Entre los lectores de cómics de superhéroes hay una frase muy común: un paladín de la justicia es tan bueno como sean sus villanos. Y si hay un personaje que cuenta con una galería de enemigos digna de destacar, es Batman, quien desde 1939 se ha enfrentado a más tipos malos que nombres instalados en la sabiduría popular. Incluso alguien que jamás haya leído una historieta en su vida (una vida muy aburrida, por cierto) conoce al Acertijo, que deja pistas en cada uno de sus atracos, o a Gatúbela, que roba joyas y coquetea con los buenos, pero especialmente coquetea con el mismísimo hombre murciélago. Finalmente está el Guasón, o Joker, personaje que debutó pocos meses después de su némesis y de inmediato se convirtió en figurita repetida de los cómics del caballero oscuro.
¿Por qué tan serio?
Este “príncipe payaso del crimen” tiene una génesis disputada. La historia oficial nombra a Bob Kane, Bill Finger y Jerry Robinson como padres de la criatura de rostro pálido y cabellos verdes, cuya sonrisa eterna estaba inspirada en el look de Conrad Veidt en la película El hombre que ríe (Paul Leni, 1928).
En sus comienzos demostró una gran capacidad para el asesinato, en especial utilizando la toxina que dejaba a sus víctimas con el mismo rictus, justo antes de morir. Luego la industria dio un vuelco con la creación del “Código del cómic”, que limitaba las ventas de cualquier historia en la que (por ejemplo) aparecieran vampiros, escenas violentas, o los criminales no recibieran su merecido.
La forma que encontró el Joker para sobrevivir a la pasteurización fue volviéndose más bufonesco que nunca, con enormes elementos de utilería y trampas mortales que siempre fallaban a último momento. Recién en los 70 recuperaría su locura y sus peores hábitos, y desde entonces ha cometido actos tan crueles como matar a un Robin e incapacitar a una Batichica. El primero resucitó años más tarde, mientras que la segunda eventualmente recuperó el uso de sus piernas. ¡Cómics!
Hoy en día es un villano muy codiciado por los guionistas, lo que significa que en ocasiones sea una presencia demasiado frecuente en las historietas de la editorial.
¿Sabés cómo me hice estas cicatrices?
Después de décadas de publicación, la mayoría de los héroes y villanos ha visto modificado su “origen”. Dependiendo de la época, Batman lograba resolver o no el asesinato de sus padres. Superman hacía malabares con planetas o era tan sólo un tipo algo más fuerte que los demás.
En el caso del Guasón, la versión más repetida es que un criminal de poca monta intentó robar una fábrica, fue sorprendido por el hombre murciélago y cayó en un tanque con productos químicos, que le dieron el extraño color con el que lo conocemos.
El famoso guionista Alan Moore, en su novela gráfica La broma asesina (1988), con arte de Brian Bolland, amplió la historia e imaginó a un comediante fallido que luego de una gran pérdida se dedicaba al crimen, sufriendo el mencionado accidente durante su primer golpe.
Pese a que Moore ha intentado distanciarse de esta obra, se mantiene como la historieta definitiva del personaje, quien intenta probar que un mal día alcanza para llevarnos a la locura. Claro que, pese al flashback sobre su origen, el propio criminal nos dice que no deberíamos fiarnos de él. Que a veces recuerda su pasado de una forma y a veces de otra, ya que lo prefiere “de múltiple opción”.
Este concepto se mantuvo en las historietas, pero no en el cine. Si bien la versión de Christopher Nolan respetó este espíritu, con el Joker contando versiones diferentes acerca del origen de sus cicatrices, la de Tim Burton no sólo revelaba su verdadero nombre (¡pecado mortal!), sino que lo vinculaba con la creación de Batman. Ni que hablar de la película de 2019, dedicada íntegramente a descubrir qué llevó a su nacimiento.
Antes de llegar a Joaquin Phoenix, repasemos las apariciones fílmicas del personaje.
Tu bigote me suena
El guapísimo César Romero interpretó al Guasón en 22 episodios de Batman, la serie de 1966. Para este papel el actor se negó a afeitarse el bigote, que puede notarse claramente debajo del maquillaje blanco. Aquellos que lo vimos con doblaje latino sufrimos los nombres cambiados (“Guasón”, justamente), pero disfrutamos la maravillosa risa del mexicano Víctor Alcocer, quien también fue la voz del oficial Matute (Don Gato) y del Jefe (Superagente 86).
Un par de décadas más tarde llegaría la película de Tim Burton. A la hora de elegir un antagonista para la primera gran aventura cinematográfica del hombre murciélago, no hubo dudas. Jack Nicholson fue elegido para interpretar a Jack Napier, el hampón que en su juventud mató a los padres de Bruce Wayne y que luego de la zambullida en químicos se transformaba en el payaso maníaco.
Tú... me completas
Después de la tetralogía iniciada por Burton y finalizada (¿acabada?) por Joel Schumacher, que mostraba una Gotham City tan exuberante como sus villanos, Christopher Nolan llegó con la intención de mostrarnos un Batman “viable”, que combatía criminales sin superpoderes con la ayuda de juguetes no tan maravillosos.
En su segunda entrega, The Dark Knight (2008), el director anunció que el papel de Joker estaría en manos de Heath Ledger, conocido por comedias adolescentes y el drama Secreto en la montaña (Ang Lee, 2005). Facebook y Twitter todavía estaban en pañales, pero aun así los internautas alzaron su voz en contra de quien, con total seguridad, arruinaría la franquicia y el personaje para siempre.
La trágica muerte del actor, seis meses antes del estreno, aplacó los comentarios negativos. El film estuvo a la altura de todas las expectativas y el resultado final fue arrollador. La versión de Ledger le valió un Óscar póstumo y dio vuelta a cientos de miles de panqueques alrededor del mundo, que ya no podían imaginar al personaje sin él.
Dañado
Queda una última encarnación del payaso asesino antes de llegar a nuestros días. Los más jóvenes quizás no lo recuerden, pero DC Comics tuvo la intención de crear un universo cinematográfico parecido al de Marvel, pero a su estilo. No funcionó, básicamente por dos razones: era demasiado oscuro y no era de Marvel.
En El hombre de acero (2013), Batman v Superman (2016) y un pedazo de la Liga de la Justicia (2017), el director Zack Snyder presentó su versión muy personal de estos superhéroes, desconectados del hombre de la calle, penando sus propios asuntos y con una paleta de colores alejada de lo que el público estaba acostumbrado.
Corría 2016 y perduraba la idea de que todas las películas estuvieran interconectadas, cuando se estrenó Escuadrón suicida, dirigida por David Ayer. Allí el gobierno de Estados Unidos utilizaba supervillanos encarcelados para que hicieran su trabajo sucio, prometiendo la reducción de la condena si sobrevivían, cosa que ocurría poco.
La adaptación incluía a la popular Harley Quinn, una ex psicóloga del asilo Arkham que mantenía una toxiquísima relación amorosa con el Joker. Y su “pastelito”, como ella llama al asesino psicópata, no podía quedarse fuera de la acción.
El elegido en esta oportunidad fue Jared Leto y surgieron las voces en contra, no por sus aptitudes para la actuación, sino por decisiones estéticas. Como si se tratara del único rapero más blanco que Eminem, su Guasón estaba repleto de tatuajes (incluyendo la palabra “dañado” en la frente), lucía emplomaduras dentales y ropa de pandillero. Nadie estaba preparado para esta versión, más cercana a un jefe mafioso que a un villano de historieta.
¿Qué pasó hace dos años?
Más allá de éxitos como Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017) y Aquaman (James Wan, 2018), la idea de un único universo fílmico fue rechazada y volvieron los proyectos independientes, alejados de cualquier conexión. Uno de ellos sonó a chiste en primera instancia, pero llegó a estrenarse cuando muchos otros quedaron por el camino.
Todd Phillips, creador de la trilogía de ¿Qué pasó ayer?, fue anunciado en 2017 como director de una película dedicada al origen del Joker, ambientada en los 80 y que por entonces contaba con Martin Scorsese como productor.
Aquí el temor en las redes estuvo centrado en el proyecto en su conjunto, y no en el actor. La elección de Joaquin Phoenix tranquilizó a unos cuantos, debido a su talento y al buen tino que suele tener para elegir proyectos. El León de Oro obtenido en el Festival de Venecia un mes antes del estreno tranquilizó a otros tantos.
Pon tu mejor cara
En una era en la que los grandes estrenos de Hollywood apuestan a lo seguro, para no ofender al mercado chino y recuperar la inversión, una película de menor presupuesto y sin escenas en croma llegó para sacudirles la modorra, además de alimentar a toda clase de discursos espantaviejas.
Guasón (Joker) no es un film sencillo de digerir. Su protagonista es un pobre diablo con problemas mentales, inmerso en una ciudad decadente que lo ha olvidado como a muchísimos otros. Arthur Fleck vive con su madre y sueña con ser comediante de stand up, anotando reflexiones oscuras y chistes malísimos en su cuadernito con la caligrafía del típico asesino serial.
Esta Gotham City se asemeja a la New York City de películas de los 70 y 80, en franca decadencia. Y aquí nadie es más decadente que Arthur, que se mueve de fracaso en fracaso, recibiendo golpes figurativos y literales que dejan al espectador vapuleado en su asiento durante los primeros minutos del film.
El guion de Phillips y Scott Silver nos muestra su lento, lógico e irreversible descenso hacia la locura y la violencia. Algunas de las personas que se cruzarán en su camino no tendrán fuerzas o recursos para ayudarlo, mientras que a otros simplemente no les importará. Para cuando descubran la gravedad del asunto, ya será demasiado tarde.
La película no presenta a su protagonista en forma simpática. Arthur Fleck no es un héroe y sus acciones no están justificadas. Sí muestra qué lleva a que un miembro aparentemente operativo de nuestra sociedad un día cometa crímenes violentos.
En ese sentido, ayuda bastante que el protagonista sea el Guasón y no un psicópata llamado “Clown Buster”, por poner un ejemplo tonto. Conociendo el resultado final debido a lo popular del personaje, el espectador es obligado a acompañar su camino, siendo testigo de cada uno de los mojones que lo determinan.
Nada de esto funcionaría sin una actuación que combinara los momentos de mayor vulnerabilidad con el repentino descubrimiento de los métodos violentos y la transformación en agente del caos. Un verdadero agente del caos, no el que quiso vendernos el Joker intepretado por Heath Ledger, cuando en realidad dependía de un plan increíblemente coreografiado para lograr el éxito.
La tarea de Joaquin Phoenix logra que uno se involucre con este perdedor desequilibrado, que sufra cuando es golpeado, pero también que tome distancia cuando (bastante temprano en la cinta) su personaje cruza un punto sin retorno. Con una construcción brillante que no sólo está apoyada en la risa maníaca, sino también en las contorsiones físicas y en una fascinación casi hipnótica por el baile, la película es suya, de principio a fin, y se merece todo galardón que le arrojen. Pero también cuenta con un elenco que acompaña en la mejor forma, en especial Frances Conroy (Six Feet Under) como mamá Fleck y Robert De Niro como el comediante con el que Arthur está obsesionado, en una inversión de roles de lo que ocurría en El rey de la comedia (Martin Scorsese, 1983) y recordándonos la clase de actor que es.
Siempre habrá gente que malinterpreta ciertas obras. Algunos vieron El Club de la Pelea (David Fincher, 1999) y creyeron que Tyler Durden era un modelo a seguir. Por suerte, otra gran cantidad de gente entendió y disfrutó de El Club de la Pelea. Ojalá con Joker haya discusión acerca del tratamiento que tienen las enfermedades mentales y quienes las padecen, y no un intento de censura pensando en posibles atentados violentos en el mundo real.
Sabemos bien que si alguien escucha un disco de Marilyn Manson y luego realiza un tiroteo escolar, la culpa nunca es de Marilyn Manson.