Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los cambios durante 2020, numerosos y profundos, no se midieron sólo en términos de muerte, crisis económica y social, políticas regresivas y disgregación. Operan también otras fuerzas, y tres ejemplos bastan: Donald Trump fue derrotado en Estados Unidos; el pueblo boliviano desalojó al gobierno de facto instalado en 2019 para retomar su propio camino; ayer nomás, en Argentina, un largo proceso de movilización social y política logró que se aprobara en el Congreso la interrupción voluntaria del embarazo.

En Uruguay, los partidos tuvieron importantes dificultades para desempeñar sus nuevos papeles, y esto no se debió sólo a la emergencia sanitaria.

El oficialismo exhibió, en varias áreas, deficiencias y orientaciones insensatas que no se pueden disimular con críticas a los gobiernos anteriores, y termina el año sin haber logrado ampliar sus acuerdos originales, que en algunos temas ya se agotaron y en otros son muy vagos.

El presidente Luis Lacalle Pou logró actuar casi siempre como si fuera el jefe de los cinco partidos que lo apoyaron en el balotaje de 2019, pero esto se debió en buena parte a las circunstancias imprevistas de la emergencia sanitaria, que le facilitaron ubicarse en una posición de mando centralizado y ‒mientras los indicadores relacionados con la covid-19 fueron buenos‒ cosechar una fuerte aprobación. Todo eso puede cambiar, y hay indicios de que lo hará.

La oposición frenteamplista tuvo problemas para encarar, a la vez, el fin de una prolongada inserción en el Estado, la revisión de los errores cometidos y un proceso de renovación, tanto de los vínculos con la sociedad como de la organización interna, las orientaciones y la dirigencia. El fallecimiento de Tabaré Vázquez simbolizó, en este sentido, que terminó un período y comienza otro.

El difícil presente y el futuro exigen algunos acuerdos partidarios amplios que ni siquiera empezaron a explorarse. En lo referido a la reforma de la seguridad social, se instaló un escenario para ello, pero aún estamos lejos de que asomen consensos. En lo relacionado con la educación habrá que ver qué ocurre.

La sociedad uruguaya les hizo frente a las crisis. Hubo resistencias, solidaridades y avances, apoyados en fortalezas construidas durante muchos años, desde los aportes de la comunidad científica hasta las ollas populares, pasando por la Operación Océano y los procesamientos por crímenes del terrorismo de Estado, que siguieron adelante pese a presiones políticas reaccionarias.

Las actividades culturales son una base indispensable para que esas fortalezas se sigan desarrollando. Como de costumbre, no fueron prioridad y quedaron, en demasiados casos, a la intemperie. Pero resisten.

Hasta el lunes.