Colonia siempre miró mucho lo que pasa en Argentina. Porque antes de que existiera la televisión por cable sólo se agarraban los canales argentinos, porque es más fácil sintonizar la Rock & Pop que radio Carve y porque cuando vas a tomar mate a la rambla se ven chiquititos algunos edificios de Buenos Aires y hasta la llama de una refinería de La Plata. Y porque desde que su Barrio Histórico fue declarado Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad, en 1995, muchos viven del turismo, sobre todo del que proviene de la vecina orilla.

La devaluación del peso argentino del jueves 30, que ocupó los titulares de nuestros medios, es algo que los colonienses miraban con recelo desde hace algún tiempo, porque la llegada de argentinos ha disminuido sin pausa desde la asunción de Mauricio Macri como presidente del país vecino. Ese día, cuando se disparó el dólar allá, el argentino cerró a 55 centésimos. Algunos comercios, en una ciudad donde circulan dólares, reales, euros, pesos uruguayos y argentinos, decidieron no aceptar más estos últimos. Como Don Pedro, un restaurante familiar enclavado en una esquina de la emblemática Calle de los Suspiros. Cuenta María, una de las encargadas, que las vacaciones de julio “no fueron como el otro año; hubo algo de gente, pero más que nada el fin de semana, no toda la semana, como era antes”. Dijo que últimamente, “entre semana casi no hay gente, por ahí en los feriados argentinos, pero depende, porque hay feriados en los que hemos esperado turistas y no se ha trabajado nada. Es relativo: nunca sabés cuando vas a trabajar”. Esto ocurre, explicó, porque para los argentinos “Uruguay es caro, aunque nosotros estemos acostumbrados”, y eso se nota porque “casi ni se hace propina, y ha bajado bastante el trabajo”.

“Esto explotó ahora, pero se ha notado desde hace un tiempito”, afirmó Emanuel, que tiene unos cuantos años de gastronómico y trabaja en Gitana, un restaurante con un patio muy bonito frente al Río de la Plata. “El que trabaja en Colonia y en el turismo está muy pendiente de lo que ocurre en Argentina, porque a pesar de que por suerte cada vez crece más el turismo de otras partes del mundo, el que proviene del país vecino siempre fue el fuerte”, dijo. Aseguró que “siempre fueron muchos los que venían cualquier día, mientras que ahora, con suerte, se los ve en los feriados de allá”. Además, “consumen mucho menos, no como antes, y se quejan siempre del cambio. Antes dejaban de propina 10% de lo consumido, a veces incluso más, y servía que dejaran pesos argentinos por el cambio”, pero “hoy en día, te dejan pesos argentinos y te pateás las bolas”. Coincide con María en que las vacaciones de julio “fueron un desastre”, al punto de que “ni se sintieron”, y que si bien “hicimos cantidad de pedidos a los proveedores, pensando que durante esa semana íbamos a poder hacer una diferencia antes de agosto y setiembre, que suelen ser meses bajos”, la inversión no dio resultado. La situación contrasta, sobre todo, con lo que ocurrió en julio de 2017: “Fue una locura la cantidad de argentinos que hubo”. Pero ahora “ven los precios en la carta y se van, directamente no se sientan, porque los ven como una “locura”. El viernes el casco histórico de la ciudad era un páramo. Se veían más perros callejeros que turistas, y las únicas dos mesitas que atendió Emanuel “fueron de gringos”, porque “argentino no vi pasar ni un auto siquiera”.

Gitana cobró notoriedad en las redes sociales y en los medios tanto uruguayos como argentinos este fin de semana porque invitó (mediante un cartel que se viralizó en las redes) a los turistas de la vecina orilla a entrar, comer y tomar algo pagando “lo que esté a tu alcance y te parezca justo”. Según Emanuel, la propuesta fue más “una demostración de cariño, de apoyo a los argentinos por la situación que están pasando, porque siempre trabajamos con ellos” y “tuvo muy buena repercusión. “La gente preguntaba si era verdad, ya que algunos no creían”, y eso generó “una onda muy buena”, al punto de que “se llenó de gente”. Nadie abusó de la propuesta, y la inmensa mayoría pagó el total de la cuenta, aunque “algunos pagaron menos, pero fueron poquitos, porque el cambio los mataba: era casi el doble”.

A media cuadra del faro, en el cambio donde trabaja desde hace tres años, Ignacio dijo que “el argentino no viene porque se siente estafado”. “Cuando vienen a cambiar se quieren matar, y cambian lo justo y necesario”, aseguró. Antes, por el contrario, “venían y me tiraban la plata, yo se la cambiaba y ni la contaban; ahora cuentan las chirolas, me dicen ‘necesito tantos uruguayos’ y me cambian eso”.

Los clientes habituales de los cambios suelen conseguir mejor precio que el cambio oficial. Entonces, cuando el peso argentino cotizaba en pizarra a 1,30 pesos uruguayos, al cliente habitual se lo tomaban a 1,50, lo que resultaba una diferencia importante. “Antes podías jugar con esa diferencia”, contó Ignacio. “En la compra está lo que dice la pizarra, y después hay un mercado interno en el que tenés unos numeritos para jugar; un cliente que toma moneda extranjera juega con esos precios”, dijo. Pero esto “ya no se puede hacer”, porque ahora tienen que estar “lo más ajustadamente posible a lo que dice la pizarra” para ver “lo que te puedo pagar a vos como cliente”. Ignacio nota que “la gente está medio enloquecida y pregunta todos los días por la cotización”, y no es para menos. Es que el que se fue a dormir el miércoles de noche con 1.000 pesos argentinos en el bolsillo, que eran 1000 pesos de acá, cuando se despertó el jueves tenía 550.

“La cosa está bastante jodida, y no es de ahora. Muchos locales han cerrado en la vuelta, todo el mundo se queja, la gente no viene, y si no mejora la cosa allá, acá la vamos a ver complicadísima. Los restaurantes están mandando gente al seguro de paro. Antes se veían llenos, pero ahora ni eso; es tristísimo”, evaluó.

Félix, que tiene un quiosquito en la avenida principal, General Flores, a metros del río, también piensa que “las vacaciones fueron un fracaso”. Según su experiencia, los argentinos “antes pedían y después preguntaban”, mientras que ahora “lo primero que hacen es preguntar el precio, a cuánto les hacés el cambio”, y “compran una gaseosa de medio y dos vasos”. “Casi todo el mes trabajo con la gente de Colonia, el turista influye mucho, porque todo depende de los restaurantes de la vuelta. Y si no hay turistas, no hay plata. Cuando los mozos hacen más propina, más mueven el quiosco. Por ejemplo, los días que está quieto, van a hacer tiempo y te compran alguna golosina como para salir a tomar aire”. Félix se ve venir una mala temporada, ya que “van a quedar varios locales vacíos” en una ciudad que estornuda desde hace unos cuantos meses.