El 20 de mayo se realizará, una vez más, la Marcha del Silencio. Ya son 25 años de bajar a la calle, de caminar por 18 de Julio desafiando la lluvia o el frío, de escuchar los nombres de los que faltan, de decir “presente”. 25 años de exigir, por esa vía, lo que se ha venido exigiendo por todas las vías posibles desde que desapareció el primero: verdad, justicia, memoria y nunca más terrorismo de Estado.

Dice Annabella Balduvino, una de las integrantes del equipo de fotógrafos que lleva adelante el proyecto Imágenes del silencio: 196 abrazos contra el olvido, que concibieron la idea el año pasado, cuando se realizó la marcha número 24. “El 22 de mayo, dos días después de la marcha, ya nos estábamos reuniendo para planificar todo”, dice. Ya tenían experiencia en el asunto: en 2015, para la marcha número 20, habían llevado adelante Imágenes del silencio: 20 años de marchas, un proyecto que seleccionaba y juntaba fotografías tomadas por diversos fotógrafos en las sucesivas marchas, muchas veces para coberturas de prensa. El resultado fue una muestra que recogía las miradas de distintos profesionales sobre uno de los eventos políticos de mayor convocatoria en Uruguay. En aquel momento el equipo estaba integrado, además de por Balduvino (que es parte, también, de la organización Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos), por los fotógrafos Ricardo Gómez, Pablo Porciúncula y Cecilia Vidal. El resultado del trabajo conjunto, con imágenes aportadas por 38 profesionales, fue expuesto en fotogalerías y puede verse en el sitio web del Centro de Fotografía de Montevideo (CdF). Vidal se fue del país poco después, y los otros integrantes del equipo, junto con Laura D’Andrea y Yohnattan Mignot, concibieron una nueva experiencia de rescate de la memoria colectiva, esta vez a propósito de los 50 años del asesinato de un joven estudiante de Odontología, militante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, que fue baleado en el marco de una movilización y murió el 14 de agosto de 1968. El resultado, una exposición que logró reunir trabajos históricos provenientes del archivo fotográfico de Aurelio González, portadas de diarios de la época y obras creadas especialmente por jóvenes estudiantes de arte y de fotografía para esta ocasión, se llamó Sembrando memorias: a 50 años del asesinato de Líber Arce, y también puede verse en el sitio del CdF.

Este año, el grupo de fotógrafos compuesto por Balduvino, Gómez y Porciúncula, además de Federico Panizza y de la videoperiodista Elena Boffetta –con la asistencia en producción de la periodista Soledad Acuña–, lleva adelante una cuenta regresiva que puede verse en las redes sociales y que terminará el 20 de mayo, cuando se lleve a cabo la marcha número 25. El proyecto, en esta oportunidad, se llama Imágenes del silencio: 196 abrazos contra el olvido, y consiste en un trabajo de fotografías y videos. La idea central es que personalidades y referentes de distintos ámbitos “abracen” a los desaparecidos, mediante el recurso de sostener los carteles con sus imágenes, pero no en la posición de estandarte que suelen tener cuando encabezan las marchas, sino envolviéndolos con el cuerpo, abrazando la fotografía y el nombre con que los identificamos. Luego, cada uno de los que sostuvieron un retrato cuenta su experiencia. “Sentí una profunda emoción. Sentí como que realmente estaba abrazándola”, dice Gerardo Caetano en un video (se puede ver en ladiaria.com.uy/U0g), minutos después de haber sostenido el cartel con la imagen de Ada Margaret Burgueño, desaparecida en Argentina en 1977. El poeta Gustavo Wojciechowski, Macachín, habla de impotencia. De la fuerza que hizo con los brazos para sostener el cartel que recuerda a Washington Barrios, desaparecido en 1974; de cómo esa fuerza es la voluntad de agarrarlo, de retenerlo, y es al mismo tiempo la imposibilidad de hacerlo. Son los mismos carteles, explica Balduvino, que abren cada año la silenciosa movilización de cientos de miles de personas que caminan desde Jackson y Rivera (en Montevideo, en el lugar en que se emplaza el Monumento a los Detenidos Desaparecidos de América Latina) hasta la plaza Cagancha. Son 196 nombres. 196 personas que fueron arrancadas de sus familias, de sus vidas, de las vidas de todos, y que todavía están ahí, en el desolador grito de su ausencia.

Soledad Acuña, Pablo Porciúncula, Federico Panizza, Ricardo Gómez, y Annabella Balduvino, durante una sesión de retratos, en el taller Aquelarre. Foto: Mariana Greif

Soledad Acuña, Pablo Porciúncula, Federico Panizza, Ricardo Gómez, y Annabella Balduvino, durante una sesión de retratos, en el taller Aquelarre. Foto: Mariana Greif

Foto: Mariana Greif

Si el proyecto empezó a delinearse el 22 de mayo, las fotografías empezaron a tomarse en setiembre. La primera imagen difundida, el 4 de noviembre, fue la del maestro Óscar Washington Tabárez abrazando la fotografía de Juan Pablo Recagno Ibarburu, el hijo de Luz Ibarburu, desaparecido en 1976, a los 25 años. En cada caso, el procedimiento es similar: las fotografías se toman en el taller Aquelarre, con una pantalla negra de fondo. Antes de empezar se escucha la voz del locutor, que dice el nombre del desaparecido, sus datos y las circunstancias de su desaparición. El retratado se hace del cartel, busca una posición para sostenerlo, vacila entre dejar que sus brazos cubran parte del rostro de la persona en el cartel o que más bien se ubiquen por debajo, ocultando el nombre. Nadie está relajado y cómodo en esa situación. Todos saben que están ahí porque hay alguien que falta, alguien que necesita de un par de brazos ajenos, de un cuerpo ajeno que lo sostenga, que lo mueva, que lo saque a la calle o que exponga su nombre para hacerlo presente.

Todos los fotógrafos apuntan hacia la persona que está en foco, pero sólo uno está haciendo la fotografía que finalmente será parte de la muestra. El resto es respaldo, registro. También se registra el proceso en video, y al final se le pide al invitado que cuente cómo se sintió. Las palabras que citábamos más arriba, tanto las de Caetano como las de Maca, se repiten mucho: “tristeza”, “impotencia”, “abrazar”, “sostener”. Alguna mujer dice que pensó en su hijo; otra dice que pudo haber sido ella, pero que a ella, en cambio, le tocó sobrevivir.

Parece magia, pero las fotos que saca la cámara principal se descargan automáticamente a una laptop y van apareciendo en la pantalla. Cada tanto, la persona invitada y los fotógrafos las revisan, conversan sobre algún detalle, prueban otra posición, otro ángulo. Al final se hará la pregunta de rigor, y el invitado deberá buscar, en medio de ese anonadamiento de la experiencia, las palabras para describirla. Cada tres semanas sale un video, que se comparte simultáneamente en Facebook, Instagram y Twitter. Las imágenes se publican día a día, a medida que se acorta la distancia hasta el 20 de mayo.

Los detenidos desaparecidos han sido objeto de diversos proyectos de artes visuales. Sin pretensión de ser exhaustivos, podemos mencionar la muestra Miradas ausentes (2000), en la que Juan Ángel Urruzola, el brazo extendido, sostenía en la mano la foto carné de un desaparecido que se recortaba contra los paisajes de Montevideo. En 2014 Pablo Porciúncula llevó al festival San José Foto un trabajo sobre el tema, que luego sería recogido en una muestra retrospectiva. También en 2014 salió el libro Más allá de la mirada, en el que Martha Passeggi, ex presa política, reunió fotografías de marchas y movilizaciones, pero también de los desentierros cuando, en predios militares, fueron encontrados restos de desaparecidos. En 2016, Agustín Fernández llevó adelante una instalación que ponía, sobre un barco abandonado en el puerto de Montevideo, las imágenes gigantografiadas de cuatro desaparecidos. El 27 de junio del año siguiente, en la plaza 1º de Mayo, frente al Palacio Legislativo, haría algo similar que tendría por nombre No nos olviden. En 2015, la muestra Poéticas del silencio, montada en el Centro de Exposiciones Subte, incluyó obras de Federico Arnaud, Raquel Bessio, Óscar Bonilla, Luis Camnitzer, Pablo Conde, Rubens Fernández Tudurí, Anhelo Hernández, Alma Kohn, Raquel Lejtreger, Dumas Oroño, María Estela Peri, Martha Passeggi, Mario Sagradini, Rafael Sanz, Jorge Soto, Juan Ángel Urruzola y Ernesto Vila, que abordaban, desde diversos procedimientos artísticos, la experiencia de la desaparición forzada.

El 20 de mayo de este año se cerrará la serie de los abrazos, pero los nombres y los rostros de los desaparecidos seguirán siendo sostenidos por todos los que esperan verdad y la justicia. Por todos los que están dispuestos a poner el propio cuerpo para decirle que no al terrorismo de Estado.