Los intentos por ampliar la agenda de derechos humanos se han enfrentado siempre a la oposición de quienes detentan el poder, y sólo la audacia y la perseverancia de activistas independientes y organizaciones civiles lograron incorporar nuevos temas al sistema de normas nacionales e internacionales.

Cuando en 1791 Olympe de Gouges publicó los Derechos de la mujer y la ciudadana no sólo estaba introduciendo un problema nuevo en la filosofía política, asociado en nuestro siglo con la dimensión de género en el análisis del proceso social y político: también estaba planteando un reto al modelo cultural hegemónico en la Europa del Siglo de las Luces y en el pensamiento político de la Revolución Francesa, explicitado en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. El artículo 4º de esa declaración consagraba el principio de igualdad afirmando que “la libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límite la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y la razón”.

Simultáneamente al movimiento de reivindicación de la igualdad en los derechos de mujeres y hombres, otros problemas de origen social y económico confrontaban al nuevo orden revolucionario: la asociación entre colonialismo europeo y esclavitud, cimentada en el lucrativo tráfico negrero entre las costas de África y las colonias de las regiones tropicales de América y en la agricultura de plantaciones de azúcar cuyo mercado de exportación se encontraba en Europa occidental. Los esclavos rebeldes de Haití, liderados por Toussaint Louverture, interpretaron la declaración de 1789 en un sentido universal que los incluía, y la campaña abolicionista obtuvo una victoria con el decreto de la Convención del 7 de febrero de 1794, pero ocho años después Napoleón restableció la esclavitud y envió ejércitos para reprimir y capturar a los rebeldes.

Olympe de Gouges se sumó al movimiento de intelectuales radicales, feministas y dirigentes políticos que defendían la causa de los revolucionarios afroamericanos del Caribe. Sus obras Réflexions sur les hommes nègres (1788), Le marché des Noirs (1790) y L’esclavage des Noirs (1792), publicadas antes de su ejecución en la guillotina en 1793, denunciaban el carácter degradante del comercio de esclavos y del régimen de trabajo en las plantaciones, y evidencian la convergencia entre feminismo y antiesclavismo.

En la actual fase avanzada de la globalización, las expectativas en una cosmópolis democrática que haría efectiva la igualdad en derechos para toda la humanidad, según la visión de David Held, Mary Kaldor, Richard Falk y Daniele Archibugi, no se han cumplido. La globalización ha reducido la autonomía del Estado en su capacidad para avanzar en democracia y ha generado dinámicas que derivan en violaciones de los derechos humanos.

La investigación en ciencias sociales aborda esta problemática desde diferentes perspectivas teórico-metodológicas y disciplinares. Una revisión de los temas contenidos en el programa de las jornadas que la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República realizará desde el 4 hasta el 7 de setiembre revela la continuidad de algunos problemas antiguos y el ingreso de nuevos temas generados en procesos de cambio nacionales y globales, bajo el signo de la desigualdad y la discriminación: trabajo, inmigración, sistema carcelario y securitización, género y diversidad, medioambiente y educación. La complejidad de la agenda de derechos humanos es un desafío para investigadores y responsables de la elaboración de políticas y la toma de decisiones, pero también para la formación de ciudadanía. Algunos problemas retoman debates del tiempo de Olympe de Gouges, como los discursos antifeministas que condenan la “ideología de género” o los que promueven la xenofobia que se manifiesta en rechazo violento al inmigrante y al refugiado, y a veces incluso al propio connacional retornado.

Otros revelan los efectos de la globalización: los impactos de la desregulación global sobre las normas del derecho laboral y su desconocimiento, como en el caso de los trabajadores marítimos transnacionales; la defensa del derecho al medioambiente frente a presiones de la expansión agrícola y las prácticas extractivistas, y la defensa de tradiciones productivas de apicultura y agricultura familiar. Finalmente, nuevos temas, como los derechos a la salud mental, la multiculturalidad y la intersexualidad, son indicativos de las múltiples direcciones que se abren al debate académico sobre derechos humanos y a propuestas nuevas, como la discriminación positiva. Discutir sobre derechos humanos es también discutir sobre los caminos para la acción en su defensa.

Isabel Clemente Batalla es doctora de la Universidad de Londres, Instituto de Estudios Latinoamericanos, y profesora agregada de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República.