Un día lluvioso en Nueva York posiblemente sea la más desangelada de las películas de Woody Allen. No es la primera de la que se puede afirmar que es floja, pero antes siempre estaba la noción de que, de cada tres películas suyas, una era medio tonta, la otra buena y la otra formidable: si uno ligaba una de las malas, era sólo cuestión de esperar un añito más. Pero este es su cuarto largometraje insignificante al hilo, y quizá sería hora de que el veterano cineasta recapacitara sobre su rutina de escribir y dirigir una película por año.

La estructura de la historia es interesante: Gatsby y Ashleigh son novios y residen en un campus universitario; él es neoyorquino y ella viene de Arizona. A ella le surgió la oportunidad de entrevistar a un gran director de cine en Nueva York, y Gatsby decide ir con ella y mostrarle Manhattan, con la perspectiva de un fin de semana romántico en la Gran Manzana. La entrevista deriva en una inusitada sucesión de hechos y, mientras tanto, Gatsby, cada vez más impaciente y decepcionado, deambula por ahí. Esa estructura permite acumular una serie de episodios, no necesariamente conectados unos con otros, de acuerdo con la concepción cada vez más perezosa de los guiones de Allen.

Los personajes centrales son estudiantes universitarios, y es patéticamente notorio que Allen no tiene mucha idea de cómo es un joven de esa edad en la actualidad. Para atenuar el problema, su personaje principal, que se llama Gatsby Welles –poco sutil intertextualidad– es fanático del jazz y de las canciones de la época de oro. Vaya y pase, hay gente así. Pero resulta que Gatsby no contrasta con todos los coetáneos con los que se cruza: todos ellos parecen vivir en el mismo mundo que él. Se refieren a películas previas a 1950 y ninguna posterior; en algunos de los pituquísimos apartamentos que vemos hay bonitas obras de arte moderno colgadas en las paredes (y Allen, como siempre, arma unos preciosos encuadres con sus personajes frente a tales obras), pero el extensivo name dropping no incluye referencias más recientes que Auguste Rodin en artes plásticas o Charlie Parker en música. Lo más cercano a una sintonía con la actualidad son algunas apresuradas conversaciones por celular, seguidas de momentos de incertidumbre, porque a esos supuestos integrantes de la Generación Z no se les ocurre mandar un whatsapp.

Pero hay algo más crucial que el anacronismo. Por una vez, este cineasta que suele poner en pantalla, en forma tan vívida, la atracción entre hombres y mujeres parece haber sencillamente apilado unos con otros a sus personajes carilindos en circunstancias medio forzadas. Ashleigh es particularmente inconsistente, oscilando en función de las demandas de las distintas ideas dramáticas o chistosas que el guion acumuló en la estructura episódica de la película. Es ingenua e ignorante al punto de confundir una cita de Carl Porter (y justo una que habla del “ruido del tráfico rugiente”) con William Shakespeare, pero luego con su sensibilidad fascina al gran director y al gran guionista, al punto de que salva al primero de una crisis existencial-creativa y aconseja al segundo sobre cuestiones personales. Se supone que Gatsby primero está bajoneado y celoso porque Ashleigh anda con esos grandes artistas y lo deja de lado, pero luego se da cuenta de que la novia no se corresponde con su sensibilidad, y todo eso para terminar con Shannon, un personaje no menos hueco.

Es deprimente constatar que Allen, en cuanto a la moral sexual, siguió los rumbos generales del cine estadounidense: en los años 70 hacía comedias pícaras, y en 2018 hizo esta, llena de tensiones sexuales pero en la que nadie se acuesta con nadie, y la que se dispone a hacerlo –aunque eso se frustra– termina, en cierta forma, castigada. Por otro lado, el consabido regionalismo de Allen, es decir, su comprensible toma de partido por el norte racionalista e intelectual contra el sur bíblico y petrolero-armamentista, aquí termina empobreciéndose con un tufillo de centralismo cultural, al concluir que alguien de Manhattan sólo puede ser feliz con otra persona de Manhattan (al enterarse de que Ashleigh es de Tucson, Shannon le pregunta a Gatsby: “¿Y sobre qué charlan? ¿Sobre cactus?”).

A la Woody Allen

Nueva York se muestra como una “ciudad de Woody Allen”, con un enfoque selectivo que excluye cualquier posible fealdad, tratando de no repetir perspectivas ya trilladas en otras películas del director (aquí hay mucho Central Park). Hay cierto aire de explotación en esas películas de caras bonitas en lugares bonitos hablando de cosas bonitas con fotografía bonita y bonitas piezas de swing, como música incidental. Por supuesto, podemos disfrutar esa tremenda excursión turística virtual por el precio de una entrada de cine a través de las miradas privilegiadas de Allen y del gran director de fotografía, Vittorio Storaro.

Hay dos componentes que definen la personalidad plástica de esta película. Uno es la casi omnipresencia de la lluvia (empieza a llover cuando la trama se entra a picar, se intensifica en el momento culminante y cesa al final: vaya lirismo). Y casi siempre se trata de una especie de lluvia con sol, con rayos luminosos dorados que, de manera nada realista, invaden la imagen en forma casi horizontal, entreverándose con el gris goteado. El otro componente visual particular tiene que ver con el apellido del protagonista, es decir, remite a Orson Welles: Allen no toma los elementos más extremos y expresionistas de Welles, sino tan sólo ese enfoque fourties (que podría remitir también a William Wyler u otros) que consiste en los encuadres con las perspectivas exageradas por el gran angular, enfatizados por la puesta en profundidad, y una puesta en escena flexible.

Aparte de lo plástico, hay una escena buenísima, que es el casi monólogo de la madre de Gatsby –notable Cherry Jones– cuando le cuenta al hijo su sorprendente historia de vida. En ese momento aislado asoma lo más creativo y hábil de Allen.

Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York). Dirigida por Woody Allen. Con Elle Fanning, Timothée Chalamet, Selena Gomez. Estados Unidos, 2018. En Torre de los Profesionales, Casablanca, Life Punta Carretas, Movie Punta Carretas, Alfabeta, Movie Montevideo, Movie Portones, Punta Shopping.