El subdirector de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Santiago Soto, está en carrera para competir por la secretaría general del Partido Socialista (PS). Entiende que su partido ha tenido un lugar central en la izquierda, aunque acota que “no siempre hay que que estar codeándose para aparecer en la foto”. Ahora, con un precandidato propio, considera que el PS tiene como desafío ser un “protagonista de primera línea del proceso de Daniel Martínez a la presidencia”. Para conseguir un eventual cuarto gobierno, Soto opina que el Frente Amplio (FA) tiene que salir a impulsar nuevos cambios: “La imagen de éxito que producen algunos de nuestros logros no pueden impedirnos cuestionarlos. Pasamos a otra etapa y sobre eso hay que generar otras políticas”.
¿Qué cambios tendría que impulsar la próxima secretaría general?
Creo que en estos tres últimos años que me tocó acompañar a Mónica [Xavier] en la secretaría general cerramos una etapa. Hicimos cosas muy importantes en el partido: reordenamos el funcionamiento interno, en todo lo que tenía que ver con la gestión interna, y saneamos el tema financiero. Lo que viene adelante es otra etapa: el PS tiene el desafío de ser el partido de uno de los principales líderes de izquierda, el candidato a la presidencia de la República [Daniel Martínez]. Todo el ciclo electoral va a estar comprendido en esta etapa de la secretaría general y, en ese marco, creo que el principal desafío que hay es que el PS sea un protagonista de primera línea del proceso de Daniel Martínez hacia la presidencia, así como del nuevo impulso de la agenda de reformas que tiene que tener el país. A nivel de la interna, el partido tiene que poner en funcionamiento todo lo que tiene que ver con el diálogo entre los partidos, la sociedad civil, el gobierno y los movimiento sociales. Todo eso que implica trabajar en la síntesis partidaria.
En las elecciones internas pasadas Daniel Olesker marcaba que el PS estaba en crisis. Pasando raya, ¿era un diagnóstico acertado?
Creo que ese diagnóstico era bastante compartido. Estábamos en un momento en el que habían crujido los relacionamientos y también el funcionamiento del partido. Creo que eso es parte de los logros: esa es una situación que el partido superó, y el desafío de esta interna es cerrar este proceso abriendo otro que impulse al partido a estar en primera línea como uno de los principales polos de atracción o de referencia de la izquierda.
¿Cómo ves el peso del PS dentro del FA?
Desde la democracia hasta acá el PS siempre tuvo un lugar central en la izquierda. Es un partido muy articulador. Algo que hemos aprendido es que no siempre hay que estar codeándose para aparecer en la foto, para realmente ser un actor central y estratégico a la hora de forjar los consensos de la unidad de la izquierda. El PS tiene un rol muy importante en la Intendencia de Montevideo –el intendente forma parte de nuestras filas– y en la conducción de gobierno. En todos los períodos de gobierno nacional los socialistas hemos tenido un rol importante. Además, contamos con dirigentes de primera línea en los diferentes movimientos sociales y fuimos un actor clave en la movilización del No a la Baja, con la juventud socialista. Si uno mira, creo que no ha habido decisión relevante del país en cuya definición el PS no haya sido un actor central, lo cual no quiere decir que no tengamos que seguir trabajando; implica que ahora se abre otra etapa, de más protagonismo en algunas decisiones debido al rol que va a tener el PS con la eventual candidatura de Daniel si gana la interna.
¿Y a nivel parlamentario?
Tenemos una bancada más pequeña que otros sectores, pero en general siempre hemos estado articulando posiciones entre diferentes actores. Creo que Mónica [Xavier] es una excelente senadora que cumple con ese rol, como secretaria general del partido y como senadora. Quizá la agenda legislativa de este período no fue tan proactiva, pero no sólo desde la bancada del PS, sino en general.
¿Qué balance hacés de este último gobierno del FA?
A este gobierno hay que entenderlo en un contexto de 15 años de reformas. Implementó un paquete de transformaciones muy importantes, que generaron crecimiento y distribución. Hay que entender a las transformaciones en un período de tiempo más largo. Por ejemplo, existen decisiones legislativas de 2008 que impactan fiscalmente hoy. La agenda que planteó la izquierda en 2005 fue muy ambiciosa, y su maduración incluye a este período de gobierno como parte de ese proceso. También fue un gobierno que tuvo el contexto regional más complejo de los que tuvimos como izquierda y de los muchos que hemos tenido como país. En ese contexto, este gobierno navegó no sin dificultades y logró consolidar los cambios y garantizar que no haya retrocesos. Si uno mira socialmente, no ha habido retrocesos. No caer en crisis cuando Brasil y Argentina están complicados es algo inaudito. Eso tampoco fue gratis. Insisto, hay una mirada de mediano plazo, un paquete de reformas que cumplieron un ciclo, que se terminaron de madurar este año, una protección de esos logros, y también hay una especie de cierre de ciclo y de comienzo de otro que requiere un nuevo impulso.
¿Visualizás hitos en este período de gobierno?
El sistema de cuidados es el inicio de un cuarto pilar de bienestar, de un conjunto de reformas de fondo sobre la materia de protección, que tienen su germen en el período de gobierno anterior pero comienzan fuertemente en este período. En los temas de descentralización hay una apuesta muy importante: se fortalecieron los municipios y se aumentaron las transferencias a los gobiernos municipales. Eso en el interior se nota. Siempre uno quiere más, pero el año pasado –y este seguramente vuelva a pasar lo mismo– fue un año récord en transferencias desde el gobierno nacional a los departamentales.
¿Cuáles te parece que son los pasos que tiene que dar el FA para llegar a alcanzar un cuarto gobierno?
La imagen de éxito que producen algunos de nuestros logros no pueden impedirnos cuestionarlos, porque pasamos a otra etapa y sobre eso hay que generar otras políticas. Esto tiene que ver con “el impulso y su freno”: parte del agotamiento del impulso reformista del batllismo fue que en sus éxitos no lograba luego plantearse nuevas etapas. Por ejemplo, si nos encerramos en el debate Consejos de Salarios sí o no, caemos en un error. Tenemos que ver qué cambios hay que introducirle a la negociación colectiva y, al mismo tiempo, cuidar el empleo y el salario. Si discutimos Consejos de Salarios versus desregulación, se empobrece mucho la discusión. En esta campaña la izquierda tiene que volver a plantearse nuevos desafíos. Superamos una etapa en los temas de desarrollo social, y hoy, si uno mira, 90% de los problemas más de fondo en la pobreza están en los hogares con niños. Ahí es donde tiene que estar el foco. ¿Cómo fortalecemos aun más los instrumentos para llegar a la primera infancia? En seguridad hay nuevos desafíos, pero estos ya no son el bajo sueldo de los funcionarios o el estado de sus uniformes, sino que tienen que ver con la organización del narcotráfico en algunos territorios. Ahí tenemos que pensar: superamos una etapa de puesta a punto de algunas cuestiones policiales, y ahora hay que pensar cómo tiene que readapatarse el sistema en algunos aspectos. Obviamente tiene que haber un foco fuerte en avanzar en la velocidad de los cambios de la enseñanza media, que sigue siendo uno de los desvelos que tiene que tener cualquier proyecto de izquierda.
¿Cómo pensás que va a ser la campaña?
Creo que ya es una campaña muy dura, que empezó el 1º de marzo de 2015. La verdad es que este gobierno no tuvo un segundo de paz en ningún momento, ni siquiera en los primeros 100 días, como para tratar de pensar las cosas del país. Realmente, creo que hemos tenido una campaña electoral y un vínculo muy poco constructivo desde el 1º marzo de 2015, y este último año se va a intensificar esa tónica que se planteó desde el inicio. Hay, además, por cuestiones tecnológicas y humores regionales –y hasta mundiales–, un caldo de cultivo para desarrollar esas actitudes por parte de algunos líderes. Esperemos encontrar democracia plena. Son muy pocos países los que tienen libertades, reglas de juego claras y horizontalidad en las diferencias entre los partidos. Esperemos estar a la altura de vivir el desafío de vivir en uno de esos territorios.
Si el FA gana el gobierno sin mayorías parlamentarias, ¿con qué partido te parece que podría negociar?
Con todos, y eso se puede ver en la experiencia de esta legislatura, cuando en algunos momentos nos quedamos sin mayoría. En ese sentido, no va a ser una experiencia nueva, aunque quizá sí sea más permanente. Si la ciudadanía opta por no tener un esquema de mayoría parlamentaria, se abre una etapa en la que, obviamente, será necesario dialogar tema a tema con los diferentes actores. Insisto: también creo que Daniel [Martínez] tiene un perfil de generar acuerdos, que calza en un presidenciable. Pienso, por ejemplo, en el Fondo Capital, que requirió el apoyo de parte de la oposición, en ese caso con ediles del Partido de la Gente, pero creo que hay algunos brotes de experiencia durante esta legislatura en esa línea.
¿Tiene que haber continuidades en algunos ministerios?
Más que discutir a las personas, creo que es más interesante discutir el recambio de la agenda. De todas formas, me parece que hay un proceso natural de la izquierda, que va a implicar un recambio generacional importante. Yo a veces siento que pertenezco a una generación bisagra porque he tenido la posibilidad de actuar con gente que es del equipo de Tabaré [Vázquez] de toda la vida, y con otros nuevos que están en las estructura de gobierno. Seguro este nuevo ciclo va a venir de la mano de una nueva camada. Se ve en los candidatos a la presidencia y se reproduce en otros lugares, como en el propio PS, en el que hay un recambio con dos candidatos jóvenes. Eso se repite en la estructura general de toda la izquierda.