“No hablamos de cargos y es algo que todavía no está en mi escenario”, dice la economista Ana Inés Zerbino cuando se le pregunta si se ve al mando del Ministerio de Economía y Finanzas en el próximo período. Ella es la directora de InCapital, una empresa de fondo de capitales, y durante diez años fue gerenta de inversiones en República AFAP. Hace un año, el hoy candidato a la presidencia por el Partido Colorado, Ernesto Talvi, la contactó para que fuera su referente en seguridad social, pero luego pasó a ser asesora en economía. “Soy madre, tengo tres hijos, trabajo fulltime, y hay que compatibilizar todo eso. En el pasado había tenido ofrecimientos para colaborar en equipos técnicos de algún otro candidato, pero sentí que ahora, que tengo un poco más de tiempo y el país está en una situación en la que necesita cambios importantes, había que salir de la pasividad de la queja y tratar de dar una mano”, dijo Zerbino en entrevista con la diaria.
¿Sos colorada?
No. He votado a blancos y colorados. Voto el proyecto y a la persona. La familia de mi padre era más bien blanca, pero somos diez hermanos, así que hay de todo.
¿Qué te parece Talvi?
Yo lo conocía por las charlas de Ceres [Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social], que siempre me parecieron espectaculares en cuanto a lo técnico y a la visión que se presentaba. Cuando me contó el proyecto me cautivó, primero por la entrega, porque siendo un profesional tan exitoso y con tanta trayectoria, abandonar todo eso por la vocación de servicio me pareció súper inspirador. Por otro lado, comparto 100% su proyecto de país y su sueño.
¿Cuál es el problema económico más importante del país?
La macroeconomía no está funcionando bien desde hace varios años. Hemos tenido momentos de alto crecimiento económico en el pasado, pero ha sido en parte por un efecto rebote y por los vientos de cola que nos han impulsado –a Uruguay y a todos los países– durante un tiempo hasta 2014: los precios de los commodities en niveles extraordinariamente altos y liquidez internacional muy abundante, es decir, plata dulce, que favoreció la inversión. Cuando eso se acaba, afloran los problemas. El país está teniendo un problema de competitividad muy grande, que hace que las empresas hayan perdido rentabilidad. Eso provoca baja inversión y bajo empleo. Lo primero que impulsamos es una regla fiscal que consiste, justamente, en analizar el nivel de actividad desde el punto de vista estructural y darte cuenta cuando estás teniendo ingresos por encima de tu nivel de equilibrio, o sea que son ingresos extraordinarios que se deberían ahorrar para los momentos de vacas flacas. Si el gobierno hubiera tenido una regla fiscal y hubiera ahorrado en esos momentos extraordinarios, podría haber generado un fondo de estabilización, que es lo que proponemos con la regla fiscal, para no tener que subir impuestos ni bajar la inversión pública ni seguir presionando a las familias y a las empresas con las tarifas más caras, etcétera.
La regla fiscal también la plantea el Partido Nacional en su programa.
Sí, pero creo que nosotros la planteamos primero. La regla fiscal se ha aplicado en Chile desde 2001, en Perú desde 2013 y en Colombia desde 2011. Obviamente, cada país lo hace a su manera, pero la idea es establecer por ley un gasto estructural que te permita abstraerte de la situación extraordinaria, tanto por arriba como por abajo. Para eso se conforma un tribunal de expertos, integrado por la academia, por políticos, por el gobierno y por el sector privado, y ahí es donde se determina en qué situación estamos: para ahorrar o para gastar un poquito más.
¿El sector privado también integraría ese comité?
Gente de las cámaras [empresariales]. Sería deseable porque es súper importante tener el termómetro de quienes están invirtiendo y arriesgando su capital. Cada uno presenta su visión y tendrá que primar la de la mayoría.
Una de las propuestas del programa de Talvi para reducir el gasto es no reponer 6.000 vínculos de funcionarios públicos que terminan por año, de personas jubiladas, fallecidas, destituidas, etcétera. Al no reponer vacantes, quienes podrían entrar en esos lugares quedarían a la espera de otro trabajo. ¿Así no aumentaría el desempleo?
Queremos apuntar a la creación de nuevos puestos de trabajo y nos parece que el Estado no debería generarlos. Hay que tener el Estado que se puede mantener. Hay un exceso de empleo público y muchas ineficiencias. No lo decimos sólo nosotros: un estudio del BID [Banco Interamericano de Desarrollo], que se llama “Mejor gasto para mejores vidas”, estima el exceso de gasto en 3,5 puntos del PIB [Producto Interno Bruto], entre gastos duplicados, superfluos e ineficiencias, que se deberían poder corregir. No se hace de la noche a la mañana, pero queremos un Estado mucho más austero y mucho más magro, y creemos que hay mucho para recortar. Además, tiene que mejorar la productividad del Estado.
¿En dónde más es posible recortar?
Cuando hablamos de los vínculos que no se renovarían por año, que serían 8.000 o 9.000, siempre tenemos muy claro que no son en las cuatro áreas prioritarias en las que entendemos que hay que seguir invirtiendo y mejorando –aunque también hay espacio para mejorar la forma en que se gasta–, que son educación, seguridad, salud y Justicia. La Justicia, con todo el tema de la reforma del Código del Proceso Penal, es un área en la que estamos con subdotación y, por lo tanto, también merece tener sus recursos.
La estrella de las propuestas de Talvi son los 136 liceos públicos modelo, que significarían una inversión de 160 millones de dólares anuales. En este contexto de recortes que plantean, ¿hay lugar para eso?
Sí. El presupuesto del Estado son unos 18.000 millones de dólares por año, así que 160 millones se pueden financiar. Como Ernesto dice siempre: esta inversión se paga sola, cuando las nuevas generaciones terminen su educación, logren insertarse laboralmente y dejen de ser un costo para la sociedad; al contrario de si estuvieran sin trabajar y sin estudiar. Y los organismos internacionales siempre están deseosos de financiar este tipo de proyectos.
Mencionaste los “vientos de cola” que impulsaron el crecimiento económico de varios países. Brasil y Argentina están, evidentemente, peor que Uruguay en materia económica. ¿Cómo se explica eso si el crecimiento se explica sólo por la coyuntura?
Los problemas que han tenido los gobiernos de Argentina y Brasil en los últimos años son bastante gráficos. Tanto el kirchnerismo como el PT [Partido de los Trabajadores] aplicaron políticas macroeconómicas muchísimo peores que las de Uruguay. Acá, mientras tuvimos el viento de cola, las políticas estaban medianamente ordenadas, pero, cuando empezó el viento de frente, no se logró tener la voluntad política para hacer los ajustes que había que hacer y mejorar la eficiencia del gasto. Nuestros problemas son de menor nivel porque Uruguay siempre tuvo otra institucionalidad, dimensión y seriedad.
¿Cómo ves las políticas económicas que llevan adelante el presidente de Argentina, Mauricio Macri, y el de Brasil, Jair Bolsonaro?
Bolsonaro está intentando hacer una reforma de la seguridad social que tratan de hacer desde el año 2000. Tienen mucho desorden en ese tema, sobre todo en la parte del servicio público, donde la gente se jubila con diez o 15 años de trabajo. También está logrando cierto orden en materia de déficit fiscal, intentando bajarlo. O sea que está ordenando un poco la casa, más allá de otros temas de Bolsonaro que nosotros no compartimos. Y Macri recibió un país que era un caos, en una situación muy crítica, con los desbalances de las tarifas públicas; un país sin acceso al crédito, con una destrucción social muy grande y un asistencialismo muy fuerte. También está ordenando, pero quizá perdió un poco de tiempo. Tuvo que recurrir al Fondo [Monetario Internacional], que lo está ayudando a ordenar las cuentas y dándole el aire que necesita para lograr las transformaciones. A nadie le gusta tener la devaluación a la que llegó. Creo que hicieron cosas mal, pero una vez que se produce la devaluación, se está recomponiendo. Están haciendo las cosas medianamente bien para recomponer el crecimiento y bajar la inflación.
¿Qué planteás en el terreno de la seguridad social?
Estuvimos mirando bastante qué se está haciendo en el mundo en esa materia, que en Uruguay le genera al Estado un déficit del entorno de 6,5% del PIB, y sigue creciendo, por un tema demográfico. La expectativa de vida crece, la gente vive más y, por lo tanto, hay que financiarle más tiempo la jubilación. Casi todos los países desarrollados están implementando reformas. Entendemos que el pilar de capitalización de las AFAP está bien, pero al pilar de reparto le hace falta un ajuste. Queremos introducir una metodología de cuentas nocionales. El aporte de todos los meses se acredita a una cuenta virtual que se capitaliza a una tasa de crecimiento de la economía en general o de la masa de aportación, y la persona puede ir viendo cuánto va ahorrando. Cuando llegue el momento de querer jubilarse, se va a determinar por el fondo que acumuló y la expectativa de vida que le queda por delante. Entonces, la persona puede ir viendo cada año: “Si me jubilara hoy, ¿cuánto me darían?”, porque es una cuenta matemática. Buscamos que el sistema sea autosustentable y, además, despolitizarlo. Es decir, que no tenga que depender de una decisión política de aumentar la edad de jubilación: nadie lo quiere hacer y se posterga.
¿Qué habría que hacer con la edad mínima para jubilarse?
Se podría no establecer una edad mínima, porque la persona lo determina en función de cómo le da su cuenta. Con la salvedad de que hay que establecer un [monto] mínimo de jubilación. Porque se entiende que con una jubilación de menos de tanto dinero no vas a satisfacer tus necesidades básicas y vas a terminar necesitando que te asistan por otro lado. También proponemos flexibilizar las formas de retiro. Los sistemas buscan que la gente se jubile más tarde por su propia voluntad pero también permitirles combinar trabajo y jubilación.
¿Cómo te definís en materia económica?
Liberal, que implica creer en la iniciativa privada, en la apertura de mercados y en el funcionamiento de los mercados, en los que siempre hay algunas ineficiencias. Sobre todo en Uruguay, que es un país chico donde se generan monopolios naturales, que obviamente hay que atender con buenas unidades reguladoras y controlar para que esas empresas sean eficientes. Pero creo en la capacidad de las personas para diseñar sus futuros si se les dan las herramientas en materia de educación. Creo en la iniciativa privada y en la autosuperación personal.
¿Y en la mano invisible del mercado?
El mejor asignador de los recursos es el mercado, pero con ciertas salvedades en las que hay que intervenir.
¿Cómo se articula esa visión con el batllismo, que es lo que Talvi reivindica?
Talvi también es liberal y cree mucho en la iniciativa privada, pero obviamente que hay espacio para el Estado de bienestar, que es atender la protección social de las personas más desfavorecidas. A aquellos que no han logrado la autosuperación personal, por distintas razones, hay que asistirlos, pero no perder el foco de que las personas tienen las capacidades, y lo que hay que darles son los medios y las posibilidades.