El comportamiento político de la derecha es determinante en el fortalecimiento o debilitamiento de la democracia como régimen de gobierno y condiciona enormemente la calidad democrática.

El efecto “guerra fría” ha hecho que la mayoría de los análisis llevados a cabo en ocasión de las transiciones a la democracia en América Latina se focalizasen mucho más frecuentemente en las izquierdas antisistémicas. Los estudios sobre izquierdas antisistémicas han sido, sin duda, más abundantes que los estudios sobre las derechas antisistémicas, aun cuando estas últimas fueron expresiones recurrentes en el siglo XX latinoamericano.

El análisis de la derecha antisistémica es hoy una necesidad ineludible para poder entender las reversiones democráticas que sufren países como Brasil en pleno siglo XXI. De hecho, uno de los modos más frecuentes en que la derecha impidió que la política llevara a cabo planes de gobierno que obstaculizaran sus intereses fueron los golpes de Estado.

Luna y Rovira Kaltwasser (2014) identifican tres estrategias para la acción política de las derechas, e incluyen desde las que suponen la construcción de un partido político para la defensa de los intereses hasta la prosecución de estos por vías no políticas ni electorales (mediante influencia directa), pasando por la alternativa electoral no partidaria o antiestablishment (para muchos vinculada al populismo de derecha). La aparición de Jair Bolsonaro en Brasil y el reforzamiento de un partido antes inexpresivo (el Partido Social Liberal) en el Congreso darían cuenta de esta última estrategia.

Las influencias extrapolíticas, incluidos los golpes de Estado (blandos o fuertes, armados o desarmados) y las diversas formas de sustracción de la orientación de los gobiernos a la dinámica de la competencia electoral, son parte de la estrategia de las derechas.

Los autores citan aquí también instrumentos no electorales tales como el apoyo a las brigadas de paramilitares y grupos de autodefensa (en los países con conflictos armados políticos y sociales); conglomerados de negocios (incluidos los medios de comunicación); grupos “morales” ultraconservadores que hacen lobby en el Congreso, o think tanks de la derecha que suelen introducir exitosamente tecnócratas de su grey, aun en gobiernos de izquierda. La llegada de la moral conservadora a los parlamentos y medios de comunicación en la lucha –entre otros– contra el avance del feminismo es un buen ejemplo de esto. La selección negativa de la tecnoburocracia que los gobiernos de izquierda hacen cuando arman sus equipos económicos al frente de los ministerios encargados de la política económica, como un modo de granjearse la credibilidad externa e interna, es otro buen ejemplo (los casos de Henrique Meirelles o Antonio Palocci en Brasil dan cuenta de esto).

La creación de uno o más partidos con capacidad de competencia electoral es un camino seguido por las derechas cuando el contexto lo permite (los costos de organización de un partido político con capacidad de competir exitosamente en las elecciones son muy altos para la derecha y suponen una estrategia de largo plazo). La creación del Partido Acción Nacional (PAN) en México, de la Unión Democrática (UDI) y de Renovación Nacional (RN) en Chile o de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) en El Salvador da cuenta de esto.

Ideología y preferencias políticas

Los temas de la igualdad, la democracia y las preferencias en materia de política económica son centrales para entender la articulación de preferencias en el eje izquierda-derecha.

Análisis sobre elites en América Latina evidencian que en el eje igualdad-desigualdad las preferencias se articulan en varios sentidos, que van desde la percepción más o menos aguzada de la existencia de desigualdad social (hasta la no percepción en absoluto de la existencia de un patrón de desigualdad, aun entre los más desfavorecidos) hasta las preferencias por políticas redistributivas, contrapuestas a la idea de que las dificultades para erradicar las desigualdades son tales que es impensable emprender políticas con buen prospecto en este sentido.

En América Latina, las encuestas de opinión ilustran que las percepciones sobre la desigualdad son profundas y mayoritarias, y la mayoría demanda por una acción del Estado que las elimine o amortigüe. Aunque esto pertenezca a la cultura política de la izquierda, sin embargo, el porcentaje de gente que se identifica con la izquierda y con la derecha son similares.

El tema de la democracia es el más controvertido, ya que el estudio fundacional de Bobbio (2014) sobre izquierdas y derechas, con base en la experiencia del campo del socialismo real y la Revolución Cubana, tendió a “fijar” la idea de que la dimensión libertad es subsidiaria de la dimensión igualdad. Sin embargo, en estudios disponibles sobre elites (Aberbach, Putnam y Rockman, 1981) se evidencia que las izquierdas son más pluralistas y más populistas y las derechas más elitistas y más desconfiadas de cualquier participación ampliada de la ciudadanía en las decisiones políticas.

En cuanto a las orientaciones en el eje liberal-conservador o en las posiciones devenidas del proceso de secularización y modernización de nuestras sociedades, las definiciones no están tan claras, como lo argumentáramos en estudios anteriores por medio del análisis de las preferencias de los parlamentarios latinoamericanos en temas como la despenalización del aborto o la aceptación del divorcio (Moreira y Pérez, 2009).

A pesar de ello, resulta evidente que la agenda y las políticas de los gobiernos del giro a la izquierda han estado más permeadas por los temas de la agenda secular que las de los gobiernos conservadores anteriores. Los logros en la agenda de los derechos de las mujeres (incluido, en Uruguay, el gran logro de la despenalización del aborto o, en Bolivia, el gran avance en representación política femenina) son patrimonio de gobiernos progresistas y de izquierda.

El gran problema político de la derecha es cómo tematizar políticamente su estrategia (que es la defensa del statu quo y la ideología promercado) en contextos de extrema desigualdad.

La desigualdad sigue siendo el gran parteaguas de la política entre izquierdas y derechas. Esta definición, empero, sólo toma en cuenta el campo ideológico propiamente dicho. Existen otros dos campos, según Luna y Rovira Kaltwasser (2014). Uno de ellos es el de la posición política sobre la economía y los valores, en que la derecha se caracteriza por la defensa de la propiedad privada y el libre mercado y la izquierda por el intervencionismo de Estado. Un tercer campo es el determinado por los intereses (y los sectores sociales) que la derecha (y la izquierda) representa. Estos intereses no son, necesariamente, los de su electorado, ya que, como hay que ganar elecciones, la disputa por el centro y por la obtención del mayor número de votos posible hace a todos los partidos catch-all. Pero sí son los intereses los que definen las estrategias políticas. En tal sentido, los partidos de derecha representan los intereses de los sectores más privilegiados económicamente de la sociedad.

La agenda de los gobiernos de derecha

En la tesis de Luna y Rovira Kaltwasser (2014), el gran problema político de la derecha es cómo tematizar políticamente su estrategia (que es la defensa del statu quo y la ideología promercado) en contextos de extrema desigualdad, y donde una buena parte de la población (la que vive mal) reclama por reformas sociales. Para ello, los autores señalan que las derechas buscan competir con temas no distributivos (puesto que en los distributivos es mucho menos competitiva que los partidos de izquierda y progresistas). La seguridad pública y el combate a la corrupción aparecen como temas de agenda que no comprometen posiciones fundamentales en el campo distributivo. Y han sido los dos temas fundamentales de la derecha en América Latina, con impacto sobre la opinión pública y capaces de aglutinar preferencias negativas que, eventualmente, pueden determinar una elección.

En el caso de gobiernos de izquierda prolongados (y desgastados), la posición antigobierno ha sido fundamental para aglutinar electorados y partidos, con autonomía de la agenda compartida. En la estrategia antigobierno se combinan la judicialización de personalidades y la judicialización de políticas públicas. Se fortalece el componente evaluativo y valorativo sobre la gestión pasada como eje de campaña, y se evitan mayores compromisos sobre el contenido de una gestión alternativa.

Las denuncias por corrupción han sido una constante en la lucha contra los gobiernos de izquierda, combinadas con la alta exposición mediática de estos procesos. La izquierda no ha salido indemne. Los resultados políticos de corto y largo plazo en este estilo de lucha contra la corrupción no sólo no han mejorado la transparencia de la política, sino que han contribuido a su desgaste (caída en la confianza en las instituciones políticas y en la democracia en general), pero sí han permitido la alternancia política por la “vía sucia”.

La agenda de los gobiernos conservadores tiene una estrategia que dista de proponer una sociedad de bienestar para las grandes mayorías nacionales. En todo caso, la promesa de bienestar es confusa, ambigua, fundamentalmente retórica, y no existen políticas de bienestar sostenibles en sus programas.

La estrategia de las derechas es recuperar la rentabilidad del capital vis à vis los derechos de las personas. Muchas veces no consiguen ni una cosa ni la otra, ya que la crisis que las afecta no permite la recuperación de la economía, con pérdida de puestos de trabajo y quiebre de miles de pequeñas empresas. La concentración capitalista es el resultado final de estas estrategias, y el debilitamiento de las economías latinoamericanas y el estrechamiento de su dependencia internacional, el corolario inevitable.

Bibliografía

  • Aberbach, J; Putnam, R y Rockman, B (1981). Bureaucrats and Politicians in Western Democracies. Harvard University Press.
  • Bobbio, N (2014). Derecha e izquierda. Madrid: Taurus.
  • Luna, JP, y Rovira Kaltwasser, C (eds.) (2014). Introduction: The Right in Contemporary Latin America: A Framework for Analysis. The resilience of the Latin American Right. JHU Press.
  • Moreira, C, y Pérez, V (2009). Entre la protesta y el compromiso: la izquierda en el gobierno en Uruguay y América Latina. Montevideo: Trilce.

Constanza Moreira es politóloga y senadora del Frente Amplio. Esta columna es una síntesis del capítulo 4 del libro de la autora Tiempos de democracia plebeya. Presente y futuro del progresismo en Uruguay y América Latina, publicado por CLACSO, Banda Oriental y el Transnational Institute en noviembre de 2009.