Si Karel Zeman hubiera nacido de este lado del telón de acero, hoy sería uno de los cineastas europeos más reconocidos. Tal vez. Lo cierto es que Zeman nació en 1910 en Ostromer, cuando no había telón de ningún material, ya que esa ciudad era parte del hoy fenecido Imperio austrohúngaro, y murió en abril de 1989 en Gottwaldov, siete meses antes de que el acero se rasgara por efecto del terciopelo, como se llamó la pacífica revolución liberal que terminó con la Checoslovaquia comunista.

Formado en Francia como realizador publicitario, Zeman regresa a tierras checas y comienza a filmar comerciales de autos y de zapatos. Se pasa luego a la animación y ya con su primer trabajo, Sueño de Navidad, gana el premio mayor de la categoría en el Festival de Cannes de 1946. A partir de ese momento innova y fantasea a sus anchas. Las noticias fueron llegando a este lado del planeta y se fue volviendo un director de culto. Con el tiempo logró que su trabajo saltase el muro: la prestigiosa colección Criterion, por ejemplo, editó un paquete de DVD con sus películas Viaje a los comienzos del tiempo (1955), Una invención diabólica (1958) y El fabuloso Barón de Munchausen (1962).

Quienes tengan capacidad de hacer planes rápidamente podrán ir hoy a Cinemateca a ver uno de sus delirios más perfectos: En el cometa (1971).

El film, que combina actores con animación, parte de una novela de Julio Verne titulada Héctor Servadac: viajes y aventuras a través del mundo solar. Es un mágico alegato pacifista y ambientalista al que Zeman le añade una historia de amor que no estaba en el original. Eso permite ver en acción a la gran Magdaléna Vášáryová, que años más tarde haría el rol de Tatyana en la Eugene Onegin (1988) de Petr Weigl, donde comparte nuevamente cartel con Emil Harvath, protagonista masculino de En el cometa. A Vášáryová se la podría conocer como “la Meryl Streep eslovaca”, no sólo por su parecido físico y sus cualidades actorales, sino porque estuvo a punto de ser elegida por Alan Pakula para el papel principal de La decisión de Sophie (1982), que le valiera un premio Oscar a su célebre colega.

De aquel lado de la cortina de hierro este hecho es menos relevante que el papel de Vášáryová en Marketa Lazarová (1967), de František Vláčil, considerada la mejor película checa de todos los tiempos, o que su posterior carrera política, que la llevó a ser candidata a la presidencia de Eslovaquia por un partido derechista (¿era necesario?) y líder de la diplomacia de su país.

Si la función de hoy despierta una adicción incontrolable, se puede ver en Youtube otra obra de Zeman, Una invención diabólica, subtitulada al español. Quizá después de verlas se ponga en duda el postulado del comienzo y se piense que también es posible que Zeman, de haber sido, digamos, vienés o neoyorquino, hubiera chocado con las barreras de los grandes estudios y no hubiera podido filmar ni una sola de sus delirantes fantasías de celuloide. Quién sabe.