En Florida no hubo marcha, pero sí acto, por la lluvia. Sí ha habido marcha cada 20 de mayo desde hace más de 20 años, organizada siempre por el Grupo de Apoyo de Florida a Familiares de Detenidos Desaparecidos. Amanda Della Ventura, miembro y estandarte de ese grupo, estuvo ayer en la organización, como lo hizo todos los 20 de mayo anteriores. “Éramos pocos”, dice, y nombra uno por uno al puñado de floridenses que gestó la primera marcha dedicada a la memoria, a escasos 200 metros de la Piedra Alta, al pie de la escultura que a la salida de la dictadura el artista Diego Suárez Rigali erigió en el acceso sur a la ciudad, en homenaje a Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. “No recuerdo si fue dos o tres años después de la primera que se hizo en Montevideo, pero fue hace ya más de 20 años. No teníamos amplificación ni nada. Me acuerdo de José Luis Piedra Cueva cantando el himno a capela. Después tuvimos amplificación con la electricidad que sacábamos de un auto”, recordó Della Ventura poco antes de comenzar el acto de ayer, en la sede de la Asociación de Maestros del Uruguay (Ademu Florida), que fue el punto elegido cuando, a media tarde, se resolvió suspender la marcha por las copiosas lluvias.

El local de Ademu Florida se llama Julio Castro, y de Julio Castro hay una inmensa foto en la pared del fondo. A ella se enfrenta quien ingrese al local. A la foto se le sumaron ayer la de los otros tres floridenses desaparecidos: María Antonia Castro, Carlos Modernell y Mario Martínez, sobre quien, año a año, se enfatiza la conmemoración local. “De algún modo centramos, personificamos la lucha y el deseo de verdad y justicia en los cuatro oriundos de Florida”, explicó Della Ventura, que de los del núcleo inicial era ayer la única presente. No obstante, celebra que con el paso de los años se hayan ido generando nuevas capas generacionales. Ayer, por ejemplo, en la oratoria hubo intervenciones de miembros del Centro de Estudiantes del Instituto Manuel Oribe-Liceo 1, y quienes han militado en el Centro de Estudiantes de la sede de los Centros Regionales de Profesores de Florida. Mariana Sosa, docente, leyó ayer el poema “El gran bonete”, de Roberto Santoro. “En la búsqueda de los desaparecidos, por más que mueran los más viejos, los de las generaciones que comenzaron con la búsqueda, parece claro que las nuevas generaciones toman la palabra y la resignifican a medida que pasa el tiempo. Claro que con diferentes formas de concebir la búsqueda y con diferentes formas también de concebir las torturas y otras violaciones a los derechos que sucedieron”, comentó Sosa a la diaria. “Estas nuevas generaciones vamos tomando un nuevo sentido y vamos calando también, porque calar hondo implica tomar la palabra de Luisa Cuesta y llevarla más a fondo. Implica recordarla a ella, recordar al movimiento y, obviamente, recordar a los que queda por encontrar”, agregó. Según dijo, “el choque generacional es lo que amplía. La inclusión también en el lenguaje, las palabras que se utilizan en el discurso, el cómo percibimos el lema y las ideas. En la medida que pasa el tiempo se da luz a ciertos hechos que antes, quizás por algún tipo de censura social, no se permitían”.