El último censo, realizado en 2011, reveló un Uruguay casi sin inmigrantes. La cantidad de extranjeros registrada en esa instancia fue de apenas 2,3%, aproximadamente 70.000, la más baja de nuestra historia. Todos los censos del siglo XX marcaron una tendencia decreciente de extranjeros en el país, hasta que a comienzos del siglo XXI se alcanzó el mínimo. Y no solamente se acercó cada vez menos gente a vivir aquí, sino que los propios uruguayos se fueron yendo, comenzando una verdadera diáspora.
La probabilidad de que esta tendencia histórica se revierta en el futuro cercano es alta, si es que ya no ocurrió en los siete años que pasaron desde el censo. Basta una breve recorrida por Montevideo para percibir que trabajan nuevos inmigrantes, siendo más notorios los dominicanos, los venezolanos, los cubanos y los indios. En los datos recientes sobre solicitudes de residencia se detectó también un aumento. Entre las dos reparticiones que ahora las otorgan, la Dirección General de Asuntos Consulares y la Dirección de Migraciones, suman 30.000 las residencias concedidas en los últimos tres años.
El presente es, por lo tanto, extremadamente novedoso, y opuesto al que existió en el país durante décadas: ahora comienzan a desembarcar inmigrantes y casi no emigran los uruguayos. De un país de emigración, es bien plausible que nos transformemos nuevamente en uno de inmigración en un tiempo muy breve. ¿Está preparada la sociedad uruguaya para recibir inmigrantes en números significativos?
Las ventajas y oportunidades que plantea la movilidad humana para un país como Uruguay todavía no han sido abordadas con la profundidad necesaria. Se requiere articular esfuerzos e impulsar espacios de diálogo entre distintos actores para poder construir una mirada equilibrada sobre la migración. Según datos cuantitativos recientes, 55% de la sociedad cree “que es positivo que vengan inmigrantes a vivir y trabajar”, pero 32% considera que es negativo (Cifra, 2018). Los más a favor son los jóvenes, los de izquierda, los que tienen trabajo estable y los más educados. Otra encuesta muestra datos algo discrepantes, ya que 40% estaría de acuerdo con la afirmación de que “en general es bueno para el país que lleguen inmigrantes extranjeros a vivir aquí”, contra 49%, una mayoría, que está en desacuerdo (Udelar, FCS, 2015). Otras investigaciones que analizaron cómo se dio el encuentro cultural entre dominicanos, peruanos, indios y uruguayos, mostraron que los inmigrantes se sienten bien recibidos, pero también expresan haber sufrido fuerte discriminación y rechazo.
En 2008 se aprobó la nueva Ley 18.250, de Migración, que reconoce por primera vez de forma explícita el derecho a migrar y establece que “el Estado respetará la identidad cultural de los inmigrantes y sus familias y fomentará que mantengan vínculos con su país de origen”. No obstante, aún carecemos de una política organizada de inmigración, más allá de los esfuerzos no coordinados de diferentes reparticiones estatales y algunas instituciones privadas.
La llegada de inmigrantes implica considerables desafíos de adaptación cultural. Adaptación de los inmigrantes a la cultura local, pero sin el extremo de la asimilación y de tener que dejar de lado su propia identidad; adaptación de la población local para integrar a los extranjeros sin tener que aguantar conductas o valores que estén en conflicto con la ley; y adaptación de las instituciones que regulan su arribo e inserción, como por ejemplo las escuelas y las dependencias públicas que otorgan los documentos necesarios. Todo proceso masivo de inmigrantes despierta miedos e inseguridades: “vienen a sacarnos el trabajo”, “nos cambian nuestras costumbres”, “generan crímenes”. También provoca frustraciones en los inmigrantes que llegan: dificultades para trabajar, conseguir vivienda, ahorrar, así como estresantes tensiones emocionales. Ya se escuchan quejas frecuentes de muchos uruguayos deseando mandar a los inmigrantes de vuelta a sus países para que no le quiten el trabajo a los nacionales. Si esto ocurre con la llegada de unos pocos miles, ¿qué podrá ocurrir con un proceso inmigratorio más intenso? Al mismo tiempo que suscitan retos, los fenómenos migratorios pueden enriquecer cultural y económicamente a las poblaciones donde acontecen. Es más, en sociedades que demográficamente casi no se reproducen, como la uruguaya, la inmigración parece ser una necesidad, además de una oportunidad. Uruguay debe prepararse mejor ante esta realidad, que se acentuará en el futuro cercano.
Felipe Arocena es doctor en Ciencias Humanas y profesor titular del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República