Te entiendo, defraudado. Aún faltan cambios que nos hacen sentir mal. Lo que no entiendo es cuando nosotros, los defraudados, empezamos a creer en los detractores, en las personas que distraen al resto con verdades a medias, con enojos propios, con la lucha del yo por encima del resto, con la meritocracia como método de justicia.

Que los defraudados sigan luchando por sus causas, por su barrio, por su ciudad o pueblo, que recuerden el valor de la unión, que no los distraigan los medios de comunicación morbosos que les infunden el miedo como si fuera una pastilla diaria, esos detractores que muestran una toma de rehenes en vivo o el video de una cámara de seguridad que graba el asesinato a plena luz del día de un hombre saliendo de su casa, y lo repiten tanto que generan una psicosis que sólo produce más desconfianza.

¿Cómo salir de esta encrucijada, cuando lo único que nos muestran es dolor?

Entiendo a los detractores: siempre tienen la verdad como bandera: ellos saben lo que quieren. Críticos y nobles en su voluntad de discutir y de enojarse como tatuaje al pecho, su miedo más grande es equivocarse; asumir la derrota sería demasiado para ellos. Cuando ya no tienen recursos se vuelven contradictorios, muchas veces, cuando se dan cuenta de su error y recurren a la violencia en el diálogo, a la violencia hacia la gente que no es como ellos (sobre todo, hacia las clases más bajas). En realidad, no hay mucha complejidad en la mente de los detractores: andan como boyas vaticinando la llegada de un nuevo dios que magnifique sus ganancias personales, porque la plata está por encima de muchos otros intereses, como te darás cuenta.

Fácil como tirar la piedra y esconder las ideas. De vez en cuando alguien va a sacar la basura y se le cae un “en la dictadura estábamos mejor”, “que vuelvan los milicos a poner orden”, “pongan a los milicos a trabajar en las calles”. Defraudada, te prometo que nada va a mejorar más a la democracia que que te tomes el trabajo de agarrar la mugre de los demás y tirarla a la basura; cuidar el medioambiente es vital. Esos detractores que solucionan todo con balas no forman parte de tu desilusión, están fuera de toda discusión porque no quieren democracia ni república, sólo quieren más dolor. Ya vamos tachando caminos a seguir en este laberinto.

Yo entiendo que te preguntes por qué ayudan a las minorías y no me ayudan a mí, por qué no me dan beneficios como a la población trans o a los afrodescendientes. Entiendo que te preguntes sobre los programas del Ministerio de Desarrollo Social. Lo que no entiendo es por qué antes de ir a buscar tus propias respuestas y formular tus propias conclusiones, escuchás a los detractores, a los mensajes de dudosa procedencia que te llegan por las redes, que te llevan al descreimiento.

Volviendo a tus dudas, hemos tenido, más que beneficios, un par de privilegios que a simple vista y en la rutina diaria no se ven con claridad. Las minorías siguen siendo parte de nuestra sociedad y, sobre todo, se han visto afectadas durante décadas aguantando y pidiendo por sus propios derechos, como vos y como yo, defraudado. ¿Es menos válida su lucha que la tuya? No.

Entiendo también que el gobierno se ha equivocado, que a veces se pierde credibilidad, y en ese momento otro error de algunos es no poder asumirlo. Votar de nuevo al que te defraudó no es un acto de perdonar, es un acto de valorar cómo llegamos hasta hoy, es un acto de interiorizarse. No votes precandidatos que en sus eslóganes dicen ser buena gente: ¿buena gente para quién? Defraudada, no somos víctimas del sistema como te hacen creer los detractores; somos parte del problema, pero sobre todo somos parte de la solución.

Defraudado, para desenredar la maraña vas a tener que poner arriba de la mesa los conflictos personales y los conflictos sociales en este momento. Y pensar. Este es un momento importante, en el que vamos a decidir si seguir en un estado democrático, con aciertos y errores, o pasar a un estado de violencia, con aciertos y errores. No caigas en el discurso fácil de lo que te falta. El voto castigo no sirve de nada, defraudada. Los detractores hace años que vienen sembrando el odio, generando dudas en la gente solidaria. Vos eras una de ellas, defraudada; querías cambios, querías cumplir sueños, querías un sostén, querías laburar menos y ganar más, querías derechos laborales. Falta un montón, falta memoria. Defraudado, tu desilusión es válida. Podés pensar que todos los políticos son iguales, pero sin embargo siguen ahí, en su carrera por gobernar este país. Habrá que buscar sus matices y hacerse cargo de nuestra parte en la historia.

¿Ya conociste a los que te vendieron un estándar de familia? Los mismos que te dicen lo que tenés que sentir, pensar, decir o cómo actuar. Los que confundieron la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y el matrimonio igualitario con “ahora es ley matar bebés” o “lo que faltaba era que los putos se pudieran casar”. Estos detractores vienen a tratar de inculcarnos valores que, más que valores, son dictámenes sociales. Defraudado, son los mismos que defienden a capa y espada el liberalismo como forma de ser libre de ataduras y vivir mejor sin un gobierno que controle y gestione, y ahora parece que nos dicen cómo tenemos que amar.

Creo que si te sigo explicando te estoy subestimando, pero no, te juro que no. Hay gente que no entiende que la ley que regula el aborto no genera más abortos que antes, sino que hace legal la decisión de, bajo algunos parámetros específicos, abortar de forma segura, no sólo para que la mujer deje de poner su vida en juego sino también para que cuente con asistencia psicológica, porque abortar no es una decisión fácil como algunos piensan. Legalizar es dejar de hacer la vista gorda a las cosas que pasan en la sociedad.

Los detractores moralistas, que temen a las diferencias, apuntan con el dedo todo el tiempo mientras se sacan cartel de mejores, de gente verdadera, de valores tradicionales. Apuntan y fuego. Todo el amor que promulgan tiene bases y condiciones de uso. Si cumplís con todos los requisitos te aseguran grandes beneficios.

Defraudada, esto no es campaña política, esto es un pedido de no agresión, es un pedido de entendimiento. La estructura que nos vendieron está a punto de romperse y la violencia lúdica no es más que un manotazo de ahogado. Nos estamos quedando cada vez más solos en esta susceptibilidad de no poder quedarnos en el medio de los dos lados. De no poder estar a favor de los aciertos y en contra de los errores, sin importar la camiseta. Los de arriba y los detractores siempre se benefician del caos. Pensá, investigá, apoyá las causas democráticas. Nuevamente, este es el momento de elegir el futuro de nuestro Uruguay.

Facundo Rovere vive en Pando, tiene 28 años y una librería llamada La Pipa.