Estamos atravesando un momento en que predomina cierta fascinación tecnológica y un deslumbramiento por los avances que posibilitan las aplicaciones de los dispositivos móviles. La irrupción de novedosos medios y formas de contratación de servicios genera cambios en los hábitos de consumo y en los empleos disponibles, lo cual, ante el desarrollo de estas empresas que operan mediante aplicaciones, como las de transporte de mercaderías –Glovo, Rappipap, Pedidos Ya, etcétera– o de personas –Uber, Cabify y otras–, y de contratación de servicios de hospedaje como Airb&b, y modalidades que incluirían hasta la atención de salud a través de aplicaciones y plataformas de internet, me parece necesario hacer una reflexión crítica sobre el fenómeno del empleo vinculado a las aplicaciones/empresas que operan en el rubro del transporte de pasajeros. La preocupación subyacente es la de pensar en el desarrollo posible de los puestos de empleo y de la calidad de estos, desde una perspectiva que piensa las dimensiones individuales y sociales como indisolubles.

El trabajo sigue teniendo un rol estructurador de las configuraciones sociales y de las identidades personales –nos identificamos y autodefinimos por aquello que hacemos o en lo que trabajamos–, por tanto, propongo analizar cómo el hecho de trabajar para alguna de estas aplicaciones genera sentidos de vida. De ello seguirá una consideración por los efectos más amplios, a nivel social, de significación del trabajo y del empleo de este tipo de actividad.

En el marco de la hegemonía mundial del modo de producción capitalista y de la forma privilegiada que esta se ha dado, es decir, el neoliberalismo, se desarrollan nuevas prácticas y se agudizan otras –no tan novedosas– al servicio de la acumulación de riqueza por parte de los capitalistas. En ese contexto predomina, a nivel del funcionamiento de los diversos ámbitos sociales, una lógica propiamente económica fundada en la competencia y obligada a la eficacia, que se contrapone a una lógica societal, colectiva, que se desarrollaría en la consideración por el otro y en la equidad (Bourdieu, 1997). En este marco, el trabajo y el empleo son cargados de sentidos, de significaciones. Si el empleo es considerado un derecho en el marco de la existencia de un Estado garante de oportunidades, derechos y obligaciones para todos los ciudadanos, en otros marcos, como el referido a los desarrollos neoliberales, el trabajo es una mercancía y un bien que su posesión permitiría el desarrollo y crecimiento individual en un contexto de primacía de la competencia.

Tres operaciones del proyecto neoliberal sobre el trabajo

1) La colonización neoliberal. Sin ambages, la forma en que se realiza el trabajo en –y para– la aplicación Uber, por poner un ejemplo concreto, constituye una manera en que el neoliberalismo avanza sobre el mundo del trabajo, generando significaciones colectivas acerca de lo que implican el trabajo y el empleo. Y esto es particularmente claro al considerar la formulación y el diseño de las figuras del emprendedor, el emprendimiento. Para ello consideraremos algunas de las dimensiones o aristas del fenómeno Uber para entender este nuevo modo de realizarse el comercio de bienes y servicios en la articulación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y las posibilidades que brinda a los capitalistas contar con contingentes de trabajadores que pueden aportar parte del capital (el automóvil en estos casos de empresas de transporte de pasajeros).

El neoliberalismo es, además de una forma de gobierno y administración, un proyecto civilizatorio (Presta, 2018) que, al operar en el mundo del trabajo, intenta crear sujetos y maneras de pensar, ser y hacer funcionales al modelo. Atrapados o encerrados en las lógicas propias del proyecto neoliberal en donde el trabajo tiende a vaciarse de los sentidos y contenidos que lo vinculan a proyectos colectivos para quedar reducido a la dimensión económica o de mera subsistencia, los sujetos del neoliberalismo viven el empleo como un bien escaso que es necesario potenciar en una lógica de capitalización que pretende transformar al trabajador en empresario de sí mismo. De este modo, el neoliberalismo buscará introducir la competencia como articulador social y la lógica de la empresa como la lógica que ordena y configura lo social. Se trata, en palabras de Saidel (2016), de “una tecnología de gobierno que interviene sobre el ambiente, intentando configurar modos de conducirse, pensar y desear, con el objetivo de crear las condiciones de una autogestión y auto-vigilancia que permitan a los sujetos desenvolverse en el mercado a través de una ética (auto)empresarial”.

2) El trabajo desnudo, despojado de toda significación social, humana, colectiva, más que la que puede referir a su dimensión mercantil, el empleo se convierte en un activo a desarrollar, a potenciar en el ámbito individual (en confrontación con el Estado, con las asociaciones gremiales y contra los sindicatos). El neoliberalismo, en tanto régimen de realización del modo capitalista de producción, implica además un impulso de autojustificación ideológica que, puede decirse, va impregnando –tiñendo– todas las esferas de la vida en sociedad. Casi todo es contrastado y medido en función de valores y lógicas de mercado, mercantilizando la vida misma y, por supuesto, la dimensión productiva que implica el trabajo.

3) El falso reconocimiento estriba en reconocer al trabajador (chofer-Uber) bajo la categorización de emprendedor o de microempresario, y automáticamente se lo despoja de toda la cobertura de derechos que normalizan el mundo del trabajo y la forma privilegiada que este adquiere en la actualidad: el empleo. Es una de las maneras por las cuales el neoliberalismo, en tanto régimen de administración, lleva a cabo una operación por la que transfiere una parte de las funciones del Estado (garantizar el derecho al trabajo) a los sujetos considerados individualmente, y es, además, una forma ideológica (en el sentido de falsa conciencia) de realizar una operación de reconocimiento (Honneth, 2006).

Dos casos

Caso 1

J, de 36 años, vive en una de las ciudades satélites de Montevideo del departamento de Canelones. Hace tres años que trabaja para la aplicación de manera preferencial pero no exclusiva (también lo hace para otras aplicaciones, sobre todo cuando quiere trabajar más del límite de horas seguidas que la empresa-aplicación avala, que son 12). Conduce un automóvil de una de las nuevas marcas chinas llegadas al mercado local –que cuenta con aire acondicionado– y suele comenzar su jornada en el entorno de las 4.30, para seguir trabajando hasta las 21.00, aproximadamente, con algunos cortes intermedios de descanso. No se queja de sus ingresos, calculados por él en el entorno de los 15.000 a 18.000 pesos semanales, pero es consciente de que la única dimensión de vida que está desarrollando es la de emprendedor-chofer, ya que no está desarrollando vínculos tendientes a la formación de alguna configuración familiar, ni estudia o hace deportes u alguna otra actividad social que no sea el contacto y la conversación con sus pasajeros. Por ahora está entusiasmado con su nivel de ingresos y se propone ahorrar dinero para adquirir un auto mejor.

Desde mi perspectiva, la falta de proyectos vitales de J y su confesa filosofía de “años de hacer plata” –que es por lo menos pasible de dudas razonables–, me hacen pensar en que mi interlocutor está atrapado en los sentidos que hacen de él un hombre que, dominado por una suerte de creencia irracional, asume que este modo de vida le posibilitará la acumulación de riqueza necesaria que lo ubique en un peldaño más elevado de la escala social, quizá con los medianos empresarios capitalistas de relativo éxito. Karl Marx (1972 [1846]) se refería a la ideología como falsa conciencia, señalando las instituciones culturales que impedían ver la verdadera naturaleza de la explotación, en todas las formaciones sociales, basada en los intereses de la clase que domina en esa época histórica.

Caso 2

R, de 49 años, debió abrazar la opción de trabajar para la aplicación una vez que la empresa en la que estaba empleado, tras un fuerte proceso de reestructura y reingeniería que llevó a prescindir de áreas enteras con la consiguiente pérdida de puestos, lo dejó sin empleo. Empezó trabajando todo el día para sondear los picos de tráfico de usuarios. “Como gerente de recursos humanos fui mi peor gerente, ya que, como quería ver los horarios, trabajaba muchas horas, todo el día”, cuenta. Ahora ubicó su nicho de trabajo y para obtener los ingresos que necesita para cubrir el presupuesto familiar trabaja en el horario de la noche (la tarifa que cobra es más conveniente, hay menos tráfico y se mueve con mayor fluidez en la ciudad, con el consiguiente ahorro de combustible, entre otras ventajas). Por supuesto que la dimensión familiar y social de su vida se ha visto seriamente afectada, sin considerar la afectación y los daños del trabajo nocturno a los que está expuesto. Consultado acerca de si vive la relación de trabajo con la aplicación como una relación de sociedad o colaboración, responde con total convicción: “No, de ningún modo. Soy un empresario para el Estado, que te hace tributar como tal. Esto es la precarización absoluta, no podemos ser vistos como empresarios porque no podemos tener más de un auto [...]. Socio de Uber tampoco, porque sos socio de alguien cuando compartís las pérdidas y las ganancias, y Uber sólo comparte contigo las pérdidas, no te trata como socio: te baja de la aplicación ante un reclamo o te suspende la cuenta”.

Una reflexión

La forma de realizar el trabajo para la aplicación analizada –y para estas formas de emprendimientos, en general– en formas que hasta hace muy poco tiempo entendíamos como de empleo –tales como taxista, chofer privado o conductor de remise–, una aspiración normativa y estratégica –del capitalismo– en tanto los trabajadores se piensan a sí mismos como empresarios y, de esa forma, maximizan los rendimientos de los recursos disponibles. Esta transformación de empleado a empresario de sí mismo contiene la potencia de superar –de modo formal, al menos– la contradicción y el antagonismo entre capital (capitalistas) y trabajo (trabajadores), ya que, procediendo de esta forma, cualquier trabajador pasa a poseer un capital que “pone a producir” y se transforma en emprendedor en busca de oportunidades, mercados, productos y socios comerciales. En la línea de las asociaciones y las oportunidades se anuncian las posibilidades que ofrecen las plataformas de negocios de las aplicaciones (de trabajo para quien pone el capital y el cuerpo detrás del volante).

A modo de cierre: algunas microconstataciones

De acuerdo con Mendy (2018), estas formas de trabajo implican algunos ocultamientos y ciertos eufemismos para enmascarar aspectos cuestionables del fenómeno. Del lado de los ocultamientos, en estas formas de producción hay costos que son trasladados al trabajador (cobertura de seguridad social, desgaste de la herramienta, etcétera) y a la sociedad, como, por ejemplo, el costo del desgaste de la infraestructura de las ciudades o el impacto en la naturaleza de la polución agregada por estas operaciones comerciales, que son negados e invisibilizados pero que están allí y son asumidos colectivamente, en tanto las ganancias son apropiadas de forma privada. Por otra parte, si bien se anuncia una supuesta independencia de trabajo, existe una clarísima subordinación a la empresa, que mediante un complejo sistema de evaluaciones que incluye las valoraciones de los usuarios, determina si se siguen asignando viajes.

Del lado de los eufemismos, el más evidente –y, sin embargo, el más silenciado– es que llamamos aplicación a una empresa de transporte de pasajeros, o a una empresa de transporte y reparto de mercaderías a domicilio, o a una inmobiliaria que opera a nivel global.

Para finalizar, si bien parece constatable que el desarrollo productivo a escala planetaria ha permitido, en términos globales, el descenso de la pobreza y la indigencia (Banco Mundial, 2018), y eso sucede en el marco del modo productivo hegemónico, también, junto con las dificultades que se presentan por los impactos ambientales negativos del desarrollo actual, ciertas transformaciones que se están operando en el mundo del trabajo estarían dando cuenta de mayores dificultades, riesgos e inseguridades para los sujetos y los colectivos sociales.

Jorge Peloche es licenciado en Psicología. Integrante del Instituto de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, Programa de las Organizaciones y el Trabajo.

Referencias:

Banco Mundial (2018). Resumen mundial: el año 2018 en 14 gráficos. Disponible en www.bancomundial.org.

Bourdieu, P (1997). “La esencia del neoliberalismo”. Revista Colombiana de Educación 35.

Honneth, A (2006). “El reconocimiento como ideología”. Isegoría 35, 129-150.

Marx, K, Engels, F, Roces, W y Acosta, N (1972 [1846]). La ideología alemana: crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas. Grijalbo.

Mendy, M y Peloche, J. Nuevas formas de trabajo y empleo. Desafíos actuales para los procesos de sindicalización (S/p).

Presta, S (2018). “Neoliberalismo y transformaciones en el mundo del trabajo en la llamada cuarta revolución industrial”. Entramados y Perspectivas, 8(8).

Saidel, M (2016). “La fábrica de la subjetividad neoliberal: del empresario de sí mismo al hombre endeudado”. Pléyade. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales 17, 131-154.