Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La asunción de Alberto Fernández como presidente de Argentina ocupó ayer los titulares uruguayos, y da pie para varias reflexiones. Aquí se destacó al gesto del presidente Tabaré Vázquez, al asistir acompañado por Luis Lacalle Pou, y la satisfacción local ante esa actitud es legítima, pero no está de más señalar que se contrapone con muchos mensajes de feroz hostilidad intercambiados durante la campaña.

Si el discurso del nuevo mandatario argentino enfatizó en la convocatoria a la unidad y la necesidad de “abrazar al diferente”, en el país que puso de moda hablar de “grieta” y del que importamos ese concepto, quizá tengamos algo que aprender. Es indudable que la mayoría eligió a Lacalle Pou, y decidió así poner fin a 15 años de gobierno frenteamplista, pero esto no significa –sobre todo si tenemos en cuenta que el resultado de noviembre fue muy parejo– que la voluntad popular sea desandar todo el camino recorrido en los últimos tres lustros.

En este sentido, es importante registrar que el proyecto de ley sobre regulación del cannabis medicinal se aprobó ayer en el Senado por unanimidad, e incluso que, si bien el de economía social y solidaria fue votado sólo por los senadores del Frente Amplio, el nacionalista Álvaro Delgado, futuro secretario de Presidencia, expresó que estaba de acuerdo con su contenido programático.

También es relevante asumir que los resultados de seis años de aplicación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo son un patrimonio nacional, que a Vázquez no se le ocurrió desmantelar en su segundo mandato, pese a su conocida oposición a esa norma. Tampoco al próximo gobierno debería ocurrírsele revertir lo logrado, por más que el cardenal Daniel Sturla vea una oportunidad y retome sus cuestionamientos a esa norma. Y lo mismo se puede decir acerca de los esfuerzos por combatir y prevenir la gravísima cuestión de los femicidios, no sólo mediante legislación penal sino también a partir del análisis en profundidad de sus causas y modalidades: hay una realidad social intolerable, que debería avergonzar e indignar a la inmensa mayoría, por encima de preferencias partidarias.

Y si Alberto Fernández combinó sensibilidad social con inteligencia política al jerarquizar, entre todos los problemas que hereda tras el gobierno de Mauricio Macri, la cuestión del hambre, asociada con el brutal aumento de la pobreza y la indigencia, también de eso podemos aprender, tal vez a curarnos en salud. El futuro gobierno tiene claramente derecho a procurar la reducción del déficit fiscal que prometió, y a evitar despilfarros estatales si los halla. Pero es obvio que, si actúa de la forma en que lo hizo Macri, puede suceder –como en Argentina– que las cuentas públicas no mejoren pero se agreguen desequilibrios de otro tipo, con efectos sociales devastadores.

No le conviene a ningún partido, y sobre todo no le conviene a la sociedad uruguaya, que vivamos un proceso como el argentino, a los bandazos. No le conviene un gobierno que venga por la revancha, ni una oposición centrada en construir, desde marzo de 2020, su propia revancha en marzo de 2025.

Hasta mañana.