definir de una manera más clara por dónde empezar una colaboración, y abrir una línea de investigación en astronomía de la cultura, que sería novedosa en Uruguay”, afirmó.
Para González-García hay mucho potencial para este tipo de investigaciones: “No son estudios que se centren sólo en el aspecto de medir orientaciones, sino que la imagen del cielo de los pueblos del pasado nos llega de formas muy diferentes. No sólo se trata de los objetos más o menos monumentales, también vemos eso en otros soportes. Hay un buen campo de trabajo con un potencial amplio para añadir granitos de arena a la comprensión de estos pueblos del pasado”. Y cuando González-García habla del pasado, no hace falta irse hasta la prehistoria americana: en referencia al problema de la contaminación lumínica, que impide ver la mancha blancuzca de la Vía Láctea desde cualquier centro poblado, sostuvo: “Al comparar con un par de generaciones atrás ya se notan los efectos”. Enseguida mencionó un ejemplo: “Hace poco, encontramos que dentro de la propia Catedral de Santiago de Compostela hay un efecto de iluminación que consiste en un rayo de luz que entra, en el momento de la puesta del sol, en determinados días del año, e ilumina al santo que los peregrinos vienen a saludar al final del camino. Eso se conocía por documentos que encontramos, pero se había perdido porque en la década de 1960 se instalaron focos para iluminar el altar a la hora de la misa. Obviamente, al colocar los focos se pierde esa teatralidad de tener el rayo de sol iluminando solamente la imagen del santo. Esto muestra que hay efectos de contaminación lumínica incluso dentro de los edificios”.
Es que para los que vivimos en centros poblados con luz artificial, como ya denunciaran Los Olimareños, el cielo que vemos no es el cielo de nuestra tierra. González-García lo reafirma: “Toda esta contaminación que estamos echando a la atmósfera nos está impidiendo ver las cosas como se veían en el pasado”. En esto radica la importancia de la arqueoastronomía: “Ya que esa es una de las cosas que hacen que, muchas veces, no entendamos cómo es que la gente del pasado miraba con tanto interés lo que ocurría en el cielo. Es que nosotros lo hemos perdido”.
Especulando sobre la especulación
César González-García afirma que la especulación puede ser parte de la ciencia, pero no exclusiva de ella. Para eso traza una línea que va desde la ciencia más dura hasta la supercharlatanería. Afirma el astrofísico de Valladolid: “Lamentablemente, el paso de la cuarta a la quinta categoría es muy fácil”.
1. Trabajo basado en datos: es cuando uno hace “un trabajo formal, siguiendo todas las reglas. Sacarás tus artículos, te los publicarán en todas partes y serás un científico con todas las de la ley”.
2. Especulación seria: “sería también un trabajo formal, pero en el que haces algunas especulaciones que te pueden permitir avanzar, porque por ahí puedes introducir algunas hipótesis que te abran caminos nuevos. Este tipo de especulación suele hacerse en cualquier ciencia”.
3. Especulación simpática: “Ya va un poquito más allá. No está basada en hechos, y es lo que probablemente nunca publicarías en ningún sitio. Es una especulación que se te puede ocurrir en el campo, pero te la guardas y no la publicas”.
4. Especulación salvaje: “Ya se te ha ido la olla completamente. Empiezas a decir locuras de cualquier tipo, como que los mayas predijeron el fin del mundo”.
5. Making money: “Consiste en tomar la especulación salvaje, ponerla en un libro o en charlas en las que cobras 100 dólares la entrada y buscar forrarte de dinero”.