En 1927, Enrique González Tuñón, hermano del célebre Raúl, escribió El alma de las cosas inanimadas, un libro de poemas entre el grotesco y el pre beat orillero propio de los hermanos Tuñón. Ahora, en 2019, casi 100 años después, la escritora argentina Natalia Zito escribió una novela que al mismo tiempo es una pequeña bomba de los conflictos femeninos y las jaulas entreabiertas del patriarcado: Rara, editada por Emecé. Si bien la cita del inicio y el tema del libro de Tuñón poco tienen que ver con el tema de la novela de Zito, lo cierto es que mientras la leía no podía sacarme ese título de la cabeza: “el alma de las cosas inanimadas”. Los misterios y fantasmas que habitan cada uno de los objetos y lugares que nos han pertenecido y a los que hemos pertenecido. Cómo huir de esos sitios y de esas cosas a las que nuestra vida ha quedado impregnada de un modo u otro.

Natalia Zito es escritora y psicoanalista, ha publicado libros de cuentos y ha ganado diversos concursos. También publicó y participó en revistas literarias de diferente índole. Esta vez lanza una novela de carácter íntimo y demoledor. Rara es el monólogo interior de una mujer que espera el camión de mudanza mientras termina de acomodar las cosas para irse de la casa que alguna vez compartió con su ex marido y su hijo. Así, a partir de los objetos cotidianos que habrán de mudarse con ella y que se le vuelven rebeldes, amables o siniestros, va evocando algunos recuerdos e ideas que construyen una difícil maraña del ser femenino. En la protagonista de la novela se chocan la mujer liberada, la mujer que tiene miedo a ser libre, la buena y la mala madre, el sexo o la culpa, todo a la sombra de las preguntas que nos asfixian bajo los estigmas y mandatos del patriarcado. En Rara hay una forma involuntaria de otra mujer, como si alguien se echara a volar por accidente y con la tristeza de no tener los pies sobre la tierra.

Una prosa atrapante, poderosa y muy cercana pone al lector en un momento de tensión. Las diversas mujeres que habitan a la protagonista, sus deseos y recuerdos tironean del que lee y lo van llevando por diversas formas de la interpelación. Del mismo modo la novela pone a la figura masculina frente a un espejo, porque si la protagonista es un constructo que incomoda y conmueve, la figura masculina en la novela es un sacudón que parece pedirnos despertar de algunos mandatos que nos pesan también a los varones.

La autora de Rara estuvo hace unos días presentando su novela en el Centro Cultural de España, en el ciclo “Todos somos raros”, y hasta allí nos acercamos a conversar con ella sobre su último libro publicado.

Sobre el tema central de Rara, ¿dirías que hay un mundo ideal roto? ¿Desacraliza cosas que tienen que ver con el rol femenino tradicional?

No fue intencional. Entiendo que puede tener ese efecto. Se mete con esos temas, pero no fue intencional, “voy a escribir para...”. No. Cuando la ubican como una novela feminista yo digo que me alegra, pero yo no intenté escribir una novela feminista. Lo que sí puede tener es un efecto feminista, porque pone sobre la mesa una serie de cosas que tienen que ver con el feminismo. Ahí sí.

¿Tiene que ver con que el personaje femenino no cumple con esos papeles que se espera que cumpla y que se ven, por ejemplo, en la relación con su madre?

La relación con la madre, para mí, es la estructura subterránea de la novela. La madre es una mujer de una generación anterior a ella, totalmente tomada por el discurso patriarcal, y es una mujer que, además, a fuerza de pagar una serie de costos, respondió. Sí pudo responder al mandato patriarcal. En cambio la protagonista, su hija, tal vez por la generación, tal vez por otras cosas, aun queriendo responder, no puede. Y sufre esas circunstancias porque en realidad hubiera sido más fácil responder a esa circunstancia y listo, se hubiera terminado todo. No hay nada para pensar. Ella es la que es por esa tensión con la madre. La madre como representante de todo un pensamiento patriarcal. También es un personaje que no logra morirse a tiempo; a mí me interesaba escribir sobre eso. [Jacques] Lacan dice esto de “morir a tiempo”: sería alguien que se deja caer, que se corre y dice: “Okey, yo soy la abuela, yo ya brillé, ahora brillás vos”. La madre no logra hacer eso, y ella tampoco logra destituirla, porque no es tan fácil destituir a tu madre. Además, una madre que no es tan mala. Tiene gestos terribles, pero en la circulación social es alguien que sería una “buena madre”.

Sobre eso de que la novela no es feminista pero puede lograr ese efecto, el personaje parece romper todo sin intención, sin conciencia de hacerlo.

Sí, claro, y lo padece absolutamente. Ella quisiera encajar, pero todo el tiempo, a su vez, como eso no le sale, con su pesar y su no encajar, denuncia esas situaciones. No ella, sino la novela en sí.

Hay una escena en la que ella va a ver a su marido mientras hace chorizos con sus amigos y dice quedarse como una especie de adorno al costado, sin pertenecer a eso, como sintiendo el deseo de estar ahí y a la vez no.

Es interesante. Yo no lo había pensado así. Si me preguntás a mí, a ella le da un profundo asco eso, pero en esa época de su matrimonio ella estaba tratando de encajar. Ella dice que él le pide que lo vaya a ver, como quien le pide “bueno, me voy a jugar al pádel, vení a mirarme”, pero trata de ver el lado bueno de eso; trata de ser la mujer que va, que está, que le sonríe al marido, pero nada de eso le sale. Sin embargo, sigue insistiendo, aunque sea internamente. Tal vez no tanto en participar haciendo chorizos, sino como una “buena mujer” que acompaña al marido. Pero le da asco eso, 20 tipos metiéndole mano a la carne.

Foto del artículo 'Rara, como encendida: charla con la escritora argentina Natalia Zito'

En relación con eso de correrse de la generación anterior, ¿la figura femenina de ahora se corre del mandato patriarcal?

Yo creo que sí, que estamos en un momento muy productivo en ese sentido. Estamos en un momento en el que nos estamos habilitando, sobre todo en determinados sectores de la sociedad en que podemos hacerlo; hay otros que todavía no pueden, porque están cubriendo otras necesidades básicas, pero los que podemos hacer eso nos estamos habilitando a pensar todo de nuevo. Por qué el matrimonio así, por qué la mujer acá, por qué la mujer gana menos que un hombre por las mismas tareas, por qué los hombres tienen menos licencia por maternidad. No sé en Uruguay, pero en Argentina los hombres hasta hace poco tenían tres días de licencia por paternidad; esto es una locura y es cruel con el hombre: acaba de tener un hijo, ¿por qué no puede disfrutar de ese momento? Entonces creo que socialmente las mujeres nos estamos animando a corrernos y a que eso haga ruido, y si hace ruido lo siento, y si es un despelote, que sea, porque tenemos que pensar todo otra vez.

Aunque ese correrse sea intuitivo...

Sí, aunque sea instintivo. Porque también, creo, el hecho de que haya un grupo de mujeres para las que no es instintivo, sino que estamos pensando, leyendo, hace que otras que no están en eso, sencillamente porque están haciendo su vida y nada más, escuchen que hay mujeres que están saliendo a la calle, haciendo cosas, entonces piensan: “bueno, así que no está tan mal que yo quiera trabajar” o “no está tan mal que, además de ser madre, trabajar y tener hijos, quiera estudiar canto”. Entonces sí, aunque sea intuitivo, sí. Me parece un coletazo de un movimiento que está sucediendo en otro lado.

También me llamó la atención la manera en que está construida la espera. El personaje espera el camión de mudanzas, el momento de irse, etcétera. ¿Esa espera es hacia un destino nuevo de lo femenino?

En realidad, hay toda una cuestión de tensión con el tiempo. El personaje está apremiado por el tiempo. Si ella pudiera detenerlo y tener más tiempo para pensar, le vendría bien, porque tal vez su porvenir podría ser otro, y tal vez podría haberle venido bien en otra época de su vida, también si hubiera tenido más tiempo. Entonces está en una relación de tensión y abrumada por eso. Respecto del destino, no creo. Porque una de las cosas de la novela que yo quería poner en escena es: ¿siempre hay un destino posible, bueno y nuevo? ¿O a veces no? ¿Por qué siempre creemos que hay posibilidad de renovación? Entonces, en esa tensión con el tiempo, también está montado, porque la vida es la que es y no podemos frenar el reloj, esto de que a veces no todo es renovable. Tal vez ya está y ella no puede más.

En ese sentido, la construcción femenina es compleja. En el mismo personaje confluyen y chocan distintas posiciones.

No es una historia de reivindicación, todo lo contrario. Todo es de tensión, de no encajar, es complejo. A mí no me interesan, como lectora (y como escritora, mucho menos), las historias de superación. Me interesa darles vueltas a preguntas y que la historia no termine de cerrar; que de última los lectores se sientan conmovidos por eso; bueno, se superarán. No me interesa escribir sobre ese tipo de cosas, porque me parece que está del lado de la literatura de las respuestas, mientras que a mí me interesa estar del lado de las preguntas.

También me llamó la atención la forma en que la trama se construye por medio de la relación con los objetos, como si determinaran el recuerdo o el devenir.

Es que lo pensé de esa forma. Eso sí: fue totalmente intencional: la escritura de la novela nació en una mudanza mía, yo escribí un diario. Y claro, estaba en la casa con todas las cosas patas para arriba y te encontrás la foto del casamiento, la cintita de la comunión, y esas cosas te traen recuerdos inesperados. Te ponés a pensar a partir de que te encontrás con, por ejemplo, una taza que no veías hace un montón y que a lo mejor no hubieras pensado algo nunca más si no te hubieras topado con ese objeto. Entonces, cuando yo misma me encontré en esa tarea de estar pensando cosas a partir de los objetos, me interesó esa relación y contar una historia a partir de eso. Otro tema que me interesa mucho es del cuerpo, que en esta novela está tocado pero ni en una décima parte de lo que me interesa hacer.

Sin embargo, aunque tangencialmente, los cuerpos aparecen mucho. Los cuerpos y sus formas, el paso del tiempo en ellos, sacados de la estructura hegemónica.

Una vez, una periodista, bastante antes de que escribiera esta novela, me dijo: “¿Qué onda? ¿Qué te pasa con el cuerpo? Todos tus personajes están incómodos con su cuerpo”. Yo no me había dado cuenta de eso y entonces empecé a explotarlo: los objetos son un subrogado del cuerpo, como si fueran un universo de minicuerpos de ella que están ahí. Está lo que ella entiende que en los objetos hay del ex, son presencias que ella no tolera, y cómo, hasta ese momento; ella toleró la presencia de esos “otros”. Está ahí, en el momento de ver si se los queda o los tira a la miércoles. También en otros hombres, las partes de los otros le recuerdan a su ex y ella no quiere eso; sobre todo, le recuerdan lo que era ella cuando estaba con él, entonces necesita que eso sea distinto, y en el cuerpo de ella también hay toda una cuestión. Cuando se lo di a leer a algunas personas antes de publicarla, alguien me decía que se la imaginaba medio gordita y que estaba cogiendo en su casa, se cogía a uno y a otro, y me preguntaba si eso era verosímil. ¿Por qué no, por qué no lo sería? Tiene el cuerpo que tiene y seduce tipos y se coge tipos. Entonces, en mayor medida, quise dejar ese detalle así.

Considerando tu trabajo como tallerista, lectora y protagonista, ¿cómo ves el panorama de la literatura argentina ahora?

Creo que se está escribiendo, que se escriben cosas muy interesantes. Hay una sola cosa que veo de la literatura contemporánea que es cierto riesgo que tiene que ver con las cuestiones sociales, y es el riesgo de escribir sobre otros mundos a los que criticamos, desde afuera. Hay algunos textos que para mí son de ese estilo, y eso a mí no me interesa mucho como lectora. Me interesan más las críticas desde adentro, cuando uno se sabe perteneciente a un sector de la sociedad y puede ubicar cosas que critica, que son reprochables y que cambiaría, pero no puede dejar de ser lo que es. Me parece que hay un sector de la literatura actual que se va a criticar a los otros. De todos modos, tenemos grandes escritores.

¿El nuevo boom latinoamericano es femenino?

No lo sé. Ojalá sea así y yo sea parte de eso. La verdad es que no lo sé, los críticos lo podrían saber mejor. Ojalá sea así.

Rara. Natalia Zito. Buenos Aires, Emecé, 2019. 256 páginas.