Carlos Manuel Álvarez nació en la provincia de Matanzas (Cuba), en 1989. Antes de cumplir 30 años fundó la recomendadísima revista online El estornudo, y comenzó a escribir para medios internacionales como The New York Times, BBC World y El malpensante. Además, el año pasado fue seleccionado para la lista Bogotá 39 (escritores de ficción latinoamericanos menores de 40 años elegidos por Hay Festival), en 2013 publicó La tarde de los sucesos definitivos, su primer libro de cuentos que en Uruguay editó Criatura, y en 2017, Sexto Piso publicó La tribu. Retratos de Cuba, en el que recopila 16 crónicas sobre el proceso histórico que vive su país desde el deshielo de las relaciones con Estados Unidos hasta la muerte de Fidel Castro.

El año pasado, la Secretaría General Iberoamericana (Segib), el festival literario Eñe y la institución cultural Casa de Velázquez, de Madrid, decidieron lanzar la primera edición de un premio de residencia dedicado a escritores iberoamericanos. Con el objetivo de potenciar y colaborar con su profesión, el premio consiste en la participación del festival literario Eñe, y el ganador podrá residir durante cuatro meses en la Casa de Velázquez, en Madrid, para desarrollar su trabajo literario. La primera edición la ganó la escritora uruguaya Fernanda Trías, y este año el premio fue para el autor cubano por su proyecto de novela Viejas noticias de uso, sobre la historia de un joven periodista que trabaja en un diario de propaganda comunista. La obra está ambientada en La Habana de 2016, y sigue el recorrido de este periodista que debe lidiar con una redacción “bizarra, tragicómica y orwelliana”. El jurado, integrado por el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva; la fundadora de la editorial Métailié, Marie Métailié; y el escritor Luisgé Martín, director literario del festival, reconoció su capacidad para “explorar la realidad actual y su intento de reflexionar sobre las contradicciones ideológicas de nuestra época”, su “humor sarcástico” y las propias características del escritor, es decir, “su edad, obra previa y expectativas literarias”.

Rompecabezas

Este año, Penguin Random House publicó Cuba en la encrucijada. 12 perspectivas sobre la continuidad y el cambio en La Habana y en todo el país, una compilación de artículos periodísticos editada por la argentina Leila Guerriero, en la que reunió a cubanos que viven en la isla, emigrados, periodistas célebres, blogueros y académicos. Álvarez es el autor del primer artículo, en el que escribe sobre su estadía temporal en Miami, a donde fue a reencontrarse con su padre, que sí es un exiliado cubano. En su reseña, Marcelo Pereira dice que se trata de una “pequeña joya”: entre los cubanos con los que se encuentra están su padre, un “médico dedicado a cortar y vender cocos con o sin permiso para ganarse el pan”, y una “ex estrella del béisbol y pionero en escapar de su país para jugar en ‘territorio enemigo’”. Y plantea que, a lo largo del artículo, además “de darle profunda resonancia a lo que cuenta, y de vincular en forma sutil las dos historias, Álvarez logra que sean tan elocuentes y significativas sus reflexiones explícitas como las que no dejó escritas”.

En una entrevista con el periódico español El mundo a propósito de su libro La tribu, Álvarez admitía que, en verdad, en Cuba todos eran periferia porque el poder político los había desplazado. Y por eso, sus personajes de “los márgenes son los que retratan el corazón del país”. En el prólogo, Martín Caparrós admite que a lo largo del libro encuentra frases que le despiertan envidia: “Álvarez mira, sabe mirar. Y sabe hacer que esa mirada se convierta en palabras que merecen, a su vez, otra mirada”.

Con respecto a Castro, el escritor dice que le pasa algo “bien raro”; no puede “proyectar un odio personal que no le tengo. Siempre le vi con la percepción de otro: la de mi padre, que era fidelista convencido, o con la rabia absoluta de Reinaldo Arenas. A mí siempre me despertó cosas que a la larga no son tan reveladoras: la tozudez y el aburrimiento de un tipo nada interesante. Hay otros momentos en que puedo entender ese furor del pueblo enardecido, ese líder viril que habla en ráfagas, totalmente imponente. Pero el Fidel Castro con el que yo he convivido es un anciano decrépito que dice cosas incoherentes. ¿Qué sentimiento trascendental te va a despertar alguien así? Nada más que lástima. Cuando digo esto sé que sólo hablo por mí y quizá un poco por mi generación”. ¿Cómo ve el futuro de su país? “No lo veo, está hipotecado”, dice, y agrega: “La única manera de salir de esto ya es salir mal”.

La prosa de Álvarez

“Me distraje un rato y salí al balcón. No había luna. Una noche horrible, de un silencio soso. Una noche sin misterio y muy poco desenvuelta. Sentí un aliento sobre el cuello. Una de las alumnas, una adolescente algo gorda y rosada, de las que adoran la ciencia ficción, hablaba muy despacio. Supuse que no hablaba con nadie, sino con ella misma, y me atrajo su peculiar modo de autoconfesarse. Después me miró, clavó su vista en mi cara, la mantuvo así, hincándome el cutis durante varios segundos, y ya no pude fingir. Hablaba conmigo. Yo no la entendía, pero se dirigía a mí, y hacerme el distraído no me pareció correcto.

–La oscuridad me da miedo –dije.

No contestó nada.

–Es un trauma de niño –agregué.

–La oscuridad no hace daño –dijo, y los ojos le brillaron con una luz blanca y sin término.

En ese momento pensé que todos los amantes de la ciencia ficción estaban locos y que el que no lo estaba muy pronto lo estaría, y también pensé que todos los amantes de la ciencia ficción al menos podían quedarse en el primer piso, cerca de Guillermo, cerca del profesor principal, cerca del escritor realista y de sus libros ya viejos, pero premiados”.