De los escritores del llamado boom latinoamericano, es probable que Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa sean los autores sobre los que más se ha escrito, sobre todo luego de que ambos ganaran el Nobel. Lamentablemente, durante mucho tiempo los únicos trabajos sobre sus obras eran estrictamente académicos, hasta que, primero con García Márquez y luego con el escritor peruano, comenzó a publicarse otro tipo de abordajes. En esas biografías o libros sobre la obra y la vida de ambos, se insistía con detalles biográficos exóticos, y una y otra vez con el boom, aunque siempre girando sobre las mismas preguntas y premisas. En los últimos años, principalmente a partir de la muerte de García Márquez y del trabajo de la fundación que lleva su nombre, se ha explorado sobre cuestiones no tan centrales o divulgadas. Pero sobre Vargas Llosa esa carencia era notoria, ya sea porque está vivo o porque en algunos sectores de la intelligentsia sus posturas políticas cada vez más conservadoras no han caído muy bien. Si bien Conversación en Princeton con Rubén Gallo es un libro que surgió del entorno académico, presenta otro registro y facetas poco estudiadas sobre la vida y la obra del peruano.

Diálogo exigente

En 2015, Vargas Llosa fue invitado a participar en un seminario en la Universidad de Princeton –donde se encuentra su archivo personal– dedicado a su obra y su vida, y organizado a partir de las nociones de literatura y política. Los estudiantes debían trabajar con su archivo y desarrollar su tesis, mientras en los encuentros debatían con el propio autor. Así que, como su título lo indica, el libro está presentado en formato de entrevista o conversación, donde el responsable de la cátedra, Rubén Gallo, dispara la charla con preguntas y luego se genera un diálogo entre el escritor y los estudiantes del seminario. Esta característica ya le brinda al libro un tono distinto al de trabajos anteriores: en primer lugar, porque Vargas Llosa es indagado por personas que lo han estudiado en detalle y, como se lee en varias partes del libro, conocen cosas que él ya no recuerda. En segundo lugar, porque, a diferencia del tono de Gallo, que es previsible para el lector y para el propio Vargas Llosa, ya que pregunta lo obvio y no se anima a discutirle o cuestionarle nada, los estudiantes sacan al escritor de la comodidad, le repreguntan, le insisten, le exigen, y logran que diga cosas que no se han podido leer en otros trabajos o entrevistas.

Como el curso giraba en torno a literatura y política, eso llevó a que la elección de las obras a estudiar escapara a las más trabajadas y se detuviera en otras obras valiosas pero muchas veces ignoradas. Así que luego de trabajar capítulos sobre el boom y Conversación en la catedral (1969), resulta muy interesante encontrar conversaciones sobre Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), La fiesta del chivo (2000) y El pez en el agua (1993), entre otras. No hay muchas chances de encontrar otros trabajos del autor sobre estas obras, al menos no tan exhaustivas, pero, más allá de esta novedad, lo más interesante de estos capítulos es lo mucho que se insiste sobre los procesos de escritura. Es por medio de estas preguntas que podemos apreciar la forma de trabajo de Vargas Llosa y sorprendernos ante un autor que, en lugar de quedarse estático en un lugar de éxito y prestigio, fue más inquieto que lo que muchas veces se piensa. No sólo se detallan las investigaciones que realizó para las novelas mencionadas, lo que implicó que tuviera que viajar de Europa –donde residía desde la década del 60– a Perú y llevar a cabo innumerables entrevistas –quizás las más interesantes sean las que tratan sobre todo lo que tuvo que hacer para dar con el paradero de Mayta, un viejo trotskista que en 1962 organizó una sublevación armada que fracasó y de la que pudo escapar, si bien terminó preso por un delito común, y luego trabajó como empleado de una heladería–, sino que además se da cuenta de otros desplazamientos que muestran más a un escritor inquieto y apasionado por lo que hace que a una figura aburguesada de las letras.

En este sentido, uno de los momentos más disfrutables del libro es cuando Vargas Llosa relata sus peripecias en República Dominicana para ahondar en el período de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, a la hora de escribir La fiesta del chivo –aunque la ausencia de menciones de la obra de Junot Díaz, otro de los escritores fundamentales para entender el trujillato, es un error notorio–, y también cuando relata su viaje a la comunidad campesina de Uchuraccay, como miembro de una comisión investigadora, enviada por el entonces presidente Belaúnde Terry para esclarecer el asesinato de ocho periodistas (en 1983).

El libro también tiene sus puntos bajos o menos efectivos. Las reflexiones de Vargas Llosa sobre el género de la novela siguen girando sobre las mismas ideas de hace décadas y sus referencias no salen de León Tolstoi, William Faulkner y alguno más, lo que siempre deja un gusto a poco, sobre todo para saber qué opina sobre la historia reciente en torno al género. Lo mismo sucede cuando reflexiona sobre el periodismo y la literatura, haciendo separaciones tajantes y rígidas, que ignoran el desarrollo de ambas áreas y la forma en que se han acercado, lo que demuestra más ignorancia de esos fenómenos desde una perspectiva actual que una visión conservadora.

La parte final del libro, con un capítulo dedicado a una conversación entre Gallo, Vargas Llosa y Philippe LanÇón, periodista de Charlie Hebdo que sobrevivió al ataque terrorista de 2015, gira en torno a los hechos acontecidos en la revista, pero también a los atentados de noviembre de 2015 en París, y, más allá de alguna reflexión interesante del francés, el interés se difumina bastante y el desenlace no está en concordancia con el nivel del resto del libro.

Más allá de estos problemas, Conversación en Princeton es muy recomendable, no sólo para conocer más sobre la vida y la obra del autor, sino también para comprender un poco mejor el mundo de los procesos de escritura, que sigue siendo misterioso y apasionante. El hecho de que, además, se pueda acceder a esta información en formato de debate del autor con personas de otra generación y que las obras seleccionadas no sean las más reconocidas aporta aire nuevo en relación con uno de esos autores sobre los que se suele pensar que ya no permiten nuevas miradas o acercamientos.

Conversación en Princeton con Rubén Gallo, de Mario Vargas Llosa. Alfaguara, 2017. 287 páginas.