Varios medios de comunicación locales han publicado artículos sobre la “compleja situación” que afecta a la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de la República (Udelar). Dan cuenta de que “un centenar de indigentes” utilizan las instalaciones de esta casa de estudios, mencionando que afectan el “normal funcionamiento de la institución”.

Me pregunto qué es lo que hace tan trascendente a esta noticia. ¿Es el hecho de que personas que no estudian ni trabajan en la Udelar hagan uso de este espacio de una forma que no es la esperada socialmente? ¿Es la violación de normas producto de la forma en que nos relacionamos y que habilitan la cohesión social? ¿O tan sólo es una excusa para poder expresar una intención política que deslegitima visiones de la realidad social desde una perspectiva crítica y problematizadora?

Algunos artículos calaron más hondo aun en el tema, refiriendo a “la profunda ineptitud del discurso izquierdista”, a “nuestras caricaturescas ciencias sociales” y al “deber de las autoridades de la FCS”. Creo que este punto es el que debe ponernos en alerta, en el que sale a la luz aquello que subyace en el discurso. Por un lado, el oportunismo de ciertos medios de comunicación, en su rol de constructores de opinión pública, al tratar de ineficiente el discurso de izquierda y, por otro, la apuesta a que se tome una iniciativa institucional dirigida a “expulsar” a estas personas de su edificio.

¿Bajo qué racionalidad adquiere sentido esta forma de ver la realidad? Este tipo de juicios de valor apuntan a aprovechar las circunstancias para criticar de una forma velada al oficialismo, en detrimento de una preocupación por las circunstancias a las cuales se está haciendo referencia y por los damnificados.

Existe un contingente de personas que ven sus derechos vulnerados, que son “excluidas” de la sociedad toda y que no logran alcanzar el nivel de bienestar necesario para poder desarrollar sus potencialidades. Es así que hablar de “anomia” y de “no adaptación a la norma” se corresponde con una lógica perversa de culpabilización de los individuos, de responsabilización por los avatares que vivencian cotidianamente.

¿Por qué pretendemos que se adapten y respeten un sistema normativo propio de una forma de organización social que estructuralmente niega su condición de sujetos? Asistimos a una forma de interpretación de raíces positivistas, que trata conceptos como “anomia” para naturalizar sucesos de esta índole.

Es esencial tener en cuenta la poca precisión conceptual al momento de realizar un diagnóstico que delimite en la categoría “anomia social” a la situación a la que hacemos referencia. ¿De qué anomia hablamos entonces? Esto es: ¿desde qué marco conceptual se puede realizar ese diagnóstico? Se omite el hecho de que es responsabilidad de toda la sociedad que existan personas que no tienen soportes: ni familiares, ni por medio del mercado, ni por una batería de políticas sociales que aborden integralmente la situación.

La salida más fácil es culpar a las autoridades de la FCS, al centro de estudiantes y a los funcionarios. Se los culpabiliza por respetar una postura ético-política en la práctica que se realiza cotidianamente, en los diferentes espacios de la facultad.

No queda claro por qué en uno de los artículos del diario El País se mencionan las prácticas de Extensión con entrecomillado, cuando estas son una herramienta que permite la construcción de alternativas de intervención de la Udelar conjuntamente con el pueblo, mediante el diálogo de saberes (inter)disciplinares y de saberes cotidianos. O tal vez queda claro: la búsqueda de una alternativa a esta situación “acuciante” mediante una práctica de Extensión no se corresponde con la lógica de inflación penal, de mayor represión, de mayor exclusión, que son los únicos canales de solución que parecen encontrar los editoriales de algunos medios de comunicación.

En julio de 2016, sobre el muro de la FCS que da a la calle Constituyente, figuraba la frase de Michel Foucault: “Y cuanto más miedo tenga la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial”. ¿Es infantilista afirmar que tal vez los medios de comunicación tergiversan los hechos para generar miedo en la población, instaurando así el consenso para que sea la Policía la que tome las riendas?

Camila Marquisio es estudiante avanzada de la Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.