Nadie recuerda exactamente cuándo, pero hace cerca de 40 años los Reyes Magos empezaron a salir por el barrio Municipal, ubicado en la cuenca de Casavalle, cada víspera de Reyes, levantando las cartas de los niños y entregándoles caramelos. “Salen desde que tengo memoria, desde que mis hijos eran chicos, y hoy el más grande tiene 47”, dice una señora que se arrima a ver a los Reyes en una esquina y se suma a acompañar el recorrido por el barrio, como quien va detrás de una cuerda de tambores.

Es domingo 5 de enero, está cayendo el sol y, al igual que ella, se van sumando cientos de personas. Muchas esperan a los Reyes en el punto de partida del recorrido, que este año fue la plaza San Martín (ubicada en San Martín y Antillas), y salen con ellos desde allí; otros los esperan en la puerta de su casa o en las esquinas y los acompañan por unas cuantas cuadras, y también están quienes acompañan el recorrido entero, de más de dos horas. Lo primero es sacarse una foto, pedir caramelos, entregar la carta, y luego sí, sumarse a la procesión que camina al ritmo del villancico “Los Reyes Magos”, de Félix Luna y Ariel Ramírez, en la versión de Los Fronterizos.

El festejo surgió vinculado a la Comisión Pro Fomento del barrio Municipal, que funcionaba en el viejo Club Municipal, donde hoy es el Complejo Municipal Sacude (salud, cultura y deporte). Un grupo de vecinos de las familias históricas del barrio inició esta tradición, que luego continuaron sus hijos, sobrinos y otros vecinos. Algunas veces con mucha organización, otras veces a último momento, pero los Reyes salían año a año; un año no lo hicieron, y eso hizo que un grupo de jóvenes y algunas vecinas se movilizaran para que la tradición no muriera.

“Me empecé a mover, porque era una lástima que se cortara algo tan lindo. Fui a hablar con Gustavo, que es quien salió toda la vida y tenía los trajes, y ese año volvieron los Reyes. Salimos a último momento, pero salimos, y desde entonces nos hemos organizado cada vez mejor”, cuenta Lilián, una de las mujeres que forman parte del grupo organizador del evento, que se llama “Por la sonrisa de un niño”. Este año Lilián salió disfrazada de duende, junto con Carmen. Estos personajes se sumaron a Melchor, Gaspar y Baltasar, a tres pastores y a Papá Noel.

Si bien al principio salían sólo los Reyes, luego se fueron sumando otros personajes como acompañantes. “Cuando el Chavo del 8 era furor salieron la Chilindrina y Doña Florinda”, recuerda una vecina. “Hubo un momento en que la multitud de niños era tal que se agregaron payasos que repartían globos, porque los Reyes no daban abasto”, agregó.

Los trajes originales son objetos muy preciados para este grupo. Leticia, quien estuvo por varios años ayudando en la organización, recuerda que previo al Día de Reyes, algunos vecinos se juntaban en “el Muni” (como le decían al Club Municipal) y se quedaban hasta altas horas de la madrugada “rejuntando retazos de telas y cosas viejas para usar como apliques”. Con el tiempo los trajes se fueron remendando, mejorando, y este año se dio un gran salto gracias al apoyo del taller de vestuario de la Escuela Esquinera del programa Esquinas de la Cultura de la Intendencia de Montevideo. También los maquillajes mejoraron mucho. Máryori fue la maquilladora, una vecina que realizó el taller de maquillaje en la misma escuela.

Gabriel, quien se disfrazó de Gaspar, recuerda que de niño le impactaban los trajes, pero algo le parecía raro, y era que los Reyes usaran chinelas. “Eso me hacía sospechar un poco”, dice entre risas. “Hoy tenemos estas alpargatas”, y muestra orgulloso un alpargatas que nada tienen de criollas, pues están forradas con una tela brillante con arabescos, que combinan a la perfección con el resto del traje.

Si bien la tradición indica que los Reyes van caminando, algún año salieron en carro de caballos. Una vecina que sale a saludarlos a la puerta de su casa recuerda que ese año llevaban ovejas de verdad, que iban con los pastores. La señora saluda y se saca fotos, pero no salió a acompañar a ningún niño. “Me da mucha emoción verlos todos los años”, asegura. Otra vecina recuerda que bien al principio los Reyes iban con los pastores puerta a puerta entonando canciones “tipo serenata”.

La elección de quién será cada personaje no es sencilla. Para salir como rey “hay que ganarse el puesto”, dice uno de los jóvenes, Cristian, alias el Piojo, que salió vestido de Melchor. “Hace ocho años que salgo con ellos, y hace tres años que soy rey. Pero empecé repartiendo caramelos y alcanzando agua. Primero empezás colaborando, siempre con responsabilidad, y luego podés llegar a ser uno de los Reyes Magos”, dice. Desde hace un par de años los Reyes, los pastores y Papá Noel son todos jóvenes. “Teníamos que tomar la posta”, aclara con orgullo.

En la previa de la salida, y luego de varias horas de maquillaje y vestuario en el Sacude, hay mucha ansiedad. Los últimos ajustes son para reforzar que nadie los reconozca. Eso es muy importante para el grupo: lograr mantener la ilusión de la gurisada y que no los llamen por su nombre. Ricardo, que es Baltasar, insiste en que le pongan más negro en el rostro. Hay discusiones sobre dónde va la barba. Varios se ponen las barbas por encima de la nariz, para cubrirse aun más la cara, pero Iván, el tallerista de vestuario que los acompaña, insiste en que vayan por debajo, para que sea natural, y termina ganando la pulseada. Uno de ellos me mira sacando fotos y dice: “Che, no subas esto a las redes, no pueden saber que somos nosotros”.

Por fin llega el momento de subir al camión que los llevará a la plaza donde comienza y termina el recorrido. El trayecto elegido este año va por las calles Chicago, Querétaro, Oficial 3, Los Ángeles, Parahiba y Matilde Pacheco. El barrio es una fiesta.

Al finalizar la recorrida, y con la satisfacción de la tarea cumplida, los integrantes del grupo leen las cartas que les entregaron los niños. Una gurisa además de la carta les entregó una bolsa. Abren la carta. “Queridos Reyes, les doy estos juguetes para que los donen a los niños que no tienen y por eso se los doy. Igual no me importa porque tengo muchos y por eso se los doy. Espero que se los den, van a estar muy contentos cuando los reciban. Con mucho cariño. Yandi”.

Los juguetes marcharon hacia otro festejo, que una vecina organiza en un barrio cercano el día siguiente. Los Reyes cumplieron.