El sábado 13, el Partido Independiente (PI) eligió como candidata a la vicepresidencia a la periodista Mónica Bottero. Ese día, en una rueda de prensa, Bottero dijo que era consciente de que estaba en la fórmula por su “condición de género”, y que era un producto de la cuota “por la que muchas mujeres lucharon durante años”. Entrevistada por la diaria, defendió la Ley de Cuotas y dijo que hubo mujeres políticas que pagaron un precio político por defenderla.

Usted reivindica la cuota y dijo que hay mujeres que se avergüenzan de haber llegado a la política gracias a ella.

Soy activista feminista desde hace 30 años. Hace mucho que las mujeres peleamos por imponer la cuota. Primero tuvimos que aceptarla nosotras, porque en los primeros años, después de la dictadura, nos parecía un horror, pero fue pasando el tiempo y nos tuvimos que rendir ante la evidencia. Se hicieron proyecciones que indicaban que íbamos a alcanzar la paridad en el Parlamento en 2088, o algo así. La primera vez que se votó fue en 2009, con mucha reticencia. Para algunos senadores era difícil aceptarla, pero había mujeres dentro de sus grupos. El caso más claro es el de Beatriz Argimón [Partido Nacional, PN], que estaba en un partido con una actitud muy conservadora; ella presionó fuertemente a los senadores para que votaran y, de hecho, [Francisco] Gallinal y [Jorge] Larrañaga votaron porque se comprometieron con ella. Después lo pagó: salió del Parlamento, quedó afuera.

Ahora es candidata a la vicepresidencia por el PN.

Pero diez años después.

¿Usted dice que pagó un precio político por defender la ley?

Sin duda alguna. Muchas mujeres, incluso del Frente Amplio [FA], pagaron ese precio. Las que hace años que rompen y rompen no son las que están hoy, ni la que está en la fórmula, ni la que fue candidata. Estas mujeres tienden a quedarse en un segundo plano; es el caso de Margarita Percovich, que es un poco la inspiración, junto con Carmen Tornaría y Carmen Beramendi. También es por un tema de edad: dejaron a las más jóvenes aparecer. El proceso de conformación de la fórmula en el FA mostró que la democracia paritaria es complicada: los hombres conservadores se cruzan ideológicamente. Hay partidos en los que eso es mucho más evidente, como en el FA e incluso en el Partido Colorado, más allá que de forma paradójica [Julio María] Sanguinetti se dice feminista y siempre ha tenido una posición bastante pro. En su segundo gobierno llegó a plantear el tema de la despenalización del aborto, pero en ese momento gobernaba en coalición [con el PN] y [Alberto] Volonté le dijo que de ninguna manera, que se rompía la coalición.

¿Carolina Cosse y Graciela Villar representan al feminismo?

Cosse representa a una mujer que a las feministas nos gustaría que fuera un modelo. Es una mujer que se animó a estudiar ingeniería, que iba a la facultad mientras estaba embarazada, que la peleó como jefa de hogar. Es un mensaje inspirador, pero ella empezó su carrera política y durante muchos años estos temas del feminismo no le parecían ni prioritarios ni demasiado importantes. Sin embargo, después, cuando vio que era una necesidad y que había que reivindicarlo, entró en el tema. No tiene un estilo muy femenino de hacer política, más bien tiene una cabeza de ingeniera, un poco masculina, como muchas mujeres de nuestra generación que debieron abrirse camino y mimetizarse para sobrevivir. En el caso de Villar, hace 30 años que milito en los temas de mujeres y no la conocía. No digo que por eso no sea representativa, creo que ella se ha beneficiado de la lucha de las mujeres, y me parece bárbaro, porque peleamos para darles lugar a todas, a las que nos gustan y a las que no. Ahora parecería que si una acepta que entró por cuota es en desmedro de los méritos propios. Muchos hombres dicen que Mengana no está por ser mujer, que está por sus méritos. ¡Claro que está por sus méritos! Lo que pasa es que en los últimos 35 años había mujeres con méritos que no llegaban.

¿En el PI ya definieron cómo va a ser la lista al Senado?

Lo único que se conversó cuando entré al partido fue que iba a estar en la lista a Diputados. Las listas todavía no están hechas, y pedí a los más antiguos del partido que no se haga una lista minimalista. A mí no me importaría ir tercera, pero, por lo menos, que en el cuarto o en el quinto puesto haya mujeres. Ya el partido hizo bastante con aceptar la fórmula paritaria, porque esta fórmula se mantuvo en la paridad porque la Comisión Nacional de Mujeres del PI hizo un pedido formal a la dirección del partido para que así fuera.

Ya anunció que en un posible escenario de balotaje va a apoyar al candidato del cambio. ¿Apoyará a Luis Lacalle Pou?

Yo aclaré que el PI está más proclive a un cambio, porque se ha visto que este último gobierno está gastado y con poca capacidad de reacción, pero voy a hacer lo que el partido resuelva. Hay una idea de generar un cambio, y eso incluye la conformación del Parlamento: nadie va a ganar por mayoría, y la idea es darle gobernabilidad al próximo gobierno. Qué se va a hacer en el balotaje es algo que no se procesó en la interna; hay opiniones que no van en el mismo sentido, y todos están opinando. El tema hoy es mantener la banca en el Senado y, si es posible, ampliar la base parlamentaria.

Los partidos de la oposición fueron criticados por no aprobar en el Senado el pase a retiro de los generales que participaron en el Tribunal de Honor que juzgó a José Nino Gavazzo, Jorge Silveira y Luis Maurente. ¿Cómo se manejó eso en la interna del PI?

Todas las decisiones que se toman en el Parlamento pasan por la Mesa Ejecutiva Nacional. En el caso de las venias se priorizó lo jurídico, porque si se pone por encima lo político, mañana se puede votar cualquier cosa. Los supuestos sobre los que se estaba pidiendo la destitución de los militares no eran reales: ellos habían informado y habían hecho lo que tenían que hacer, que era suspender el tribunal e informar al superior. El comandante en jefe del Ejército tenía que informar al ministro y el ministro al presidente, cosas que se hicieron, pero el presidente y el secretario [de Presidencia, Miguel Ángel Toma] dicen que no. Nosotros tendemos a creerle a [Jorge] Menéndez. El presidente firmó, avalando la decisión del tribunal que decía que no se afectó el honor de las Fuerzas Armadas, pero cuando se supo el resultado de lo que decía el tribunal por la publicación del diario El Observador el presidente decidió destituir a los militares, antes no. En la convención del PI, Pablo Mieres reclamó la destitución del comandante en jefe, porque no se podía creer que el tipo hubiera avalado una cosa así; resulta que después el presidente lo destituyó por no haber informado, pero eso no es verdad. ¿Por qué vamos a votar una destitución sobre bases falsas, cuando en realidad el responsable era el presidente de la República y no estos tipos? ¿Por qué no destituyen al presidente, si él hizo lo mismo que los generales? Puso la firma a una conclusión de un tribunal que dice que no se afectó el honor de las Fuerzas Armadas.

Pero para eso se habría necesitado un juicio político.

Totalmente, correspondía. De lo contrario, la destitución del secretario de Presidencia. Que pague el pato el responsable. El presidente prefirió proteger a Toma y no exponerse. Eso desencadenó la destitución de [Guido] Manini Ríos, que terminó como precandidato a la presidencia, cuando se supone que un comandante en jefe del Ejército, tres días después de ser destituido, no puede lanzar una campaña como candidato.

¿La decisión de Vázquez fue funcional a Manini?

Seguramente. No digo que lo destituyera para que pudiera ser candidato, pero de hecho fue así. Está bien que haya sido destituido, no por lo del tribunal, sino porque hacía rato que estaba haciendo política desde dentro del Ejército.

En declaraciones a otros medios dijo que la existencia de un Partido Comunista en Uruguay es “un escándalo”. ¿Por qué piensa eso?

A veces yo digo cosas como disparadores. Trabajé y viví bastante tiempo en Cuba. Estuve tres años en la agencia cubana de noticias Prensa Latina, tengo la experiencia de haber vivido en un país gobernado por el Partido Comunista. Cubrí la guerra en Centroamérica cuando en Nicaragua estaba gobernando el Frente Sandinista de Liberación Nacional en su segunda etapa, y conocí a mucha gente que vivía en la Unión Soviética, y puedo asegurar que son regímenes totalitarios. Cuesta aceptar que sean reivindicados en el mundo. Se habló de que iban a terminar con las sociedades de ricos y pobres, y generaron sociedades de pobres. A veces pienso: pobre [Gabriel] García Márquez, menos mal que se murió, porque seguramente le generaría mucho dolor ver en qué se convirtieron Venezuela y Cuba, en lo que se ha convertido Nicaragua. No hablo desde el lugar de la vieja pachequista, hablo desde el lugar de una persona que vivió en Cuba y que creyó en todo eso. [Me llama la atención] que nadie se escandalice por que el partido se llame comunista, cuando es una palabra que significa falta de respeto a las libertades individuales y al que piensa diferente. En todos los demás países en los que hay partidos de raíz marxista-leninista se les ha cambiado el nombre; han tenido ese detalle, mientras que acá no. Yo respeto a la gente que está en el PCU porque tiene la vocación de lograr una sociedad más justa, no digo que todos añoren a la Unión Soviética, pero veo que defienden la épica de la revolución como si no se hubiera matado a millones de personas. En Cuba, cuando yo estaba, a fines de los años 80 y principios de los 90, había campos de concentración para personas con VIH.

¿Entonces le parece que el PCU debería cambiar de nombre?

Debería cambiar su cabeza, pero eso es un tema de ellos. Cuando se es tan duro con otros regímenes totalitarios, asquerosos, inmundos, de derecha, y todas las dictaduras asesinas que hubo acá en los años 70, pero para el otro lado no se cobra esa cuenta, es un poco contradictorio.