La lluvia cae como una maldición azul y encuentra la forma de llegar a ese lugar que desde el inicio de su caída le fue asignado. Busca un intersticio, una hendija; se convierte en humedad tomando una pared, un techo, comiéndose la madera, la piedra, fundiéndose con la tierra, sacando la sangre del barro. Así, de la misma manera, aparece la poesía. La desheredada, la marginada, la inédita, la indómita.

Durante mucho tiempo, desde mi adolescencia escuché que la poesía no se vendía, que no se editaba, que la poesía no aparecía. Profesores, talleristas y escritores hablaban de una momificación de la poesía, una desaparición de los poetas, una proscripción de la palabra en belleza; sin embargo, ahí estaba, quizá secreta, quizá guardándose, esperando a que llegara el momento de que los poetas salieran a decirla, a editarla, a escribirla, a pasarla en papeles fotocopiados, en redes sociales, en Instagram, en la voz de youtubers, en la voz de performers, de cantantes, de músicos, de espectáculos poéticos, en grafitis, en sótanos, teatros, escenarios. La poesía como una fiebre, como la ansiedad oral de lo perfecto, como una forma de resistencia; la poesía como una esquirla de belleza en el lenguaje y el pensamiento, incrustada en el devenir de la palabra.

Entonces llegó su hora: el tiempo de la poesía, de circular por los ciclos poéticos de Montevideo, de hacerse masiva en los slams, de salir de nuevo con su artillería hasta convertirse en el formato casi predilecto de los jóvenes para cantar y cantarse, o a ser de nuevo el arte y el oficio por el cual reconocer a nuestros antecesores poetas. Y, claro, apareció el mercado con la poesía, y las editoriales olisqueando qué había detrás de tanta gente. Pero esto último no es algo en lo que quiera perder tiempo.

Dentro de los movimientos más importantes con los que cuenta la poesía en Montevideo, entre ciclos, festivales y eventos performáticos, tenemos el Mundial Poético, un evento en el que confluyen poetas de diversas partes del mundo en Uruguay, para mezclarse con la presencia potente de gran parte de la poética oriental. Este año el Mundial Poético celebra su quinta edición, que tendrá lugar desde mañana hasta el 5 de abril en Tractatus, el Espacio de Arte Contemporáneo, el Museo Zorrilla y la Sala Verdi, entre otras sedes (el programa está disponible en su página de Facebook). Desde 2013 hasta la fecha el evento ha recibido a 72 poetas de 18 países, y han participado 200 poetas locales. Este año los poetas visitantes son Fernando Noy (Argentina), Rozalie Hirs (Holanda), Balam Rodrigo (México), Claudia Masín (Argentina), JJ Pierre Paul (Haití), Tálata Rodríguez (Colombia), Miguel Ángel Fuentes Gallegos (Perú), Julia Magistratti (Argentina), Yann Marussich (Francia), Pedro Tostes, Amora Pera, Pedro Lago y Pedro Rocha (Brasil).

Martín Barea Mattos es un reconocido poeta uruguayo y un incansable agitador cultural, especialmente desde la ya mítica Ronda de Poetas, uno de los ciclos de poesía más importantes y más duraderos en Montevideo. El Mundial Poético lo tiene como ideólogo y principal gestor. Hablamos con él para enterarnos un poco más acerca del evento.

Desde el principio, ¿cómo surgió la idea del Mundial Poético? ¿Cómo fue su génesis?

Surge ocho años después y en plena Ronda de Poetas (hoy con 14 años de ciclo). Por un lado, arengado por los colegas y, por otro, como moneda de cambio de mis experiencias personales en distintos festivales en Brasil, Colombia, Argentina y Chile. Montevideo necesitaba su festival.

¿Cuál es el objetivo de la movida?

El objetivo es dar muestra de la producción contemporánea del género y aglutinar autores, editoriales, grupos, ciclos, proyectos, periodistas: actores que dan cuenta de las distintas expresiones alrededor de la poesía. Es un objetivo sin objeto, en tanto su naturaleza es fractal, fragmentaria, y su utilidad de mercado, inútil. Por supuesto que la presencia de los poetas extranjeros justifica el Mundial Poético de Montevideo y pareciera dar sentido al insilio de cada día.

Tu trabajo con la poesía viene desde hace tiempo. ¿Por qué siempre te has mantenido en el género?

Sí, en 2020 se cumplirán 20 años de mi primera publicación (Fuga de ida y vuelta), y a esto se suman los años de Ronda de Poetas y ahora el Mundial Poético, como artista, poeta y gestor culturar.

Trabajando en el Mundial, en La Ronda y siendo poeta, ¿cómo ves el panorama de la poesía en general?

Desde antes de la dictadura y hasta nuestros días, veo un sistema poético insólito, garantizado por casi 35 años de democracia. Y al menos hay cuatro generaciones de poetas conviviendo y compartiendo experiencias en un ambiente propicio para el constructo colectivo. La poesía salió de la página y está habitando zonas transdisciplinarias. El Mundial Poético es resultado de todas estas sinergias. No es el montaje de una escena: es una escena en montaje.

¿Qué hay de especial en este Mundial Poético?

Es especial por ser nuestro pentacampeonato, y cinco ediciones es una realidad para celebrar. Así, tomamos nuevos retos, como abrir el público y dejar de ser un festival hecho por poetas para poetas. Convocamos a dos artistas populares y de caudal poético: la murga Falta y Resto y SAK (Se Armó Kokoa), una banda de chicas raperas de Lezica que recientemente participó en Montevideo hip-hop. Por supuesto, lo más especial son los poetas del exterior, porque hacen al concepto del festival: barcos y aviones repletos de experiencias para escuchar. Una conspiración de la inspiración.