Compañeras y compañeros:

Es habitual afirmar que en Uruguay las instancias electorales constituyen verdaderas fiestas cívicas. Y en efecto, esta última instancia se transformó en una auténtica lección de conciencia democrática.

Hay circunstancias en que no alcanzar el triunfo electoral puede constituirse, paradójicamente, en una victoria. Tal es el caso de lo ocurrido el domingo 24; y es por ello que numerosos llamados y mensajes provenientes de los más diversos rincones de la república y de varios países latinoamericanos y europeos nos hicieron llegar sus fervorosas felicitaciones.

En las últimas semanas fue absolutamente trascendente –y tal vez determinante– el compromiso de la militancia espontánea y masiva que recorrió barrio a barrio y pueblo a pueblo, informando y reflexionando sobre los trascendentes avances obtenidos en las administraciones frenteamplistas en lo nacional y en lo departamental. En especial, es de destacar que esa militancia no sólo estuvo constituida por los más experimentados adherentes, sino también por un elevado porcentaje de jóvenes que aún no contaban con su credencial cívica.

Momentos como el presente nos obligan, pues, a una autocrítica serena pero firme, para soslayar la inercia y la autocomplacencia.

Ello significó, sin duda, la necesidad de superar no pocos desencantos motivados por conductas inconsecuentes y apartamientos de algunos de los lineamientos de las bases programáticas de nuestra fuerza política y por errores señalados, cuando no magnificados y aun tergiversados por la oposición y por los medios masivos de difusión pública.

Pero sería inadmisible no reconocer nuestras fallas e inconductas, afectando normas éticas básicas. Momentos como el presente nos obligan, pues, a una autocrítica serena pero firme, para soslayar la inercia y la autocomplacencia.

Para ello, resulta imprescindible una revisión de nuestra orgánica que facilite la consolidación de la unidad de acción, compatible con la pluralidad de perfiles pero evitando la desmesurada dispersión sectorial e ideológica.

Personalmente, siento como un imperativo reivindicar la vigencia de la figura del general Liber Seregni, por su inquebrantable compromiso democrático, por su excepcional legado ético y por su profunda sensibilidad social.

El sorpresivo y formidable resultado de la reciente convocatoria a la ciudadanía uruguaya supone para nuestro Frente Amplio un incrementado desafío que no podemos ni debemos soslayar: el de seguir trabajando tenaz y solidariamente en defensa de los sectores menos favorecidos de nuestra gente.