Cuando muere alguien, sus restos nos dan una nueva imagen del muerto, ni más falsa ni más verdadera. Pero no se trata de los restos que ponen en escena la prosa inflamada de los velorios y cementerios, sino de los restos que se encuentran en los placares de la cocina, en la computadora, en la biblioteca, lo que alguien comía y bebía, lo que alguien leía y escribía; esos restos cotidianos pueden impactar en su novedad. Tal es el argumento de Inédita herencia, de Mayra Nebril. Un hermano muerto adquiere un rostro desconocido cuando la narradora atraviesa la puerta del apartamento en el que él vivía. Más allá de los vinos que tomaba, o de lo que podría haber sido su improbable menú, lo que leía provoca la entrada de un personaje novedoso en la vida de la protagonista: Georges Bataille. Eterno impresentable, aquel que las madres burguesas de su tiempo temían que entrara en la vida de sus hijas; ese era el interés central del hermano muerto. A tal punto, que dejó escrito un texto inédito de claro cuño batailleano: “El tajo”.

No es frecuente que un escritor incorpore a otro autor como personaje, pero más extraño es que alguien incluya a Bataille. En la novela podemos leer fragmentos de Historia del ojo (1928), la primera novela erótica de Bataille, publicada con el seudónimo de Pierre Angélique, o fragmentos de sus ensayos sobre El erotismo (1957) del final de su vida. ¿Quién era Georges Bataille? La pregunta de la protagonista será la misma que se harán muchos lectores al abrir las páginas de Inédita herencia. Escritor prolífico, poeta, novelista, crítico de arte, ensayista de los más diversos temas, tuvo sus inicios en las primeras décadas del siglo XX entre los surrealistas, para seguir luego un camino original e independiente. Fundador de la revista Critique, que aún persiste, fue sin duda la cuestión del erotismo lo que lo señaló como ejemplar. Pero su concepción del erotismo no es para nada una cuestión edulcorada. En Las lágrimas de Eros, su último y tal vez más logrado libro, publicado en 1962, el año de su muerte, llegó a escribir que “por encima de la precisión histórica, nunca olvidamos este principio: una de dos, o lo que nos obsesiona es, en principio, lo que el deseo y la ardiente pasión nos sugieren; o tenemos la razonable preocupación de un futuro mejor”. La alternativa planteada como la fruición del deseo o la preocupación por el futuro puede ser leída como el gasto y el ahorro, la destrucción y la conservación. Y esa misma polaridad toma también la vida sexual, en tanto Bataille postula que, por un lado, está la búsqueda calculada de la procreación, “semejante al trabajo de una sierra, [que] humanamente corre el riesgo de reducirse a una lamentable mecánica”, mientras que, por otro lado, “la esencia del hombre se basó en la sexualidad –que es origen y principio– planteándole un problema cuya única salida es el enloquecimiento”. Esa sería la clave de la existencia humana, la imposibilidad y, a la vez, el anhelo de conciliar el cálculo con el enloquecimiento.

No puede entenderse a Bataille, ni tampoco Inédita herencia, si no se toma en cuenta la importancia de la muerte. En Bataille, la muerte se conjuga con el goce en un juego de palabras que, necesariamente, hay que tener presente. Cuando se lee en Las lágrimas de Eros sobre el enloquecimiento que aparece con la “pequeña muerte”, o la pregunta que dice “¿podría yo vivir plenamente esta pequeña muerte sino como una anticipación de la muerte definitiva?”, es necesario saber que, en francés, la expresión “pequeña muerte” (petite mort) es un modo de nombrar al orgasmo. Debería leerse, entonces: “¿podría yo vivir plenamente el orgasmo como una anticipación de la muerte definitiva?”. Las traducciones al español no siempre señalan esta particularidad clave de Bataille y la lengua francesa. Pero sobre todo importa tener en cuenta la muerte porque, en Inédita herencia, es ella la que abre la puerta a la protagonista. Primero, al apartamento del hermano. Luego, a las lecturas de Bataille, y más tarde, a las reescrituras del erotismo. El recorrido de la novela resulta en que no se trate sólo de la lectura de sus textos, sino de lo que sus textos provocan como una experiencia de transformación. Porque esos textos, para la protagonista, son la antesala del camino que hizo su hermano muerto: leer a Bataille transforma la percepción de la vida y la muerte, del disfrute y el sufrimiento. Quien lee a Bataille no sale indemne. El único antídoto es la abstinencia. Tal sería la moraleja de esta novela, si fuera tan simple hablar de moral cuando se trata de Bataille. Quien conozca a Bataille, quien lea a Bataille, quien se deje afectar por Bataille, como se dijo, no saldrá igual luego de esa experiencia. Entonces, la novela de Nebril podría leerse al mismo tiempo como una lectura de Bataille y como una metáfora del erotismo de Bataille, en el sentido de una transformación. Y, como tal, es una novela que se pliega estrechamente a los principios de Bataille. En la novela, la protagonista descubre que no sólo estaba hermanada a alguien familiarmente, sino que, sin saberlo, también estaba hermanada con algunos otros que, en algún momento, llegaron a decir: “Georges Bataille, mi hermano mayor”.

Inédita herencia. Mayra Nebril. Montevideo, Estuario, 2019. 120 páginas.