Un estudio financiado por la Agencia Nacional para la Investigación y la Innovación y llevado adelante por el Institut Pasteur de Montevideo, la Intendencia de Montevideo (IM) y el Laboratorio Tecnológico del Uruguay, permitió determinar que en el saneamiento de la capital, y también en algunas de sus playas, se encuentran genes de resistencia a los antibióticos. Los resultados de esta investigación, adelantados por Gregorio Iraola, de la Unidad de Bioinformática del Institut Pasteur de Montevideo, en una charla abierta para científicos, prensa e interesados, podrían llevar a extraer conclusiones tan precipitadas como equivocadas: que en el saneamiento se hayan encontrado estos genes que confieren resistencia a la acción de los antibióticos no quiere decir que estemos ante una nueva amenaza ni que el peligro nos aceche. La realidad es un poco menos escandalosa y bastante menos glamorosa: la investigación es apenas una muestra de lo que sucede en los intestinos de los montevideanos, que a su vez es una consecuencia de lo que están recetando los médicos en nuestras mutualistas y hospitales.

El estudio

Para entender la investigación realizada hay que dejar en claro un par de conceptos. Por un lado está el del microbioma, que refiere a la totalidad de microorganismos, como las bacterias –y sus genes– que hay en un ambiente, que puede ser un organismo o parte de él. Podríamos, pues, hablar del microbioma –la totalidad de organismos y sus genes– de un estanque o de un ser humano, e incluso del microbioma del intestino de un humano en particular. La metagenómica es el estudio de ese material genético a partir de muestras directas de ese ambiente. En el pasado, para saber qué microorganismos había en un organismo, ya fueran bacterias, archeas o hasta hongos, había que extraer muestras y cultivarlas. Esto se sigue haciendo hoy en día cuando una persona se hace un análisis de sangre para determinar si hay una infección. En la metagenómica se analizan, mediante herramientas de bioinformática, todos los genes presentes en el medio, sin necesidad de cultivar nada.

En el trabajo, que en breve será publicado internacionalmente, Iraola y el equipo de investigadores (Pablo Fresia, Verónica Antelo, Cecilia Salazar, Matías Giménez, Bruno D’Alessandro, Christopher Mason, Hugo Naya y Gastón Gonnet) extrajeron muestras de 20 áreas costeras de Montevideo y de distintos puntos del saneamiento y encontraron, tanto en las playas como en el saneamiento, genes de resistencia a los antibióticos, es decir, genes que, de estar presentes y activos en bacterias patógenas, son un problema para la salud de los humanos, ya que hacen que las bacterias que nos enferman sean resistentes a los antibióticos que los médicos nos recetan para eliminarlas.

Iraola y los investigadores podrían haber tratado primero de identificar qué bacterias estaban presentes en el saneamiento y en las playas montevideanas. Sin embargo, el camino elegido por Iraola y los suyos fue otro. “Los genes de resistencia son genes que fácilmente se mueven entre diferentes especies de bacterias, una característica que los hace más peligrosos. No importa tanto qué bicho los tiene como saber qué genes son y a qué antibiótico confieren resistencia”, dice, sin darse cuenta de lo maravilloso que suena al oído que se refiera a las bacterias con el simpático y hasta cariñoso “bichos”.

Para detectar estos genes de resistencia a antibióticos, los investigadores compararon los genes de las muestras con los descritos en la base de datos Comprehensive Antibiotic Resistance Database (CARD) y observaron que, de los 2.177 registrados, 108 circulaban en las aguas y cañerías de nuestra capital. También encontraron que la mayoría se encontraba en el saneamiento, y que mientras que los encontrados en el saneamiento confieren resistencia a 90% de las clases de antibióticos existentes, los de la playa lo hacen para 40%. La pregunta que surge es de dónde provienen esos genes de resistencia a antibióticos.

“Yo tiendo a pensar que lo que encontramos son cosas que nosotros pusimos ahí”, dice Bruno D’Alessando, microbiólogo que participó en la investigación en representación de la IM. Con eso no quiere decir que los investigadores hayan falsificado las muestras poniendo genes de resistencia a los antibióticos, sino que lo que encontraron en el saneamiento es el resultado de lo que los humanos, mediante nuestras excreciones, dejamos correr por las cañerías de la ciudad. Iraola lo complementa: “Antes de obtener los resultados, discutimos si tomando las muestras lo que íbamos a observar era un microbioma que reflejara el microbioma de la población o si íbamos a recuperar un microbioma propio del ambiente del saneamiento. Claramente, lo que vimos es que la proporción de bichos que provienen del intestino es la dominante, entonces lo que estamos viendo es lo que tiene la población”. Para ser más gráfico, el científico lo sintetiza así: “Lo que tenemos con esta investigación es una foto del intestino de la población”.

Del consultorio al wáter

Decir que en el saneamiento hay bacterias de resistencia a los antibióticos puede generar alarma... hasta que uno comprende que lo que hay allí es sólo un reflejo de lo que tenemos en nuestras tripas. Iraola razona: “Cuando se comunica este tipo de cosas es frecuente que la primera reacción sea de alarma, pero muy probablemente lo que encontramos es lo que uno tiene en el wáter de su propia casa”. D’Alessandro va más allá: “Muy probablemente no estemos detectando todo lo que hay en tu wáter. De todas formas, no es que lo que detectamos ahora sea más peligroso que lo que había antes, es que ahora tenemos esta foto que nos permite ver cosas que antes no se veían y que nos permiten atacar con mejores herramientas algunos problemas de salud”.

El problema de salud al que se refieren es uno de los más graves que enfrenta la humanidad: la baja de la eficacia de los antibióticos para combatir a algunas bacterias patógenas debido a que, mediante la selección natural, las bacterias evolucionaron, pasando de generación en generación genes que las hacen resistentes a ellos. El problema es aun mayor porque las bacterias son capaces de hacer la transferencia horizontal de genes, es decir, prestarse genes mutuamente, sin necesidad de reproducirse. En ese sentido, la investigación llevada a cabo arroja una pequeña luz de alerta extra: gran parte de esos genes resistentes se encontraban más en plásmidos que en los cromosomas de las bacterias, es decir, que esos genes que confieren resistencia están en el “cuerpo” de las bacterias y no en los cromosomas que usan para reproducirse, lo que facilita su pasaje horizontal.

Uno piensa que si el estudio es una foto de los intestinos de los montevideanos, también debería servir como una foto de lo que los médicos recetan, ya que los antibióticos que circulan en Uruguay son los que hacen evolucionar a las bacterias hacia modalidades más resistentes. D’Alessandro contesta a esta conjetura: “Tiendo a pensar que sí, que tiene que haber una relación entre lo que encontramos y los antibióticos que se están administrando”. Sin embargo, advierte: “Los microorganismos hacen cosas que no podemos predecir. Es posible que las dos fotos coincidan de forma parcial”. A eso apuntan los investigadores: “Ahora queremos discernir si hay alguna relación entre lo que observamos y lo que se administra. El consorcio que viene haciendo estos estudios metagenómicos en distintos países, que ahora tiene el de Montevideo, muestra que en cada ciudad hay un perfil particular de los genes de resistencia que se encuentran. Si bien a nivel mundial prácticamente todos los países y todas las ciudades acceden a los mismos tipos de antibióticos, varía la forma en que se administran y qué se usa más en un lado y en otro”, dice Iraola. Y agrega: “Con otros colegas veíamos que hay algunos genes de resistencia que son muy abundantes en otros países, y acá no los encontramos. Entonces esta foto nos muestra que tal vez esos genes no sean un problema acá, mientras que, al mismo tiempo, tenemos otros problemas que tal vez no están presentes en otras regiones”. La consecuencia de tener una buena foto como esta es lógica: contamos con herramientas que nos permiten saber exactamente respecto de qué antibióticos estamos empujando que sean resistentes las bacterias montevideanas.

Iraola baja a tierra esa idea: “Encontramos genes específicos de resistencia a antibióticos betalactámicos, que son algunos de los más usados. Hay genes que confieren resistencia a un tipo específico de bectalactamasas y otros que son de espectro extendido, que confieren resistencia a cinco o seis tipos de betalactamasas. Saber cuáles son esos genes te puede decir exactamente que tenés bacterias que resisten a tal o cual tipo de antibiótico, pero no a otros”. Esa información podría ayudar a prescribir mejor los antibióticos que se les recetan a los pacientes. Iraola sigue: “Por ejemplo, no encontramos tantos genes de resistencia a metalobetalactamasas como a carbapenemasas. Eso se condice un poco con lo que pasa a nivel clínico en Uruguay: la frecuente aparición de brotes de bacterias resistentes a carbapenemasas”.

La foto se sacó y sirve para identificar los genes que mañana podrían darnos problemas. “Esta información no se conocía antes, y sobre esta base hay que desarrollar una estrategia. Nosotros simplemente podemos aportar la información”, arranca a razonar Iraola, y D’Alessandro, cual sobrino del Pato Donald, completa la oración: “Y esperar que esa información se utilice y que no quede como un dato aislado para que digan: ‘Una vez en Montevideo vieron esto’”. Ambos investigadores piensan seguir con el tema y uno espera que los resultados de las investigaciones sirvan para hacer políticas de salud. Mientras tanto, que no cunda el pánico: lo que encontraron en el saneamiento, así como la solución al problema de la resistencia a los antibióticos, no es más que lo que cabe esperar de nosotros mismos.