Enrique Rubio se prepara para recorrer nuevamente un camino que pueda llevarlo al Senado. Dice que el escenario electoral del Frente Amplio (FA), la actitud de la oposición y la solicitud de sus correligionarios de la Vertiente Artiguista (VA) lo hicieron aceptar la idea de abrir un nuevo capítulo en su actividad sectorial. Sobre los desafíos de la renovación, las ideas programáticas de la oposición y la evaluación de los pasos dados por su sector conversó en esta entrevista con la diaria.

La figura de Mariano Arana continúa teniendo un rol protagónico en la Vertiente Artiguista. ¿Qué papel va a jugar en la campaña?

Va a estar presente como la figura inspiradora y más representativa de nuestro sector durante toda la campaña. Si bien Mariano va a encabezar la lista a la Convención Nacional del FA, como señal de apoyo a la candidatura de [Daniel] Martínez en junio, para las elecciones de octubre, la decisión que tomó la directiva de la VA, y que va a presentar a una Asamblea Nacional, es que yo encabece la lista al Senado. No estaba dentro de mis planes; acepté porque es un desafío y porque empecé a molestarme con la prédica de los dirigentes de la oposición que omiten todo lo que fue el pasado, tienen una amnesia total. [Julio María] Sanguinetti se presenta como el adalid de los derechos humanos, hay una polarización importante y empezaron a aparecer expresiones de intolerancia que no se habían advertido en el pasado.

Con un proceso de renovación generacional en varios sectores del FA, ¿qué estrategias se propone su sector para ponerse a tiro?

Somos conscientes de eso, por eso hice la propuesta de retirarme, para habilitar ese movimiento. En las elecciones pasadas no sucedió porque la alianza electoral que hicimos fue un error. Seguimos apostando a la renovación, y eso se va a expresar más que nada en las candidaturas a la Cámara de Diputados por distintos departamentos.

¿Edgardo Ortuño va a ser el primer candidato a Diputados por Montevideo?

La lista a Montevideo la vamos a definir más adelante. Ortuño, Daoiz Uriarte y Adriana Barrios son algunos de los nombres, y por ahí va a andar. Lo que sí es seguro es que en Montevideo las propuestas al Parlamento van a ser de otra generación. En Canelones ya definieron, va a estar Leonardo Herou, que es el director de Gestión Ambiental de la Intendencia del departamento, y ha hecho una campaña fantástica. La renovación va a estar ahí. Yo quiero aportar en el Senado lo que pueda, pero mi idea es dejar que jueguen mucho otros. El Parlamento da esa oportunidad, es formativo.

La VA supo tener una bancada parlamentaria importante. ¿Qué la llevó a perder tanto caudal electoral?

Tiene que ver con muchas cosas. En particular, con las alianzas electorales que hicimos. Uno de los momentos más críticos fue en las internas de 2009, en las que competían [José] Mujica y [Danilo] Astori. En la Vertiente no estábamos muy de acuerdo con ninguna de las dos precandidaturas, y entonces nos pareció que, por la unidad del FA, la mejor opción era apoyar la de Marcos Carámbula. Eso menguó la votación de la VA, hubo mucha fuga hacia las dos puntas. En 2014 hicimos un ensayo que fue erróneo y la alianza electoral fue totalmente inconveniente, mostró malos resultados. Salimos con la lista 77-5005 [junto a la lista 5005, liderada por Diego Cánepa] y confundimos a la gente. La gente no sabía si la Vertiente estaba allí o no. Nos recuperamos en las elecciones de mayo de 2015, en las que retomamos la identidad que habíamos licuado.

El FA también ha perdido votantes. ¿Cuáles pensás que son los motivos?

La izquierda se institucionalizó extremadamente, perdió el nexo directo con la gente y, sobre todo, con los movimientos sociales. Nos sucedió a nosotros de una manera significativa, porque en todos lo gobiernos del FA, tanto nacionales como departamentales, siempre hubo muchos compañeros de la Vertiente. Es un problema que han sufrido la VA y también otros sectores. Hemos tenido compañeros de primera línea en numerosos lugares, pero nos falta construir equipos, no se trata sólo de figuras. En sus últimos escritos, Gilles Deleuze hablaba de la sociedad del control. Las redes son un instrumento magnífico, pero cuando están al servicio de los grandes operan a favor de la sociedad del control, y eso va desarrollando una cultura. En esa cultura la gente está cada vez más sola, inmersa en proyectos individuales, de ya y ahora. Entonces, prácticamente se aniquilan los conceptos de la duración, del tiempo, del proyecto, del pasado, presente y futuro. Vas a un mundo de gente solitaria, a un mundo de liquidación del “nosotros”, del esfuerzo colectivo. ¿Quién hace la contrahegemonía de esto? Los movimientos sociales.

Después de tres períodos de gobierno, el FA tiene el desafío de presentar nuevas líneas programáticas y nuevas ideas. ¿Cuáles tendrían que ser los énfasis?

Hay que hablar de los logros, porque algunos están naturalizados desde el punto de vista de las nuevas generaciones. Piensan que nadie los va a tocar, que va a ser siempre así, que es parte del paisaje. Grave error. El segundo enfoque es hablar de la oposición, que en realidad no propone nada. El programa real de la oposición es “clandestino”, porque si lo exponen, pierden las elecciones. Tenemos que hablar del futuro, pero tratando de enfatizar las cosas más significativas: que queremos más izquierda, más cambios. Y si queremos más cambios, tenemos que mostrarle a la gente por dónde vienen. Hay que hablar más de producción; la izquierda tiene una herencia cultural que determina la propensión a centrar el debate en lo social, y no sucede lo mismo con lo productivo. Se ve en la comisión de programa: de 1.000 técnicos, 900 se te van a las áreas sociales. ¿Dónde está el desafío en la cuestión productiva? La economista Lucía Pittaluga lo responde brillantemente: Uruguay, en las revoluciones tecnológicas, siempre llegó tarde y fue tomador de la tecnología que se generaba, incluso en el terreno de la digital. Estamos en la maduración de la revolución digital y hemos desarrollado una industria propia, pero es conservadora desde ese punto de vista. El agro ha sido mucho más progresista, ha incorporado mucha más tecnología. Y junto a la maduración de la revolución digital, arranca la bioeconomía. Eso nos liga con todo lo que genera una biomasa para hacer la más amplia diversidad de productos. La respuesta de la izquierda tiene que ser hablar de los problemas sociales, productivos, culturales y de seguridad, pero a la vez no perder de vista la ética. El FA tiene autoridad para hablar de esto.

El precandidato blanco Luis Lacalle Pou propone impulsar cinco “shocks” en distintas áreas estratégicas. ¿Qué impactos pueden tener en la economía?

Yo leí el programa de Lacalle Pou y me pregunto de dónde sacaron esos números. Dicen que van a ahorrar no sé cuántos millones de dólares haciendo ingresar a menos funcionarios públicos, pero eso ya está vigente desde la Rendición de Cuentas de 2016, es el 2x3: por cada tres funcionarios que salen, entran dos. Te dicen que no hay que subir las tarifas públicas, sino que hay que rebajarlas, pero al mismo tiempo dicen que van a generar un ahorro de 350 millones de dólares. Una cosa entra en contradicción con la otra. ¿Cómo podés tener menos ingresos de las empresas públicas y al mismo tiempo un ahorro para el Estado de esa magnitud? No cierra por ningún lado, salvo que el ahorro consista en la clásica perspectiva de las políticas neoliberales: liquidar las empresas públicas, o por lo menos disminuirlas de una manera muy significativa. Tenemos que hablar de las diferencias entre los dos programas que están en juego. Ahora, me resulta muy difícil identificar los puntos que proponen, porque dicen cosas muy light o plantean números que no sabemos de dónde salen. Quizá hay que hablar de lo que no hablan: por ejemplo, no he visto nada potente sobre ciencia y tecnología.

El precandidato Julio María Sanguinetti volvió al ruedo y se posiciona como puntero en el Partido Colorado (PC). ¿Cómo evaluás su estrategia?

Sanguinetti es el gran articulador de la operación de la derecha. El libro Operación Sanguinetti [Marcelo Pereira, 1985] mostraba su estrategia en la salida de la dictadura, pactar que sus rivales no estuvieran: quedó con toda la cancha para él, estaba puesto como presidente. Esa fue su primera operación. En 1994, se pegó tremendo susto cuando competía con [Alberto] Volonté y Tabaré Vázquez y las encuestas daban empate, a tal punto que el Instituto de Estadística de la Universidad de la República dijo que el ganador era el FA. Ahí tuvo la idea de la reforma constitucional que se hizo en 1996, con el balotaje, para parar al FA y juntar a blancos y colorados. Esa fue la segunda “operación Sanguinetti”, que le resultó exitosa. La tercera operación es la actual: vio que le quedaba espacio, se fue [Pedro] Bordaberry y el PC quedó como tierra de nadie. El pasado quedó olvidado, dijo, e irrumpió. La idea es levantar al PC y después tirarlo como bloque en el balotaje. Estamos empatados, entonces su estrategia es arrastrar al PC, al Partido Nacional, al Partido Independiente y a algún otro a votar juntos. Está furioso con que surjan nuevos partidos. Ya salió a decir que la precandidatura de [Guido] Manini Ríos por Cabildo Abierto es una idea disparatada. ¿Por qué no la quiere? Porque en la distribución de bancas de octubre, cuantos más partidos haya, más le conviene al FA. Él busca tener una influencia decisiva. Es como se planteaba en la Revolución francesa, lo de la reacción conservadora. En una coalición conservadora manda el más conservador, porque donde haya un sector más moderado, el otro le impone el peso decisivo.

¿Y en ese caso quién mandaría?

No sé la respuesta, hay que ver. En una coalición conservadora, el problema va a ser entre los sectores y, según el tema, van a ir presentando sus posiciones.