En setiembre de 2016, cerca de 30 familias que conformaron el barrio La Quinta fueron desalojadas de un terreno baldío privado que ocupaban en la calle Pantaleón Pérez, entre los barrios Maroñas y La Cruz de Carrasco, detrás de la fábrica de vidrio Vicry SA. Posteriormente, fueron realojadas por el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) en un predio cedido por la Intendencia de Montevideo (IM) en la intersección de Rodolfo Almeida Pintos e Isidro Más de Ayala, en Casavalle. Allí construyeron sus casas en forma precaria, con chapa y madera, a la espera de las viviendas definitivas que el MVOTMA iba a construir en el terreno contiguo. Allí permanecieron hasta el viernes de la semana pasada, cuando las autoridades les entregaron las llaves de sus nuevas casas, en un acto colmado de vecinos, periodistas y curiosos que se acercaron al escuchar la música y percibir un movimiento inusual.

Hasta este viernes, Yasil vivía en la vivienda número 26 del asentamiento del otro lado de la calle, que anunciaba afuera, escrito a mano con pintura roja, que pertenecía a la familia De la Cruz-Vallejo. Esa casa la construyó junto con su marido en un solo día, con los mismos materiales con los que había hecho su hogar anterior en la primera ubicación de La Quinta: chapa y madera. “Tratamos de acomodarnos como pudimos”, cuenta. Ahora su marido está internado en un hospital psiquiátrico porque padece de esquizofrenia, y Yasil, que llegó de República Dominicana hace seis años, vive con su mamá, Bella, y dos de sus hijos, Yasil (12) y Yariel (21). El tercero, Jefferson, sigue en República Dominicana y no puede venir hasta que Yasil tenga los documentos al día, algo que espera que suceda pronto.

Mientras se prepara todo para iniciar el acto de entrega de las llaves, Yasil contiene las lágrimas al contar que, si bien todos van a vivir en la casa, le entregó a su madre los títulos de propiedad que le asignaron. A unos metros, Bella sonríe con euforia mientras la entrevistan para la televisión. Yasil dice que prefiere no recordar lo que vivieron durante los últimos dos años y medio en el asentamiento, porque confía en que ahora la van a pasar mejor, y asegura que los vecinos, a pesar de la larga espera, están contentos. Pero los recuerdos están. “Pasamos horrible. A mí cada dos por tres se me volaba el techo, se me inundaba todo y tuve que comprar todo de nuevo para la casa nueva. Teníamos que compartir un baño químico, así que imaginate”, relata. Además, está el viejo tema de la seguridad: cuenta que la robaron cuatro veces en menos de dos meses y en ocasiones la golpearon. Y teme que esa situación no cambie por el hecho de vivir del otro lado de la calle.

La Yasil pequeña lo vive de otra manera, con alegría y entusiasmo que resultan contagiosos. “¡Mira, mira qué bella es mi casita nueva! ¿Vamos corriendo a verla?”, dice, y sin aguardar por una respuesta, se dirige a toda velocidad hacia la vivienda que les asignaron, aunque todavía no tienen las llaves para ingresar. Al llegar, rodea la casa, mirando por las ventanas e indicando qué función va a cumplir cada habitación y dónde va a estar ubicado cada mueble. Además, destaca con felicidad que en la casa de al lado va a vivir Mariano, su mejor amigo, que también es dominicano.

Al comenzar el acto protocolar, la titular del MVOTMA, Eneida de León, agradeció a los vecinos “que esperaron mucho tiempo por esto, tuvieron paciencia, la pelearon, aguantaron todos los retrasos burocráticos, las problemáticas con las empresas y demás”. Agregó que aunque “es un cambio muy grande”, el techo por sí solo “no resuelve la vida”, y opinó que es necesario “construir ciudadanía” mediante el cuidado de la familia, los vecinos y, sobre todo, los más chicos de la comunidad. En diálogo con la diaria, la jerarca indicó que en total se entregaron 36 viviendas dúplex de uno, dos y tres dormitorios, que requirieron una inversión de 82 millones de pesos. Explicó que no sólo se benefició a familias de La Quinta, aunque fueron la mayoría, sino también a gente de otros barrios seleccionada por el Ministerio de Desarrollo Social. En todos los casos se trataba de “emergencias habitacionales fundamentales”; por ejemplo, las familias dominicanas fueron recomendadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores por presentar una situación “de extrema precariedad”.

Las viviendas se entregaron en régimen de comodato y se hará un seguimiento de los nuevos habitantes con asistentes sociales; además, “para enseñarles a usar la casa” se les entregó un manual de uso y mantenimiento y deberán cumplir con las “condiciones de convivencia” con los vecinos. “Si alguien pone una boca de pasta base, se lo desaloja”, ejemplificó De León. Yasil dijo que entre las condiciones establecidas también se les prohíbe vender la vivienda, alquilarla y que la integren más personas que las que ya conforman el núcleo familiar. Por otra parte, la ministra destacó que las viviendas “están en un lugar de privilegio”, con acceso a “buenos servicios, trabajo y transporte”, y aseguró que con esta medida “se da acceso urbano a gente que está fuera de la sociedad, por ser los más desfavorecidos de Uruguay”.

A medida que se entregaron las llaves, los nuevos propietarios se desperdigaron, ansiosos por abrir por primera vez la puerta de su nuevo hogar.