El proyecto Música de la Tierra, que nació como un festival y luego se convirtió en una plataforma cultural de contenidos musicales (además de recitales, organiza clínicas, por ejemplo) está cumpliendo nueve años y, en ese marco, el viernes tendrá lugar el tercer concierto conjunto en la sala Hugo Balzo del Auditorio del SODRE (a las 21.00), en el que vuelve a combinar conciertos y clínicas con artistas nacionales y de la región, junto a talleres gratuitos con materias primas y oficios del campo. El evento será una comunión de música de ambas orillas del Río de la Plata, ya que juntará a nuestra Laura Canoura con el argentino Jorge Fandermole, acompañados por el pianista uruguayo Andrés Bedó.

Fandermole es guitarrista, compositor y cantante, nació en 1956 en Andino, provincia de Santa Fe, formó parte de la llamada Trova Rosarina y hace más de 35 años que emprendió una carrera solista en la que mezcla música folclórica con algunas pinceladas urbanas. El músico cuenta que la iniciativa de tocar junto con Canoura surgió del proyecto Música de la Tierra, en el marco de encuentros de músicos con diferentes experiencias y carreras para que puedan interactuar con su repertorio, y por eso cantarán a dúo canciones de ambos. “Para mí es un gusto poder hacerlo porque conozco la música y la trayectoria de Laura. Cuando me lo propusieron me pareció una buena idea, y de ahí en más tratamos de vincularnos y ver qué parte de los repertorios podíamos compartir. La música de Laura convive con rasgos de lenguajes tanto urbanos como rurales, porque hay algunas cosas que tienen un tinte folclórico. A mí me pasó lo mismo: tuve influencias diversas, no solamente de los géneros urbanos”, dice Fandermole.

El cantautor subraya que ya se saben las similitudes e interacciones que existieron entre el cancionero uruguayo y el argentino a lo largo de la historia, y que, a su juicio, es un vínculo que “siempre está presente”. El músico argentino dice que recibió una “influencia importante” de figuras relevantes del cancionero popular uruguayo, como Aníbal Sampayo, Alfredo Zitarrosa y Osiris Rodríguez Castillos. Una de las más viejas canciones de Fandermole, compuesta antes de los 80, se llama “Candombe de la azotea”, a la que describe como “una especie de milongón”, que apareció en Pájaros de fin de invierno (1983), su primer disco solista, y desborda una poesía tan exquisita como demoledora: “En la memoria difusa me cuenta un gato de loza / de las muchas dulces cosas que quedaron inconclusas, / y no te cuento la pena que tienen los encordados / de ver mis dedos armados para matar la tristeza”.

En cuanto al repertorio que compartirán ambos músicos, obviamente, no podía faltar “Detrás del miedo”, el himno de Laura Canoura, que a Fandermole le parece un tema “hermoso”. Su versión original, del primer disco solista de la cantante, Esa tristeza (1985), tiene la particularidad de que juntó por primera y única vez a dos popes de la canción popular uruguaya: Jaime Roos y Fernando Cabrera. Ese es otro aspecto similar que Fandermole dice compartir con Canoura: tuvieron la oportunidad de juntarse con músicos contemporáneos; en su caso, en la Trova Rosarina, con gente de la talla de Juan Carlos Baglietto y Fito Páez, entre otros. “Estas interacciones con otros músicos y creadores me abrieron mucho la cabeza y la sensibilidad, porque cuando uno se hace cargo del lenguaje del otro, es ahí donde se transforma”, dice.

En 1988, junto con otros colegas, Fandermole fundó la Escuela de Músicos de Rosario, un proyecto educativo, de creación y de producción artística que se basa en las expresiones de música popular. Cuando se le pregunta por el estado actual de la música popular de Argentina, el santafesino señala que tiene la impresión de que los procesos de creación pueden tener altibajos pero “no se cortan nunca”, y que las generaciones nuevas se están formando con un “nivel técnico” mucho mejor del que tenía su generación, y que los problemas que trata la canción siguen siendo muy amplios –desde lo íntimo a lo universal–, pero quizá es el lenguaje lo que cambió.

“Rosario, que es la ciudad que tengo más cerca, renueva su propuesta constantemente. Hay músicos nuevos que salen con composiciones muy sólidas. Hace dos semanas toqué con el Octeto Rosarino, de jazz, que es gente muy joven de la que no tenía conocimiento, y me encontré con una sonoridad fantástica. Eso también pasa en el tango, por ejemplo”, señala. Por último, sostiene que en una situación de crisis “social, económica y política tan profunda” como la que está viviendo Argentina, las propuestas de música popular son una respuesta, y es cuando se vuelven “más fuertes”.