La Real Academia Española define al fundamentalismo como la “exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida”. Esa exigencia de sometimiento recae, en gran medida, sobre las conductas y los cuerpos de las mujeres, sobre las disidencias respecto de un orden sostenido por los estereotipos de género, que es desafiado por la emergencia de los feminismos y que los fundamentalistas quieren perpetuar.

Los feminismos se han instalado con fuerza en el escenario político y social. Son una respuesta organizada y una forma de resistencia al fundamentalismo, que está presente en nuestras sociedades desde hace siglos y forjó gran parte de los marcos de pensamiento que aún hoy rigen. Como reacción ante los desafíos feministas, los fundamentalismos se han vuelto mucho más visibles. Se expresan incluso en propuestas electorales, y son amplificados en las redes sociales, sobre todo por usuarios anónimos o con nombres de fantasía.

En el movimiento feminista mundial confluye una diversidad de formas de intervención política, muchas veces disímiles entre sí, pero con cierta sensibilidad compartida. Es muy importante respetar y cuidar su carácter plural y diverso, que lo preserva de convertirse en un fundamentalismo más. Las demandas de este movimiento son varias, y entre ellas es básica la dirigida contra las desigualdades de género, que impacta sobre la opresión y la violencia que atraviesan los cuerpos feminizados en todas las culturas.

En Uruguay se han establecido importantes cambios normativos mediante el impulso a la llamada agenda de derechos, construida por una conjunción de movimientos sociales y políticos. Estos actores supieron reconocer un horizonte estratégico común y cooperar para el avance de causas que, en algunos casos, no estaban acostumbrados a considerar propias. También supieron respetar protagonismos y reivindicar el rol de las diversas identidades militantes en las luchas y conquistas.

Pero las leyes tienen que ser mucho más que una declaración sobre como debería desarrollarse nuestra convivencia. Implementar en forma eficaz y responsable el cumplimiento de las normas conquistadas –por ejemplo, el de la ley contra la violencia basada en género– exige voluntad política y recursos. Desde una perspectiva de izquierda, además, es crucial que las transformaciones lleguen a la vida de todas las personas y que, con perspectiva de clase, tengan un efecto potente para las más marginadas y olvidadas. Tal es el caso de ley integral trans, que tiene el desafío de alcanzar a la población más vulnerada del país e incluir a las que están más allá del olvido, como las mujeres trans privadas de libertad. Deseable sería que nuestro país supere la tradicional dinámica del impulso y su freno.

La plataforma reivindicativa del movimiento feminista para este 8 de marzo no es novedosa. Pasan los años, pasan las olas feministas, y la exigencia de más y mejores derechos para las mujeres no varía. Participación, autonomía económica, disminución de la brecha salarial, cuidados compartidos y no violencia son algunos de los ejes que se mantienen, generación tras generación.

Lo novedoso son las muchas mujeres jóvenes que saldrán a la calle, sumándose a otras muchas, no tan jóvenes, que vivirán la marcha por primera vez, además de “las de siempre”. Todas ellas se encontrarán en abrazos y en reclamos.

El feminismo se levanta contra los fundamentalismos que limitaron y limitan tantas trayectorias de vida. Las de las niñas que quisieron jugar al fútbol y los niños que quisieron danzar. Las de quienes recibieron el mandato de que ellas no pueden hacer lo que quieran y ellos no pueden llorar. Para unas el límite fue que la vida de la mujer está dentro de la casa, y para otros que el varón tiene el deber de proveer. El feminismo responde al acoso en las calles y a su naturalización, a la excusa inaceptable del largo de la pollera. Es el “basta” de y para las mujeres que recibieron agresiones sexuales y violencia de género. Es una herramienta poderosa para hacer política contra la desigualdad y la violencia, contra los estereotipos que recaen sobre varones y mujeres, para que todas y todos tengamos derecho a ser.

En el mundo y aquí nomás es evidente que avanzan las posiciones reaccionarias. Razón de más para fortalecer y ampliar alianzas que defiendan lo conquistado, garanticen la democracia y avancen por más y mejores derechos. Eso es parte del sentido de la marcha de hoy en Montevideo, junto a muchas otras en el mundo.

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Dínamo | Feminismos y combates a los fundamentalismos

Herramientas para la acción

En el debate público son cada vez más frecuentes los ataques al movimiento feminista y a las minorías raciales, étnicas o sexuales. Los avances en derechos se minimizan, ridiculizan o condenan, y se siembra el terreno para el crecimiento de discursos de odio, que pugnan por revertir los avances conquistados en las últimas décadas por los movimientos sociales. Por eso, el primer tema de este año en Dínamo se centrará en analizar de dónde provienen estos discursos, qué estrategias utilizan los sectores conservadores para imponer su agenda, y cómo confrontar con los viejos y nuevos fundamentalismos desde una visión progresista de la sociedad.