Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Cuando los integrantes de la actual coalición de gobierno eran opositores, construyeron su acumulación política de lo particular a lo general: a partir del descontento de mucha gente con problemas de la vida cotidiana, sostuvieron que todos ellos se debían a características irremediables de los frenteamplistas, y que por lo tanto era indispensable desalojarlos del Poder Ejecutivo. Ahora deberían recorrer el camino inverso, para demostrar que otra orientación general trae consigo soluciones para aquellos problemas. Eso va a ser mucho más difícil.

Ayer comenzó el debate sobre el proyecto de presupuesto en el plenario de la Cámara de Representantes, y tanto oficialistas como opositores se centraron en afirmaciones genéricas que ya hemos escuchado. Los primeros insistieron en que la prioridad es corregir “despilfarros” de los gobiernos frenteamplistas, mejorar la calidad de los gastos necesarios, y crear condiciones más favorables para que el sector privado cree riqueza y puestos de trabajo. Los segundos hablaron de recortes que afectarán en forma grave las políticas sociales, el empleo y el salario.

Luego vendrán controversias mucho más concretas y específicas sobre la asignación de recursos, pero en definitiva la evaluación de las decisiones que se adopten dependerá, con el paso del tiempo, de lo que pase con la vida de la gente. Cuando Luis Lacalle Pou asumió la presidencia dijo que su gestión sería exitosa si contribuía a que las personas fueran más libres. Sin embargo, es probable que la mayoría lo juzgue por cuestiones más prosaicas.

En marzo, cuando el Poder Ejecutivo tuvo que definir su estrategia para hacerle frente a la covid-19, el conocimiento sobre esa enfermedad no señalaba un camino indudable para prevenir el contagio. Hoy, el discurso sobre la apuesta a la “libertad responsable” es aplaudido porque los resultados han sido satisfactorios, pero es obvio que no hay una relación de causa y efecto entre lo filosófico y lo sanitario, y que si la cantidad de casos fuera mucho mayor, de poco valdrían los alegatos ideológicos. Con el presupuesto pasará lo mismo.

No se trata, por supuesto, de que las discusiones ideológicas sean inútiles o despreciables. En esta edición hay varios ejemplos de la importante relación entre lo “filosófico” y la vida cotidiana.

El proyecto de dos diputados del Partido Nacional para penalizar la violación de normas sanitarias no es compartido por la senadora Graciela Bianchi, también nacionalista, ni por su par Guillermo Domenech, de Cabildo Abierto, porque les parece contradictorio con la “libertad responsable”. El desarrollo de la incipiente industria del cannabis se ve afectado por “un siglo de paradigma prohibicionista”.

Pese a la retórica contra la inclusión financiera, el Banco Central se propone “favorecer” el uso de los medios electrónicos ya disponibles y de otros nuevos. El grave sufrimiento de muchas personas, incluyendo a niñas, niños y adolescentes, se debe a la persistencia de viejos criterios ideológicos sobre “la locura”.

Hasta mañana.