Sara Méndez milita desde los años 60. Lo hizo en Magisterio, en la Federación Anarquista Uruguaya (FAU), en la Resistencia Obrero Estudiantil. Estuvo tres años clandestina en Argentina, fue fundadora del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) y secuestrada por el Plan Cóndor. Después de la dictadura, su militancia se centró en la búsqueda de verdad y justicia. “Yo he querido liberarme un poco de ser la madre de Simón”, explica. Se refiere al símbolo, y no a su hijo, a quien llama Aníbal. El hijo que le arrebató la dictadura, el que recuperó en 2002, el padre de ese nieto que este 24 de marzo le mandó fotos desde la marcha por la memoria, la verdad y la justicia en Argentina. Aceptar el nombre que le puso su apropiador, dice, es aceptar los 25 años que vivió alejado de ella. Pero ver la foto de su familia recuperada este 24 de marzo la hizo pensar que se cierra un círculo, y que todo valió la pena. la diaria conversó con Sara sobre la memoria y sobre el futuro.

En los últimos meses sucedieron algunos episodios vinculados, de una manera u otra, con la historia reciente, de la que fuiste protagonista. El gobierno destituyó al comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, por cuestionar al Poder Judicial en fallos por violaciones de los derechos humanos en la última dictadura; varios sitios de memoria han sido vandalizados. Al mismo tiempo, el ex presidente Julio María Sanguinetti –protagonista también, desde otro lugar– es el candidato colorado con mayor intención de voto según las encuestas. ¿Qué nos dicen estos hechos sobre lo que fue la transición de Uruguay hacia la democracia y sobre la manera en que se procesó lo sucedido en dictadura?

Creo que lo procesamos a la uruguaya, y en ese proceso, justamente este hombre, Sanguinetti, fue un artífice de la columna vertebral de la impunidad, desde su primer gobierno [1985-1990]. Cuando hubo posibilidades de que el referéndum [para anular la ley de caducidad en 1989] saliera victorioso, trampeó, ocultó, prohibió y actuó como un dictador.1 Creo que la política de Sanguinetti comienza justamente con el ocultamiento de los hechos: de eso no se habla. Y cuando tiene que afrontar una situación tan complicada como un referéndum y la aparición de testimonios de lo sucedido, opera de esa forma. ¿Cómo se le va a creer a una persona que es capaz de estafar así a la población, cuando se está definiendo algo tan fundamental sobre un pasado tan reciente y tan doloroso? Y los medios de difusión, que son los que le llevaron el material en primera instancia, fueron también serviles a esa decisión del gobierno. Nosotros, cuando no se pasó el video, fuimos a los canales. Y los canales no tenían respuesta, terminaban diciendo que en definitiva ellos eran privados, y que podían aceptar una publicidad y otra no. La respuesta más violenta fue la de Canal 10, con [Jorge] De Feo a la cabeza; fue impresionante la violencia con la que nos trató, nos expulsó del canal.

Creo que la otra característica de la impunidad fue mantener las Fuerzas Armadas [FFAA] tal como estaban. El aparato represivo no sufre modificaciones. Hoy lo que vemos de Manini Ríos es una consecuencia; podemos hacer toda una línea que parte desde el momento en que asume el primer gobierno constitucional y se establece que las FFAA no van a ser tocadas. Nadie sale de la experiencia de un golpe de Estado y vuelve a los cuarteles para retomar la vida de antes. Esa experiencia que ganaron, ser gobierno, los ha cambiado. Cuando asumen los gobiernos constitucionales, se los mantiene de la misma forma, simplemente pasan a tener una voz más silenciada, una actitud más moderada, pero en los hechos... hoy sabemos que los aparatos represivos seguían trabajando en información, investigación y haciendo seguimientos, incluso a políticos de los partidos tradicionales. O sea que hay un aparato represivo que se mantiene actuando. Ese es el diseño Sanguinetti, esa es la salida de la dictadura que se va marcando en Uruguay. Hay ascensos incluso de militares que están acusados: el caso de Jorge Silveira fue uno de los más notorios. Mientras se paralizaban los expedientes de las denuncias en el Poder Judicial, se ascendía y se ponía en puestos de gobierno a militares que estaban acusados por múltiples personas.

El segundo gobierno de Sanguinetti [1995-2000] mantuvo esas características pero con mucha más dureza. La figura ahí va a ser [el poeta argentino Juan] Gelman, cuando aparece con una documentación muy abundante que le lleva a pensar que su nuera fue traída a Uruguay y que aquí nació también su nieta. Y hay un cerramiento total. [La organización de] Familiares de Detenidos Desaparecidos nunca fue recibida por Sanguinetti, a pesar de que había pedido audiencia múltiples veces. [El sacerdote Luis] Pérez Aguirre hablaba con gente que estaba muy próxima a Sanguinetti, y sobre este tema le decían: “A Sanguinetti no se le puede ni siquiera mencionar, prohibió la palabra ‘desaparecidos’”.

Recientemente, sin embargo, afirmó que la búsqueda de los desaparecidos es “una causa sagrada”.

Sí, bueno, justamente eso pinta a esta persona, que se va tiñendo de acuerdo a los tiempos y a los momentos políticos.

Hoy Sanguinetti es el candidato que resucitó al Partido Colorado.

Hay que trabajar mucho sobre la memoria. Los pueblos tienen memoria muy débil y se trabaja especialmente para que no la tengamos. Vivimos en un bombardeo permanente de información que nos hace olvidar pronto, y por eso pueden aparece fenómenos como este.

¿Qué pasó en los gobiernos siguientes?

Yo creo que fue la coyuntura internacional la que ayudó mucho a que esa política de Sanguinetti se fuera quebrando, y a que hubiera una Comisión para la Paz en el gobierno de Jorge Batlle [2000-2005]. Fue la primera vez que se reconoció la existencia del tema. Ante tanto vacío, la Comisión para la Paz creó una gran expectativa, y sin embargo fue un gran fraude, porque lo que se recogió de ahí fueron mentiras que nunca estuvieron documentadas para poder confirmar la veracidad de los hechos. Recién cuando asumió el Frente Amplio se empezó a interpretar la ley en sus justos términos, y a juzgar y procesar a algunos militares que estaban señalados como cabezas clave de toda esta coordinación represiva.

¿Cómo evaluás el vínculo entre los gobiernos del Frente Amplio y las FFAA? ¿Cuánto pesa en ese proceso el vínculo de algunos dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros [MLN-T] con parte de las FFAA?

En alguna medida, el MLN-T concibió que había habido una guerra, de hecho se inscribió dentro de la teoría de los dos demonios. Y por lo tanto, no venían denuncias de muchos militantes del MLN, aunque sabíamos que tenían información muy rica, en la medida en que habían estado en los cuarteles y habían tenido mucha relación con militares. Evidentemente había una política ya establecida, ya pactada, que creo que fue lo que estuvo marcando este período del Frente. Yo distingo muy claramente la base frentista –que claramente ha trabajado con la decisión de no aceptar la impunidad– de cómo se ha jugado a otro nivel, y sobre todo de esa visión militarista que aún conserva mucha gente que practicó la lucha armada y considera que se sale de una guerra pactando. Y esos pactos han estado condicionando, sin duda. No ha sido fácil dar vuelta muchas de esas cabezas para que se incorporen en una lucha por verdad y justicia, en el sentido de qué tipo de democracia queremos. Manini Ríos, cuando se expresa, lo hace inculpando al Poder Judicial. Lo dice públicamente, incluso vistiendo uniforme, cuando no lo podía hacer, y desafiando, justamente porque saben que conservan un poder. Eso es lo que debilita la democracia y lo que no permite que las democracias se constituyan como tales.

El primer gobierno de Tabaré Vázquez [2005-2010] se jugó mucho; no así este segundo gobierno, que ha estado mucho más moderado. Todo el mundo pensaba que el Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia no iba a llegar a buen puerto, y así fue. Cuando alguna gente salió de ese grupo, fue porque vio desde adentro que no se podía hacer nada si no había una decisión política firme, que es lo que siempre faltó, una disposición a llegar hasta las últimas consecuencias.

¿Qué acciones podría haber adoptado el Frente Amplio en este tema y no hizo?

Empezar a remover de cargos a hombres que, además, estaban formando a las nuevas generaciones militares. La Escuela Militar no sufrió transformación alguna. Nunca han hecho declaraciones en las cuales recriminen ese pasado y planteen trabajar por la verdad. En ese sentido, hay un cuerpo que se mantuvo. Bueno, había que minar ese cuerpo, había que empezar a sacar figuras clave. Eso no se llevó a cabo, apenas algunos intentos con algún militar. Esa fue la gran debilidad, que habla de algo muy importante, porque son muchos los años que llevamos de salida de la dictadura, y aún no se ha atacado justamente cómo hacer que esas FFAA se democraticen. La debilidad del sistema se nota, evidentemente. Y sobre todo si tenemos en cuenta una situación regional que es propensa a que las corrientes militaristas empiecen a aparecer como salidas al tema de la seguridad, del narcotráfico.

¿Hay condiciones para que se generen corrientes militaristas en Uruguay?

Hay fenómenos que nos tienen que prender luces de alarma. El hecho de que en poco tiempo un personaje como Juan Sartori, que aparece de la nada, pueda llegar casi al mismo nivel de un político como Jorge Larrañaga, que fue intendente de un departamento, habla también de nosotros. Sartori no desarrolla ningún proyecto político, no plantea cómo va a financiar tal o cual proyecto; sin embargo, la gente lo sigue como a un mesías. Entonces, este Uruguay ha cambiado, sin duda que ha cambiado. El tema militar también ha cambiado. Yo no creo en la posibilidad de la formación de un partido militar, hay mucho problema interno entre ellos como para poder conformarlo, pero los partidos tradicionales ofrecen buenos espacios.


  1. Se refiere al pedido de Sanguinetti a los canales privados, durante la campaña por el referéndum de 1989 contra la ley de caducidad, para que no pasaran el spot de Sara Méndez en el que ella pedía que se votara verde (contra la ley) para poder encontrar a su hijo Simón Riquelo, según consta en el libro La vida te da sorpresas, del periodista José Luis Guntin, que presenció la reunión en cuestión. Según el relato de Guntin, el dueño de Canal 10, Jorge de Feo, le dijo a Sanguinetti que bastaba una palabra suya para que el spot no se emitiera en ningún canal. Y Sanguinetti pidió que no se emitiera, por temor a que pudiera torcer la balanza a favor del voto verde en la elección.