La arquitecta y urbanistas brasileña Raquel Rolnik advirtió ayer sobre una nueva ola de “financialización” de la vivienda, que empezó en Estados Unidos y Alemania pero ya se trasladó a Chile y Brasil. La cuestión es que los grandes capitales financieros han adquirido inmuebles libres en zonas céntricas de las ciudades, no para venderlos sino para alquilarlos, y se habla de financialización para explicar el creciente peso del sector financiero en la economía, con procedimientos que apuntan a monetarizar cualquier producto del trabajo, a fin de hacer más fáciles las transacciones.
La experta presentó ayer el libro La guerra de los lugares, en el marco del ciclo de conferencias “Diálogos urbanos” organizado por la Intendencia de Montevideo.
La hipótesis de Rolnik es que existe un proceso global en el que el capital financiero configura un “nuevo imperio colonial”. Se trata de una ocupación territorial que capta parte del espacio urbano, quitándoselo a quienes lo ocupaban y generando así paisajes similares en ciudades tan distantes entre sí como Dubái o San Pablo. “También es una ocupación cultural, porque impone un paisaje” que cambia la relación entre la gente y la ciudad, sostuvo. Este comportamiento no es algo nuevo en el capitalismo, pero ahora hay diferencias por el aumento de la escala de operaciones y la “inmensa masa de capital disponible”, alegó.
Según Rolnik, otro fenómeno muy importante para entender cómo los flujos financieros han pasado a ser decisivos para la posesión del espacio construido es la “titularización: una operación que transforma objetos fijos en papeles abstractos, en activos que representan el derecho a una renta futura asociada con un edificio, un proyecto o un shopping”. Esto determina que los capitales financieros puedan entrar y salir de los países sin que “pedazos” de los emprendimientos sean transferidos de una persona a otra; “no hay escrituras”, y el futuro del lugar queda sujeto a la especulación del capital financiero. El Estado tiene un rol “protagónico” para que estos procesos sean posibles, porque no sólo facilita la entrada de flujos financieros sino que al mismo tiempo destruye otras formas de existencia que no están sometidas a la lógica del capital.
“La condición esencial para permitir que el capital financiero se apodere de nuestras ciudades con mucha intensidad es el hecho de que hay una sola forma de relación entre las personas y el espacio: la única forma legítima es la propiedad registrada”, sostuvo la experta. Esa es una de las razones que explican la crisis en España, Irlanda o Estados Unidos, donde el acceso al crédito hipotecario tuvo como condición que las propiedades quedaran en manos de los bancos; en consecuencia, las hipotecas “también comenzaron a circular en el mercado internacional y fueron vendidas varias veces”, hasta que, “cuando estalló la burbuja, quienes pagaron los platos rotos fueron las familias, que se quedaron sin casa y con la deuda”, sintetizó. Según Rolnik, se demostró de esa manera que no era verdad que el acceso a la vivienda propia fuera “la más segura de todas las tenencias”, y a esto hay que sumarle que los grandes perjudicados, por ejemplo en Estados Unidos, fueron las comunidades afro y los migrantes, en especial los llamados latinos.
Lo que quedó afuera del modelo impuesto por los grandes capitales, de acuerdo con el relato de la urbanista, “son los paisajes para la vida”, que siempre son definidos por sus carencias: se los llama asentamientos ilegales, pero dijo que no son ilegales, porque si lo fueran todos sus habitantes estarían presos. “Estos márgenes son esenciales para el capital, y están en un lugar transitorio permanente”, como las favelas de Río de Janeiro, donde la Policía entra a los tiros y sin duda hay narcotraficantes que siembran violencia, pero es dudoso que la Policía busque del mismo modo violento a los narcos de Ipanema, reflexionó.
Por su parte, la planificación urbana ha sido en realidad un “instrumento de negación de derechos”, ya que si bien ha mejorado la calidad de vida de las personas, produce sus propias marginaciones cuando se desaloja a personas de asentamientos para trasladarlas a otros lugares “organizados” por “una imposición colonialista”, sostuvo Rolnik. Así se intenta implantar un modelo único de ciudad, “que nunca es para todos”, remató.
La única manera de salir de esta lógica, según la especialista, es la lucha organizada y la ocupación de los espacios. Afirmó que el concepto de propiedad privada consagrado en la forma política del Estado liberal tiene sólo 250 años, y fue durante el Iluminismo cuando se consagró “el proyecto utópico de una democracia de propietarios libres”, en el que “se construyó la idea de que la propiedad, la libertad y la ciudadanía son una sola cosa”, que se empezó a concretar en el siglo XIX con los Estados-nación.
Hoy las personas que buscan transformar esta realidad desde el interior del Estado liberal no entienden que este “no ha sido construido para garantizar a todos y todas la posibilidad de una existencia digna”, y que por eso enfrentan tantos obstáculos el planteo de alternativas y los intentos de concretarlas, aseguró.