Mientras que el cómic estadounidense ha generado industria y tradición en superhéroes, y los japoneses han explotado el shonen manga o cómic adolescente, la historieta franco belga ha desarrollado su propia línea con el cómic histórico. La única diferencia es que buena parte de la producción francófona del género no sale de fronteras y se destina al fuerte consumo interno. Pero El maestro de armas es una de las excepciones a la regla gracias a su edición en español.

El escenario de fondo de esta historia es la división entre los protestantes y los católicos a comienzos del siglo XVI, es decir, entre quienes no querían un clero intermediario entre Dios y sus fieles y los que querían sostener esas instituciones de poder cuyo instrumento era la Biblia escrita sólo en latín y griego. Los protagonistas de El maestro de armas cargan con la misión de trasladar hasta Ginebra una traducción del Nuevo Testamento al francés, con el objetivo de imprimir muchas copias y acercarlo al pueblo para que pueda acceder sin traductores como intermediarios.

La historia comienza con un duelo brutal entre los dos personajes que operan como fuerzas principales. Uno de los contrincantes es Hans Stalhoffer, el maestro de armas del rey Francisco I de Francia, por lo tanto, el encargado de enseñar el manejo de armas a los miembros de la casa real. El otro es el conde Giancarlo Maleztraza, quien aspira a ocupar ese cargo. A partir de un duelo se dispara el argumento, que en verdad trata sobre un tema mucho más importante y seguirá un hilo argumental magistralmente planteado.

“En estos tiempos inciertos, las tinieblas de la Edad Media intentan ahogar los primeros destellos del Renacimiento”, plantea el narrador en la primera página. “Un mundo nuevo está a punto de nacer o de ser ahogado en su cuna… Mientras los católicos papistas y los seguidores de la reforma de la iglesia se pelean por ver quién posee la verdad de Dios, una sola fe, atemporal y divina, es la única que todos reconocen. ¡El acero de la espada!”. Esa es la única ocasión en que el narrador se expresa en modo indirecto, ya que el resto corre a través de los diálogos de los personajes.

El clima del duelo inicial, bajo una copiosa lluvia, se extiende a lo largo de varias páginas en las que unas pocas palabras a cargo del guionista francés Xavier Dorison aportan los datos justos para ubicarse en la situación, mientras Stalhoffer y Maleztraza combaten con violencia y elegancia en las viñetas dibujadas y coloreadas por Joël Parnotte. El espíritu cinematográfico de la narración se evidencia en los encuadres y en las viñetas y sus elipsis. Es que, además de consultar bibliografía, los autores acudieron a la asesoría de un instructor de artes marciales históricas europeas para representar con fidelidad los modos de combate, y también para expresar lo que podría haber pensado un caballero de fines del medioevo. De ese modo, ya en las primeras páginas –y en la tensión con la que se resuelve la escena–, queda planteado el balance de elementos que continuará a lo largo del libro: historia, acción, sangre y drama de ficción. La historia que se cuenta no ocurrió como tal, pero son reales sus elementos básicos y su ambientación.

Ambientación histórica

Si bien no sólo exclusivo de los francobelgas, ya que en todo el mundo hay buenos ejemplos de historieta de ambientación histórica, el formato de álbum les permite hacerlo de un modo único: grandes páginas con muchas viñetas, en las que son claves la elaboración, la riqueza de detalles y la fidelidad documental. En esta clase de libros, elementos como el vestuario, la vajilla, los muebles, las telas, las construcciones y las armas se presentan con un realismo apabullante, elaborados para un lector exigente que busca escenificación precisa y buenas historias. No es casual que los contratos editoriales les permitan a los autores dedicar uno o dos años a realizar una cantidad de páginas que, en otros mercados, se completan en tres meses. Si bien los lectores de ese origen, y por ende los editores, son exigentes, las recompensas son grandes, ya que un álbum creado en las grandes editoriales francesas puede vender decenas de miles de ejemplares. Claro que no todos los historietistas de ese mercado corren con la misma suerte, sobre todo en el sector independiente, que debe buscar sus ingresos de otro modo, y los del mainstream, que trabajan para grandes editoriales con proyectos comerciales. El maestro de armas pertenece a esta segunda clase.

El ejemplo de esta línea editorial que ha sido conocido en todo el mundo, y que incluso resuena para quienes no leen historietas, es el de Astérix. A pesar del estilo caricaturesco de los personajes, los álbumes de René Goscinny y Albert Uderzo (y los que en los últimos años hicieron sus continuadores) han sido embajadores del género con su cruza de aventuras, personajes de fantasía y ambientes y figuras históricas. Los autores recibían muchas veces cartas de lectores que, ofendidos o con ánimo de contribuir, les señalaban errores históricos como, por ejemplo, que alguna columna estaba mal dibujada o que faltaba tal o cual detalle en los escudos de los legionarios romanos. Esa parte de los lectores francobelgas sería un equivalente a los nerds estadounidenses que persiguen fallas de continuidad en los poderes de algún superhéroe o se ofenden porque Thor pasó de masculino a femenino durante un tiempo.

A propósito del cambio de género del personaje de Marvel y de lo que pudo haber generado entre algunos lectores, se puede decir que El maestro de armas no hace concesión alguna a los cambios de estos años, y los personajes femeninos sólo aparecen en segundo o tercer plano. Es probable que, debido a los ambientes en los que se mueven los protagonistas y a los asuntos de los que tratan, incluir mujeres en sitios decisivos implicara alterar demasiado la credibilidad de la ambientación histórica. Por otra parte, las mujeres que aparecen no son representadas como “gancho visual”, con grandes escotes o curvas, como era un poco más frecuente tiempo atrás, sino que simplemente están vestidas con normalidad y aportan poco y nada a la trama.

Dorison demuestra haber trabajado mucho su argumento: hay varios temas que se cruzan, aunque el honor es una cuestión que lo atraviesa todo y que va afectando la evolución de los personajes. Stalhoffer acepta acompañar a un hombre y su aprendiz mientras viajan a Ginebra para llevar el manuscrito original del Nuevo Testamento en francés. En su trayecto caen en varias trampas, hacen aliados y se van desprendiendo de muchas cosas al tiempo que aprenden de ellos mismos y le dan un nuevo sentido a lo que quieren hacer. Al mismo tiempo, Maleztraza vuelve sobre sus pasos pero también va cambiando. El viaje, largo y penoso para algunos personajes, es lo que importa en esta trama, y sus efectos se van haciendo sentir sobre cada uno de ellos.

Al comienzo, Maleztraza esgrime un arma que Stalhoffer no ha visto y por la que se sorprende: la espada ropera. Se trata de una espada más fina y elegante que la que usa el caballero y que es un detalle importante para los temas que se tratan de fondo. “Debes tu pequeña gloria a una corte degenerada”, le dice Stalhoffer a Maleztraza en uno de sus varios enfrentamientos. “Una corte que ha olvidado que es fruto de la espada de los caballeros y que no ve que tu ropera la hoja de los comerciantes es la que provocará su perdición”. La espada que utiliza Stalhoffer es más pesada y lenta pero representa viejos códigos de caballeros. La de Maleztraza tiene que ver con el ascenso de la clase comerciante y su incidencia en la realeza. De este modo, el enfrentamiento de esas dos clases de armas, ejecutado con mucha sangre y brutalidad en los dibujos de Parnotte, es la representación de un cambio histórico, el mismo que está en pugna con la custodia de ese Nuevo Testamento en francés.

“¿Una ropera o una espada larga? ¿Una Biblia en latín o en vulgar? Para mí no son más que herramientas”, concluye un joven analfabeto al que protege Stalhoffer. Aunque pueda parecer que hay un exceso de autoconciencia en un guion en el que los personajes hablan en estos términos (aunque sólo en contadas viñetas), las reflexiones vuelven al libro todavía más atractivo para quienes cuenten con un conocimiento general sobre el tema. Y, además, se equilibran con el aire cinematográfico y vital que le aporta Parnotte en sus secuencias.

Un punto extra de El maestro de armas es que se trata de una historia autoconclusiva. No obliga a comprar más álbumes ni a esperar años para ver cómo sigue la trama, algo bastante corriente en el mundo de la historieta. Haber logrado redondear una buena obra de acción, con personajes potentes y un documentado marco histórico, pero en un número contenido de páginas, es un logro nacido de esa alquimia única entre guionista y dibujante.

El maestro de armas. De Xavier Dorison y Joël Parnotte. España, Norma Editorial, 2018. 96 páginas.