Uruguay comienza la década de los 20 en una coyuntura histórica interesante: después de 15 años se realiza un viraje gubernamental de izquierda a derecha. Están en juego aspectos concretos, pero, sobre todo, hay disidencias reales acerca de las grandes cuestiones políticas. ¿Cómo entender las relaciones de poder, la educación, la pobreza, la situación de las minorías? ¿Cómo posicionarse frente a los conflictos propios de la vida social?
“Izquierda” y “derecha” son términos que varían a lo largo del tiempo. En este contexto, y sabiendo la diversidad de orientaciones ideológicas dentro de la coalición de gobierno, hay incertidumbre acerca de qué cambios concretos se realizarán. El futuro presidente anunció que muchos de estos cambios se concretarían mediante un proyecto de ley de urgente consideración. El “borrador” publicado recientemente nos insta a la reflexión, especialmente si se tiene en cuenta que puede ser una forma de “medir reacciones” públicas.
Este texto se detiene sobre la referencia al concepto de “buen padre de familia”, explicando algunos aspectos de su historia, su uso en derecho y filosofía y su relación con la estructura social patriarcal. Las conclusiones serán utilizadas para subrayar la importancia de las condiciones para una discusión política profunda.
A pesar de que la situación de violencia hacia las mujeres ha llevado a que se declare la emergencia nacional, a pesar de que la vicepresidenta electa se autodenomina feminista, y a pesar de que el presidente electo pidió al actual gobierno “medidas prácticas y en tiempo real”, son muy pocas las propuestas referentes a las políticas de género en el borrador. En concreto, solamente se endurecen las penas para delitos sexuales y se establecen castigos para la destrucción de tobilleras y otros dispositivos de control. Al respecto de este segundo cambio, llama la atención el lenguaje utilizado: “Toda persona que deba portar, por disposición judicial, un medio o dispositivo de rastreo y control electrónico, tales como pulseras electrónicas, tobilleras electrónicas o dispositivos similares, deberá preservarlo en las mismas condiciones en que le fuera entregado y colocado, conservándolo con la diligencia de un buen padre de familia”.
El dispositivo que se debe cuidar “con la diligencia de un buen padre de familia” se utiliza para proteger a las mujeres de la violencia típica de la sociedad en la que predomina el padre de familia.
Parece ridículo exigir la “diligencia de un buen padre de familia” en el cuidado de un dispositivo que se usa por haber ejercido violencia de género. Fuera de contexto, parecería un chiste. Pero sería de mal gusto: del concepto romano de pater familias (padre de familia) se deriva el nombre de patriarcado, la estructura social en la que se ejerce, de manera sistemática, violencia contra las mujeres (y niñas/os, y trans, y quienes no responden al modelo de normalidad). En otras palabras: el dispositivo que se debe cuidar “con la diligencia de un buen padre de familia” se utiliza para proteger a las mujeres de la violencia típica de la sociedad en la que predomina el padre de familia.
Es importante tener en cuenta que el concepto de buen padre de familia –bonus pater familias– se utiliza para referirse a un estándar de persona normal que cuida su patrimonio de manera razonable. Aparece 13 veces en el Código Civil uruguayo, al igual que en el de otros países, como España y Venezuela. Podría aducirse que se trata de un término técnico.
Sin embargo, la tendencia es a abandonar esa terminología, obviamente patriarcal: en 2014, Francia abandonó la expresión, y en 2015 lo hizo Argentina; Chile discute un proyecto de ley en la misma línea. Teniendo en cuenta que este documento es un borrador publicado cuyas implicancias políticas son tan importantes como las precisiones jurídicas, y que existen alternativas conceptuales (como “persona razonable”)1, ¿por qué no evitar una terminología tan cargada conceptualmente, especialmente al hablar de violencia de género?
Ideas viejas
Es interesante detenerse un segundo más a pensar en el padre de familia.
En la antigua Roma, la expresión no hablaba del padre como progenitor. Sus connotaciones eran más sociales que sexistas: el padre de familia no es mujer, pero tampoco es esclavo, menor o extranjero. Se refiere a alguien que administra patrimonio. Y “patrimonio”, como indica la palabra, es lo que tiene el padre, el hombre libre, el ciudadano. Cuando Tristán Narvaja introdujo el término en el Código Civil uruguayo (70 años antes del voto femenino) le pareció correcto usar el término “padre de familia” para refererise a los/as ciudadanos/as normales. Como en el uso del masculino como genérico, la expresión “buen padre de familia” no parece ser deliberadamente patriarcal, sino que simplemente es un reflejo de la sociedad en la que surgió. Pero, ¿cómo interpretar su uso en un contexto en el que se supone que se busca la igualdad?
El origen de la expresión es latino, pero las ideas ya se encontraban en la filosofía griega clásica. Aristóteles afirmó que la comunidad más elemental es la que se da en la casa (oikos, de la que deriva oikonomía, y posteriormente “economía”). A partir de la relación doméstica es posible la relación política. Esta idea también fue heredada por nosotros/as: la Constitución uruguaya afirma en su artículo 40 que “la familia es la base de nuestra sociedad”.
Para el filósofo griego, la comunidad doméstica es necesaria pero no suficiente para florecer como seres humanos. La economía, la administración del hogar, nos hace sobrevivir, pero para vivir bien es necesario considerar unidades más grandes. Somos animales políticos. Al menos, los privilegiados lo somos: el rol de la mujer es doméstico; es al padre de la familia a quien le corresponde ser políticamente activo (activo en polis, la ciudad).2
Las escalas del poder
La vida social implica relaciones de poder. Hay una tendencia a identificar el poder con las grandes estructuras: los gobiernos, las empresas, los sistemas políticos. Sin embargo, desde los trabajos del filósofo Michel Foucault es claro que el poder se ejerce en todas las escalas: la estructura social se impone con control policial y relaciones de trabajo, pero también con pequeñas acciones de maestras, castigos de progenitores y miradas de vecinos, con formas estereotipadas de relacionarnos sentimentalmente, con modos de hablar. Creando un modelo de persona normal (normalizada, que sigue la norma), el poder se ejerce de manera silenciosa e invisible. La política no trata sólo de leyes y economía: trata del lenguaje, del deseo, de cómo nos construimos a nosotros/as mismos/as. El modelo patriarcal se encarna en femicidios y brechas salariales, pero también en pequeños hábitos que nos parecen obvios.
La expresión “[...] con la diligencia de un buen padre de familia” tiene una larga historia vinculada con el modelo patriarcal. El artículo del borrador, en su contenido explícito, pretende utilizar la represión como remedio a la violencia machista. Pero tal vez el remedio sólo ataque los síntomas, dejando intacta o incluso fortaleciendo la causa: una estructura que sistemáticamente violenta a las mujeres.
La política trata con fenómenos inmensamente complejos, como la violencia, la pobreza, la educación, el capitalismo o el patriarcado. Esa complejidad se desarrolló en siglos o incluso milenios de historia. ¿Será posible cambiarlos sin un análisis profundo? Si asumimos que estructuras complejas requieren niveles de análisis complejos, ¿qué nivel de discusión es posible en los plazos de una ley de urgente consideración?
No se necesita una ley urgente; se necesita un conjunto de cambios –fundamentados y racionales– que atiendan las urgencias de la sociedad. Si no, la violencia continuará, aunque quienes la reciban no sean los buenos padres de familia.
Nigel Manchini es profesor de Filosofía y magíster en Neuropsicología y Educación.
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Un análisis muy completo puede encontrarse en Martínez, G. (2014). “La sustitución del ‘buen padre de familia’ por el estándar de la ‘persona razonable’: reforma en Francia y valoración de su alcance”. ↩
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Orbaugh, W. (2010). “Reconsiderando a Aristóteles”. Ponencia en congreso La escuela austríaca en el siglo XXI. ↩