“Me parece que la ley está mal, porque están en juego nuestros hijos. La veo muy parecida al 8 de marzo. La gente se discrimina sola”, dijo un hombre a la diaria luego de votar en el prerreferéndum contra la ley trans, en el colegio Elbio Fernández, en el Centro de Montevideo. Pasado el mediodía, en esa institución –que tenía muchas mesas de votación– había poco movimiento. Excepto una joven, que manifestó estar a favor de la ley, pero que votaba porque le parecía bien que se hiciera el referéndum, la mayoría de los votantes consultados se mostró en contra de uno o varios aspectos de la ley.

Un veterano dijo que, si bien no tiene nada “contra las personas trans”, tampoco cree que la sociedad “tenga que ayudar en esa situación” ni que los niños deban tener una “opción impulsada hacia otra orientación”. Agregó que, “de repente, a su edad no están capacitados para decidir”. Subrayó, además, que está en contra de que los padres, gracias a la ley, se mantengan “al margen de esa situación, que no es natural de cualquier ser humano”. La esposa del señor acotó que, “así como tenemos que ser mayores de edad para votar, que sean mayores de edad para decidir”. “No es que estemos en contra de los trans, los gays o las lesbianas, sino [en contra] de que el Estado tome el poder y los padres queden de lado; eso esta mal”, dijo la señora. Por último, el hombre criticó “el tema de las leyes especiales para determinados colectivos”, cuando, en realidad, “no se hace discriminación”. “Pasa lo mismo con los negros: ¿por qué hay que hacer leyes especiales para los negros? Yo no tengo nada contra ningún negro; al contrario, tengo muchos amigos que son de color”, finalizó.

A dos cuadras del Elbio, sobre la calle Durazno –donde se ubica el Instituto Tecnológico de Informática–, una señora que acababa de votar subrayó que la ley trans “es una forma de discriminación, porque [los trans] se quieren diferenciar de otras personas”. “Ellos dicen que luchan contra la discriminación, y además proclaman que no es una enfermedad. Pero si no es una enfermedad, entonces tampoco habría que hacer una diferenciación”, opinó. Agregó que hay personas con “enfermedades raras” que tienen que hacer “toda una serie de trámites para que les den apoyo, y a veces lo logran y a veces no”. En esos casos, subrayó, “se nace con eso, no es una opción”; en cambio, la ley trans refiere “a una cosa de opción”.

De vuelta en el Elbio, una joven que salía de votar argumentó: “Los mayores de 18 años que hagan lo que quieran, pero si no podés conducir, no podés trabajar y no podés ejercer un montón de cosas, no coincido con la hormonización para los niños y que se les quite el derecho a la patria potestad a los padres”. Otra joven rechazó que los niños “puedan decidir” desde “tan chicos” si “quieren hacer un tratamiento que es irreversible, porque quedan estériles”.

Después de tomar varios testimonios, los argumentos centrales contra la ley se empezaban a repetir, pero variaban en el tono o en las anécdotas complementarias. Una señora aseguró que no discrimina y, para demostrarlo, contó que tiene un hermano que está “casado con un hombre”. “Vos podés tener mente abierta o no, pero si un chiquilín de cinco años te dice: ‘Mamá, me gustan las Barbies’, hay que investigar por qué puede ser que le gusten las Barbies, y no llevar a que el niño decida; porque, si no, es una cosa espantosa”, señaló. Una amiga que la acompañaba, que también votó, opinó que la ley tiene “cosas que están buenas”, como “que haya cupos para empleos públicos”. “Ni me va ni me viene lo de los 12.000 pesos o no sé cuánto, pero hay gente que necesita medicamentos para tratamientos oncológicos muy caros, y el Fondo Nacional de Recursos no se los cubre. ¿Por qué vamos cubrir operaciones de cambio de género?”, preguntó la mujer.

Pasadas las 16.00, en la escuela Sanguinetti (8 de Octubre y Joanicó) había poca gente y argumentos similares. “Yo estoy de acuerdo con que cada uno haga lo que quiera, pero no estoy de acuerdo con que todo sea gratis, cuando hay otras enfermedades más graves y hay gente que se está muriendo y no se le da medicación”, dijo una señora mayor. Otra mujer, que la acompañaba, criticó que se quiera gastar plata en algo “tan superficial”, cuando hay “tanta necesidad en niños que hay que curar”. “Tengo nueve nietos, y cualquiera de ellos puede cambiar el sexo cuando quiera, porque no estoy en contra de eso, pero estoy en contra de los gastos que quieren hacer, habiendo tanta necesidad para niños que están enfermos”, insistió. La otra señora agregó que las niños trans “no se van a morir por que se postergue un poco más la operación”.

De vuelta en el Centro, una monja bajaba, despacio, los escalones de un corredor del colegio Seminario. Con tranquilidad, buscó su mesa. “Por supuesto que voy a votar”, señaló. “Puede ser que con algunas cosas esté de acuerdo, pero yo, por mis principios cristianos, no estoy de acuerdo con esa ley, porque va en contra de la familia”, dijo la señora, y concluyó: “A los niños hay que educarlos, pero con principios y valores cristianos”.