A fines de la década de 1990, y con el sopapo infame de la crisis del advenimiento dosmilero, en Buenos Aires hubo una muerte y resurrección de la vieja tradición de las agrupaciones tangueras, especialmente de los paquidermos musicales que son las orquestas típicas.

Lo cierto es que la crisis significó un enorme conflicto para la sobrevivencia de los grupos musicales del género y, como en todo conflicto, del medio del revuelo surgieron las soluciones. Con el menemismo yéndose derrotado y a pedazos, y la situación política del Río de la Plata a punto de estallar, el cooperativismo como forma de subsistir fue un eje que sostuvo con entereza a los conjuntos tangueros que, más o menos, sobrevivieron a los embates. Sobre todo teniendo en cuenta que el tango no es el género más hitero de la industria desde hace varias décadas, como en su origen. El género popular rioplatense vive como un borracho tambaleándose en la cornisa de un piso 20, entre la fortaleza, la magia y el final.

Probablemente, un paradigma de esto sea el caso de la Orquesta Típica Fernández Fierro, una agrupación que hoy goza de la popularidad que puede dar la mezquina difusión de las radios y los canales de televisión. La orquesta no sólo se formó en los albores del nuevo siglo, en medio del fuego, sino que además funciona como una cooperativa que, con el devenir del tiempo, tuvo su propio espacio para tocar, el CAFF (Club Atlético Fernández Fierro), que comenzó siendo un espacio para que la Fernández Fierro y sus colegas tuvieran el lugar que nadie les daba para el ejercicio musical, y hoy es uno de los principales centros culturales de la autogestión porteña.

En Uruguay, y especialmente para los grupos más multitudinarios de tango, el terreno es fangoso para encontrar formas de apoyo, maneras efectivas de difusión, un camino para llegar al público que no sea el boca a boca. Escapando de la logia de los favoritos oficiales a los que se coloca como flores orilleras que engalanan la solapa del cupo tanguero cosa que a la vista no falte nadie, la situación laboral de los que peleamos (ya sin metáfora) por el tango es precaria, o, más bien, misteriosa e incierta. También, siendo justos, podemos decir que Viví Tango es un programa de la Intendencia de Montevideo que, con Martín Borteiro y Regina Chiappara a la cabeza, desde hace algún tiempo colabora con la música popular orillera luchando contra la burocracia irremediable.

En ese marco, el domingo a las 21.00 en la sala Zavala Muniz tendrá lugar una noche para ver y oír algunas de las agrupaciones jóvenes uruguayas que forman parte del SULOV, un colectivo que toma la tradición millennial del tango cooperativo y que, además de perseguir una forma estética del tango, también van en busca de una vía para que el género pueda volverse sustentable en su rol profesional de músicos y cantantes.

Proyección colectiva

Gonzalo Irigoyen, voz de Sin Palabras, cuenta que el SULOV (sigla que, en rigor, no tiene un significado concreto) “se remonta a principios de 2018. El germen que reúne a sus integrantes es una situación conflictiva de carácter laboral que se dio con una tanguería montevideana y que obligó a los músicos y cantantes a revisar su situación para mejorarla. Así, reunidos, empezamos a pensar por fuera de la caja: ¿por qué no generamos espacios alternativos, propios, independientes y autogestionados, en los que nuestro tango se pueda desarrollar? En cierta medida, salir de los circuitos turísticos donde uno tiene que hacer un tango aceptado por el establishment, acartonado, de traje y corbata”.

La idea del colectivo es prescindir de los espacios comerciales y oficiales que ofrecen una pequeña posibilidad pero, al mismo tiempo, exigen una enorme cantidad de requisitos. Es que otro mal del género es tener que lidiar con las exigencias de un supuesto “público”. Un fantasma que, según un imaginario consolidado, exige una estética visual acartonada, un repertorio cerrado de clásicos de los años 40, una forma arcaica del tango que lo condena a ser una postal sepia de un tiempo que fue. Y si bien una de las grandes preocupaciones de la lírica tanguera es el tiempo que fue, la verdad es que los jóvenes de hoy crean, están, son.

Las agrupaciones fundacionales del SULOV son: la Orquesta Típica Randolfo, la Orquesta Las Señoras, Juana y los Heladeros del Tango, el trío Sin Palabras –con la voz de Gonzalo Irigoyen–, Malbaraje, Morelia, Los Hermanos Hernández y el Cuarteto Revirado. Estas diferentes propuestas, que van desde la orquesta típica a agrupaciones más reducidas, gestionan y descubren espacios nuevos para hacer su tango como una búsqueda en la que cada rescoldo abandonado puede convertirse en un sitio en el que confluyen las nuevas expresiones tangueras de manera sincrética; poetas, cantantes, músicos, bailarines. Un tango con la esencia de la tradición y con la proyección de lo nuevo, con estéticas diferentes, pero con la médula en el tango.

Por su parte, Paola Larrama, actriz, cantante y voz de la Orquesta Las Señoras y de Malbaraje, dice que la idea del colectivo es “generar una movida que tenga constancia como espacio de encuentro y, a la vez, profesionalice nuestra práctica y se convierta en nuestro sustento. Poder vivir de lo que nos gusta hacer. En este sentido, entendemos que el trabajo en colectivo potencia muchísimo las posibilidades de la propuesta, conocer diferentes formas de hacer tango el día de hoy y ver propuestas estéticas diferentes. También se potencia en cuanto a la difusión y a sostener estos espacios que implican un montón de esfuerzo de muchas personas”.

En esta fecha en particular, participarán Malbaraje, Orquesta Las Señoras, Juana y Los Heladeros del Tango, y Sin Palabras. Los conjuntos transitarán una serie de creaciones instrumentales y cantadas que forman parte del nuevo repertorio ciudadano, a la vez que sumarán algunas revisiones del menú tradicional. Es la primera de una serie de instancias en las que el SULOV tendrá la oportunidad de mostrar su trabajo en forma conjunta. Una muestra en carne viva del panorama joven de las agrupaciones tangueras independientes de Montevideo.